miércoles, 24 de febrero de 2010

Institucionalidad regional: ¿Qué es lo que de verdad necesitamos?

La Cumbre del Grupo de Río que clausuró el pasado martes 23 del presente, ha culminado con una novedosa declaración conjunta: Avanzar en sus futuras reuniones con la creación de una entidad regional que trabaje paralelamente a la Organización de Estados Americanos. Una declaración que resulta a lo menos llamativa en momentos donde aún no se ha podido conseguir un consenso en términos de darle más funcionalidad a otra de las tantas organizaciones regionales que tenemos en la palestra como por ejemplo, el especial caso de la UNASUR. De todas formas, la declaración per se nos muestra que la OEA ha pasado por un proceso de agotamiento estructural que ha sido explicitado con una débil actuación en la crisis hondureña. Por lo tanto, lo que se vio en Cancún durante esta convergencia del bloque, no hizo más que mostrarnos un fenómeno que es evidente, pero que al mismo tiempo, es necesario encauzarlo de buena forma. La creación de una institucionalidad regional que articule las demandas políticas, económicas, sociales y culturales ha sido una tarea que en común han tenido que atravesar regiones como la europea, la asiática o la africana y que ciertamente, nuestra región no ha estado excenta al respecto.

En este sentido, América Latina ha aprendido la lección -especialmente la proveniente desde Europa- ya que nuestra región ha aprendido sobre integración, sobre seguridad regional, sobre Medidas de Confianza Mutua (MCM) y una serie de otras iniciativas que han favorecido la distensión entre los Estados así como sus potenciales conflictos que alteraban la seguridad regional. En lo que respecta a esto último, probablemente la OEA y el TIAR han demostrado ser las instituciones por excelencia que han articulado el aspecto político y político-estratégico de la región, pero es natural que se hayan visto afectadas por cambios en aspectos estructurales y coyunturales, ya que basta con recordar que ambas instituciones fueron creadas bajo un marco de Guerra Fría y que por lo tanto, su sustento ideológico y práctico se fundamentaba en lo que marcó el conflicto bipolar del siglo pasado. Poder comprender estas fallas estructurales son claves para poder tomar las medidas que como región necesitamos urgentemente enmendar en vista de este fenómeno de "desbordamiento institucional".

La iniciativa de crear un entidad realmente representativa y pluralista es una necesidad que cuanto antes debe ser materializada. La región debe comprender que el problema no pasa por crear más instituciones, el problema pasa por articular de mejor forma el radio de acción de una entidad central que tenga un mayor número de atribuciones. Por ese motivo, no ha existido un avance en lo práctico ni por la UNASUR, ni por la OEA, ni por la CAN, ni por el Parlamento Andino, ni por el ALBA y un largo etcétera, ya que cada entidad rema a su lado por el sencillo hecho que cada una se limita en sus atribuciones, dejando nula la capacidad de fortalecer su funcionamiento hacia otros campos y sub-regiones.

Si se ha criticado el tema de la representatividad regional en una institución única e inclusiva, entonces lo planteado por el Grupo de Río sería una iniciativa interesante y que por cierto, esperamos que toque tierra firme; pero si paralelamente a ello, se busca potenciar otras instituciones regionales como las que ya hay creadas, habrá un descontrol y una falta de operatividad y confusión por el sencillo hecho que no se sabrá finalmente a qué institución recurrir.

La región ya tiene una experiencia interesante con la UNASUR, pero no es suficiente. Lo que debe existir en la realidad, es buscar un mecanismo para la creación de una institución que -como bien se pretendió en esta última cumbre del Grupo de Río- busque funcionar primeramente como paralela a la OEA para finalmente reemplazarla, ya que en esta última el fantasma de la Guerra Fría aún pesa sobre sus hombros. Debe existir un reemplazo de la OEA, pero que no descuide otros países que también necesitan ser miembros regionales como Estados Unidos y Canadá, precisamente dos países que se pretenden dejar fuera de este grupo. Quizás esa sea la forma que necesita la región para poder avanzar realmente en una integración completa, dándole así un margen de acción mayor a una única entidad encargada del aspecto económico, social y de seguridad que englobe las necesidades regionales. Ahora si por motivos ideológicos algunos países se cierran en ser "compañeros de banco" con Estados Unidos, entonces nos tendremos que limitar a ver el desborde institucional que vemos actualmente.

Es por ello, que se insiste. Mal se puede llegar a pensar que la región necesita un abanico de instituciones. Lo que debe existir, es una única institución con una articulación de funciones mayor que la que vimos en la OEA o incluso, la misma UNASUR. Sólo así se podrá avanzar, pero como es de esperarse, esto debe traer de la mano la voluntad política necesaria. Precisamente la traba mayor que nos impide seguir avanzando y que ha terminado por polarizar crecientemente a nuestra región.

lunes, 15 de febrero de 2010

La asimetría de fuerzas en Afganistán: Un análisis a la "Operación Moshtarak"

El envío de 30.000 nuevos soldados que el Presidente estadounidense Barack Obama decidió sortear para reforzar las labores que el ejército norteamericano se encuentra realizando en Afganistán, no fueron casuales. La última gran ofensiva de la OTAN, conocida como la "Operación Moshtarak" con más de 15.000 efectivos de una fuerza multinacional que busca tomar el control de la zona sur de Afganistán -específicamente la provincia de Helmand, identificada como el principal bastión de los talibanes- ha sido la gran articulación estratégico/militar de las autoridades tanto de Washington, como de la OTAN.

Recordemos que Afganistán ha pasado a ser el centro de una gran intervención internacional tras la derrota de Saddam Hussein en Irak, lo que ha llevado a un "control aceptable" de la actividad insurgente de las milicias sunitas y otras afines que Al Qaeda tenía operando en ese país. Pero desde entonces y específicamente desde el año 2006, la OTAN ha liderado en Afganistán -con apoyo estadounidense- la mayor campaña militar en Medio Oriente, tratando de derrotar en este campo a una organización de fundamentalistas islámicos, conocidos como "El Talibán", una organización que ha sido acusada -por los servicios de inteligencia estadounidenses- de proporcionarle apoyo logístico y moral a Al Qaeda y que más aún, ha sido investigada por haberle brindado escondite a Osama Bin Laden, después de los atentados del 11/9.

Para ello, Washington desde el año 2001 ha seguido una lógica militar ofensiva en torno al país, con el fin de acorralar y derrotar militarmente a los talibanes. Lamentablemente para las pretensiones de Estados Unidos, este objetivo aún no ha sido cumplido en base a la lógica que ha adquirido la dinámica del conflicto. Los talibanes teniendo clara su inferioridad militar, deciden contraatacar en base a la lógica de la guerra asimétrica, una guerra que históricamente Estados Unidos conoce bastante bien en Vietnam y que pese al despliegue militar en Irak, aún no tiene asegurado el control total de la insurgencia, siendo sus soldados, objeto de constantes atentados con coches bomba.

En ese sentido, la guerra en Afganistán ha adquirido la misma lógica. Sólo en un par de meses Barack Obama se ha visto enfrentado a una serie de cuestionamientos internacionales sobre si realmente es posible ganar la guerra contra los talibanes. Recordemos que el atentado efectuado hace tan solo un mes en una misma base militar estadounidense en Jost -una región al Este de Afganistán- nos dejó de manifiesto cuán vulnerables son las fuerzas militares estadounidenses ante guerras de este tipo, resultando muertos en el atentado, siete agentes de la CIA.

La nueva apuesta de la OTAN por recuperar el control del sur de Afganistán es una decisión que refleja voluntad política por terminar con la influencia de los talibanes en la región, pero al mismo tiempo refleja una nula capacidad analítica de las guerras asimétricas. Las guerras contra grupos subversivos no se solucionan con invasiones masivas, porque esto tan solo les da la posibilidad de contraatacar con más facilidad al haber una agrupación masiva de efectivos militares que están incapacitados de identificar a su enemigo. Las guerras actuales -y específicamente las que se libran contra guerrillas- se solucionan con ataques quirúrgicos a objetivos claramente indentificados. Precisamente esto fue lo que terminó la guerra que se vivió en Sri Lanka entre el ejército local y los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE por sus siglas en inglés). La suma de ataques quirúrgicos terminó por acorralar incluso al fundador de este grupo, lo que terminó por confundir a sus mandos y finalmente, así se logró derrotar definitivamente en lo militar a este grupo subversivo.

Si Washington y la OTAN apuestan por la superioridad militar, están cayendo en un error fatal, porque olvidan que están luchando contra un "enemigo invisible". Claramente fue lo que vieron en el atentado en Nuristán (donde murieron nueve soldados estadounidenses y dos afganos con un coche bomba), lo vieron en Jost (donde murieron siete agentes de la CIA a manos de un doble agente que parecía trabajar para esta entidad, pero que en definitiva era un jordano afín a Al Qaeda) y en fin, los atentados se seguirán viendo, las bajas se seguirán sumando mientras Estados Unidos y la OTAN no replanteen una nueva forma de organizar sus fuerzas y sus ataques contra los talibanes.

Es por ello, que se insiste en lo que se ha estado advirtiendo: Los medios militares convencionales no sirven en las guerras de "cuarta generación" o "guerras asimétricas". Mientras antes las autoridades de la OTAN se replanteen esto, mejor para ellos mismos, porque evitarán bajas para sus mismos efectivos.

Lo que realmente debe existir para una victoria en Afganistán, es coordinar de mejor forma la acción entre los servicios de inteligencia y las Fuerzas Armadas. Algo en lo que Estados Unidos principalmente ha sido débil y por lo visto no ha aprendido -o quizás no ha querido aprender- de las lecciones pasadas.

martes, 9 de febrero de 2010

La UNASUR y su oportunidad de avanzar: Lecciones desde Haití

Después de los debates que marcaron durante el año 2009 al seno de la Unión de Naciones Suramericanas -tras la iniciativa colombiana de instalar siete bases estadounidenses en su territorio- finalmente éste organismo logró encontrar un punto de convergencia real: La crisis humanitaria que se vive en Haití tras el sismo que azotó al país centroamericano a inicios de enero.

Es una iniciativa modesta, pero con la que se puede avanzar lentamente hacia otros temas o bien -si la inteligencia diplomática del bloque lo permite- perfectamente podrían agregarse algunas de las mociones que fueron presentadas por la propuesta peruana en el "Protocolo para la Paz, Seguridad y Cooperación", específicamente al segundo lineamiento que fue presentado por las autoridades del país del Rímac que trata sobre la creación de una fuerza de paz regional. Más adelante, se profundizará este último aspecto.

Lo que se vio en esta última cumbre de Quito, nos puso de manifiesto dos elementos claves. Primero, que la integración es un fenómeno real y que trasciende las fronteras, incluso las fronteras de la propia UNASUR, ya que hay que recordar que Haití, no es uno de los Estados miembros del bloque por razones más que evidentes. Segundo, existe una voluntad política por fortalecer la institucionalidad democrática de los países con debilidades en este punto, ergo se siga una línea de respeto hacia los aspectos de la soberanía que se enmarcan en las Constituciones de sus Estados miembro.

La resolución dada por el bloque regional -que aprueba un envío de 100 millones de dólares- se enmarca según la propia declaración para que "ejecute las actividades de asistencia humanitaria a la población haitiana y promueva el desarrollo social, económico e institucional".

Como forma de complementar la ayuda, algunos mandatarios -como el caso del venezolano Hugo Chávez- decidió condonar la deuda externa que Haití mantenía con su nación por los suministros de combustible con la estatal PetroCaribe. Esta deuda estaba en el orden de los 395 millones de dólares. Pero la ayuda desde Caracas no ha quedado hasta ahí. También decidieron mantener -sin costo alguno- la cuota de combustible que acostumbraban a enviar al castigado país centroamericano. Sin duda, ha sido una iniciativa muy loable desde Venezuela.

Sin perjuicio de lo anterior, hay otras formas de complementar la ayuda y que -dada la coyuntura- podrían ser muy interesantes de impulsar. En este sentido, vuelvo al inicio cuando se mencionó la inclusión de alguno de los tópicos que presentaba el "Protocolo para la Paz, Seguridad y Cooperación" impulsado por Torre Tagle; específicamente el que hace referencia a la creación de una fuerza de paz para enfrentar amenazas intra o extraregionales. Este punto, al menos es concordante si revisamos algunas declaraciones que hace semanas manifestaron algunos de los Presidentes del ALBA, cuando se mostraron muy negativos al enterarse de la entrada de una fuerza no menor de efectivos militares estadounidenses a Puerto Principe y otras ciudades de Haití.

Por lo tanto, la coyuntura ha dejado de manifiesto un camino libre para poner a prueba la voluntad política en este sentido. Si realmente algunos países no quieren ver -por razones ideológicas, políticas o económicas- a efectivos militares estadounidenses, se puede ver aún más fortalecida esta iniciativa. A su vez, reforzaría la premisa de que las condiciones en cuanto a la preparación profesional de los efectivos militares de la región, son suficientes para recibir la responsabilidad de sostener una operación de paz, tal y como se presenció al "evolucionar" desde la MIFH a la MINUSTAH. Recordemos que como se mencionó en una columna anterior, la intervención de Naciones Unidas en Haití que comenzó en 2004 con la MIFH (Multinational Interim Force in Haiti, compuesta por Canadá, Chile, Estados Unidos y Francia) es relevada después de dos meses por la MINUSTAH (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití), que tiene la característica fundamental de poseer una alta presencia de fuerzas militares regionales. En este sentido, se integran países como Argentina, Brasil, Guatemala, Perú, Uruguay, mientras se suman países de fuera de la región como España, Marruecos, Sri Lanka, Nepal, entre otros.

Por lo tanto, los países de la región tienen un precedente bastante significativo en el sentido de que se encuentran perfectamente capacitadas tanto a nivel profesional como moral para adquirir así, un nivel de protagonismo aún mayor en aras de resolver el estado de ingobernabilidad de Haití.

Ahora bien, volviendo al tema de la inclusión del segúndo tópico que proponía el "Protocolo para la Paz, Seguridad y Cooperación", podemos decir que si la agilidad diplomática en algunos países de la región se cierra en mostrar la creación de una fuerza regional en forma conjunta con la limitación del gasto militar que promovía Perú, no habrá avances en lo sustantivo, pero quizás, si se considera por sí sola la creación de una fuerza regional para enfrentar estos desastres, la UNASUR puede encontrar una interesante forma de captar legimitidad.

Es por ello, que es sumamente relevante que los países sepan digerir lo que nos está mostrando la coyuntura y se pueda plasmar postivamente con estas alternativas reales de integración. Esperemos que más temprano que tarde, algunas autoridades de la UNASUR se pronuncien para estudiar un caso como el descrito más arriba.


miércoles, 27 de enero de 2010

Chile y su política exterior con América Latina

En una columna anterior, ya había comentado que en la praxis de las relaciones interestatales, el manejo de la política exterior tiende a sufrir cambios sustantivos. Esta afirmación es mucho más evidente cuando se presenta un cambio importante en la administración del poder político, especialmente cuando hay un recambio en los roles de oficialismo-oposición. Lo que estamos viviendo en Chile, es un claro ejemplo de ello. La Concertación después de haber ejercido el poder durante 20 años, pasará a un rol de oposición en momentos donde la región latinoamericana atraviesa por un complejo momento en sus relaciones intervecinales como producto de la creciente polarización ideológica que se ha manifestado desde hace bastante tiempo, pero que con especial fuerza, se ha presentado en los últimos cinco años.

Como sabemos, el año 2009 no fue un año precisamente pasivo en el ámbito regional. La crisis en Honduras, la instalación de bases estadounidenses en territorio colombiano, la presentación de la demanda marítima por Perú ante la Corte Internacional de Justicia y las aspiraciones bolivianas por acceder de forma soberana al Océano Pacífico -bajo la "Agenda de trece puntos"- son temas que repercutieron fuertemente en el debate político interno.

Ahora con una Concertación saliente del poder, cabe preguntarse si la postura oficial del gobierno entrante seguirá siendo la misma en algunos tópicos de importancia a nivel regional. Es una pregunta no menor, ya que la postura chilena en algunos de estos temas, serán claves para ver cómo se configurará el equilibrio de fuerzas políticas en Sudamérica.

Para nadie es sorpresa que las relaciones entre el gobierno entrante y países como México, Colombia o Perú se vean fortalecidas gracias a sus coincidencias con la administración de la economía y su adversión a las prácticas que impulsan algunos de los países que siguen "El socialismo del siglo XXI". Esto le significará irremediablemente a Chile una apatía por parte del eje bolivariano, pero la pregunta es cómo se va a manifestar dicha apatía en los próximos meses. Con la primera advertencia de "no meterse en los asuntos venezolanos" que Chávez le hizo saber a Piñera, ya podemos saber que al menos, las relaciones entre Caracas y Santiago quedarán en "Stand-by".

La tajante negativa que durante su campaña presidencial mostró Sebastían Piñera ante una eventual negociación de una salida soberana al mar con el gobierno de Evo Morales, también mostró un cambio importante en el manejo de la política vecinal. Pese a toda crítica, lo cierto es que el futuro mandatario chileno, está viendo las cosas "lo más realista posible". Algo de lo que -estrictamente en esta materia- distó mucho la anterior administración, porque si bien la "Agenda de trece puntos" incluía la reivindicación marítima boliviana, le faltó mucho más realismo a nuestra cancillería, el dejar en claro que la soberanía no era un aspecto negociable. Esta falta de realismo, se traducirá en una relación áspera entre La Paz y Santiago y que dicho sea de paso, con ello tendrá que lidiar nuestra futura Cancillería.

El recambio del equilibrio de fuerzas en la región, es un hecho inminente y que por cierto, no estará exento de polémicas. El "factor Chávez" será el que pauteará la nueva cosmovisión chilena a nivel regional.

Apartando el hecho de que el futuro gobierno será recordado como el primer gobierno de derecha en ser electo democráticamente desde el retorno a la democracia, también será recordado como el gobierno con los desafíos más complejos en política regional y no es para menos. Desde el primer día en que asuma Piñera, su Cancillería será un punto clave a seguir, de manera que esperemos que en pos de los intereses nacionales y su convivencia sana con la región, el futuro mandatario sepa tomar una decisión cauta y prudente.

domingo, 17 de enero de 2010

Haití: La deuda internacional pendiente

Un terremoto de 7,3 grados fue suficiente para dejarnos en evidencia la pobreza extrema y la nula capacidad de autogobernarse que posee este alicaído país. Con una cifra de muertos que hasta ahora es difícil poder cuantificar, lo cierto es que Haití aún tendrá que seguir lidiando con un problema que se ha manifestado con un carácter dual.

Una cara de la crisis -y la que por cierto, es de mayor urgencia solucionar- es el terremoto que devastó al país centroamericano, pero la deuda pendiente con Haití, es solucionar un problema mucho más de fondo, que es fortalecer la institucionalidad y crear un Estado funcional capaz de reaccionar frente a estos eventos. Ninguna de estas dos últimas características ha sido solucionada por la comunidad internacional.

Haití, un país que ha conocido de cerca las dictaduras militares, recién abandonó en 1986 una forma de gobierno cuasi-dinástica, después de que François y Jean-Claude Duvalier -padre e hijo, respectivamente- mantuvieran una lógica de gobierno autoritario, despúes de haber gobernado entre ellos dos, 35 años al país.

Desde 1986, Haití ha tenido una serie de gobiernos "colegiados", con una duración promedio de dos a tres años, siendo recién el año 2006, la primera celebración "transparente" y "legitimada" de elecciones presidenciales que dieron como ganador a René Preval, el actual mandatario haitiano, quien recibió el poder de su predecesor, Boniface Alexandre; el Presidente temporal de la nación que recibió esta responsabilidad después del exilio a Sudáfrica de Jean-Bertrand Arístide, mandatario de Haití entre 2001 y 2004, que recibió acusaciones de haber financiado y armado a grupos paramilitares "chímeres", los cuales cometieron una serie de asesinatos y saqueos en las principales ciudades haitianas.

En suma, Haití ha sido victima de la corrupción, saqueos y una fuerte presencia de ex-militares que operaban en Gonaïves, Cap-Haitien y otros departamentos al norte del país.

En aras de solucionar este estado de ingobernabilidad, la intervención de Naciones Unidas en Haití -que comenzó en 2004 con la MIFH (Multinational Interim Force in Haiti, compuesta por Canadá, Chile, Francia y Estados Unidos)- ha permitido un modesto control en el nivel de la seguridad en la nación. Esta primera intervención ha logrado estabilizar la actividad de una buena parte de las bandas armadas que realizaban saqueos nocturnos, infundando temor en la población local.

Dos meses después de que la MIFH entra en ejecución, es relevada por la MINUSTAH (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití), que tiene la característica fundamental de tener una alta presencia de fuerzas militares regionales. En este sentido, se integran países como Argentina, Brasil, Uruguay, Perú y Guatemala, mientras también se suman países de fuera de la región como España, Marruecos, Sri Lanka y Nepal, entre otros. En el caso de Chile, desde la MIFH ha tenido un papel protagónico en esta materia y actualmente tiene como área de responsabilidad, la seguridad en Cap-Haitien (una región al norte del país) más otras responsabilidades secundarias como velar por la seguridad de los principales centros aeroportuarios de la capital, Puerto Príncipe.

Desde estas fases a la actualidad, indudablemente se ha mejorado principalmente el ámbito de la seguridad, pero quedan pendientes los aportes que deben realizar los países donantes en aras de reconstruir el país.

Las intervenciones humanitarias de Naciones Unidas en territorios de conflicto, están caracterizados principalmente por dos componentes; uno militar y uno político. El componente militar ha cumplido medianamente su rol de mejorar los estándares de seguridad, pero la salida al problema de Haití, es político. La voluntad política internacional para reconstruir la institucionalidad en el país no pasa por una mera intervención militar. Haití necesita más recursos, necesita una mejor logística y necesita más personal que capacite a sus funcionarios y que dicho sea de paso, la salida a todos estos problemas, es finalmente política.

No tiene sentido destinar recursos para mitigar los efectos del terremoto, cuando los países previamente a este fenómeno, se olvidaban de la existencia de Haití. ¿Cuántos terremotos más tendrán que manifestarse para que la comunidad internacional de una solución concreta a los problemas de los haitianos?

Es irónico pensar que en Centroamérica durante casi seis meses, el tema de debate era el conflicto Zelaya-Micheletti y se descuidó por completo a Haití, pero ahora que Honduras ya no es tema de convergencia internacional, nos concentramos en la crisis humanitaria que vive el pueblo haitiano después del terremoto.

Por ahora, los recursos y el personal parecen llegar a Haití -sin mucha coordinación, por cierto- pero cuando se solucione el problema del terremoto, ¿Qué será de este país? ¿Se tendrá finalmente voluntad política para ayudar en la reconstrucción del país centroamericano o las delegaciones volverán a sus respectivos países después de haber llevado lo necesario para mitigar los efectos del terremoto?

Es irónico pensar que el terremoto quizás fue un "mal necesario" para Haití. Quizás esta era la única forma de abrir los ojos de la comunidad internacional para realmente tomarle el pulso a la situación. Esperemos no sólo por el bien de Haití, sino que por el bien de la convivencia mundial, que se logre una pronta recuperación para este sufrido pueblo.

jueves, 14 de enero de 2010

Los nuevos desafíos de la lucha antiterrorista

El año que recién comienza, probablemente será recordado como un año con un fuerte vuelco en el manejo de las políticas antiterroristas globales. Y no es para menos; la lucha contra la actividad subversiva deberá sufrir importantes cambios, porque la lucha contra Al Qaeda y sus simpatizantes, imperiosamente no puede ser la misma que planteó la administración Bush tras el atentado del World Trade Center. Despúes de nueve años de lucha sin descanso, Estados Unidos parece comprender finalmente, que los medios militares no le aseguran una victoria ni en Medio Oriente, ni en su lucha contra el terrorismo global.

Recordemos que durante la campaña presidencial estadounidense, Barack Obama había prometido retirar el contingente militar asentado en Irak en un plazo de 16 meses, es decir, para finales del 2010 ya debería estar retirado el grueso de las tropas, dejando un pequeño núcleo para apoyar las labores logísticas y de entrenamiento del ejército iraquí. Sin embargo, no ocurre lo mismo en Afganistán. Barack Obama ha decidido reforzar la presencia militar en el país sur-asiático, en momentos donde se impone una nueva victoria electoral de Hamid Karzai -el presidente interino de la nación- que se ha visto acosado con nuevos atentados suicidas de los remanentes de El Talibán, la agrupación de fundamentalistas islámicos responsables de gran parte de los atentados con coches-bomba en distintas partes del país.

La preocupación de Washington por reforzar sus medidas en la lucha antiterrorista se han hecho evidentes, ya que los atentados de los talibanes, se han vuelto cada vez más eficaces y mortíferos. A modo de ejemplo, se han hecho atentados contra importantes figuras nacionales, como es el caso de Abdullah Laghmani -el segundo al mando de los servicios de inteligencia afganos-, se han hecho atentados con coches-bomba a escasos metros de bases militares internacionales y hace sólo una semana, se perpetró un atentado en una base militar estadounidense en Jost, una región al este de Afganistán, donde resultaron muertos siete agentes de la CIA. En resumen, Estados Unidos está plenamente consciente que las cosas se le van cuesta arriba y que debe hacer algo rápido para contrarrestar estos efectos.

El atentado perpetrado contra agentes de la CIA en Jost, fue el que más llamó la atención de la opinión pública, ya que éste fue realizado por Humam Jalil Abu Mulal Al Balawi, un doble agente que parecía trabajar para la agencia norteamericana, pero que finalmente era un ciudadano jordano afín a Al Qaeda que se terminó inmolando en la base militar antes mencionada. Esto, puso de manifiesto la enorme incompetencia de los servicios de inteligencia estadounidenses, ya que éstos necesitaron los servicios de Al Balawi, porque ninguno de sus agentes sabía hablar la lengua local afgana, el pashtún. Afganistán, así como cualquiera de los países que lo rodean, están caracterizados por una diversidad linguística enorme y una clave para poder realizar las labores de inteligencia de una manera más eficiente, era infiltrar agentes que dominaran estas lenguas locales. El error grave de la CIA, fue no haber capacitado a sus propios agentes en el manejo del pashtún para infiltrarse en esas regiones. Si Estados Unidos tiene claro que en Afganistán, el componente militar deberá ser menor, tiene que compensar la balanza con eficientes labores de inteligencia; algo en lo que ha estado cayendo desde hace bastante años.

Dicen que "el mejor ataque, es una sólida defensa" y si Estados Unidos desea neutralizar la gran parte de las actividades subversivas de El Talibán, deberá enfocarse en recomponer el adoctrinamiento y capacitación de sus agentes de inteligencia, pero lo más importante, es tener una plena independencia de los servicios que pudiese prestarle la población local, ya que podría repetirse la historia en Jost.

Por ahora, sólo queda una enorme sensación de culpa en el gobierno estadounidense y no es para menos, porque varios creemos que las políticas preventivas son más eficaces que las guerras preventivas.

domingo, 3 de enero de 2010

Chile y las "relaciones inteligentes" con Perú

"La política exterior es una política de Estado". En más de alguna ocasión hemos oído esta frase para reflejar un consenso a nivel país en lo que respecta el manejo de la política internacional y principalmente la que se construye con países vecinos. Sin embargo, en el campo diplomático parece ser que este fenómeno se ve más en la teoría, porque en la praxis sí existen cambios sustantivos en el manejo de la política exterior. Un reflejo claro de esto, lo encarna nuestro vecino país del norte.

Durante el año 2009, la Presidenta Michelle Bachelet fijó -bajo el Ministerio de Relaciones Exteriores- los lineamientos para llevar con Perú unas "relaciones inteligentes" donde no se vieran afectadas las relaciones en el campo comercial y que de esta forma, se "encapsulara" la demanda marítima ante la Corte Internacional de Justicia, de tal forma, que una cosa no impida el correcto funcionamiento de la otra.

Esta moción parece haber fracasado rotundamente y las consecuencias están a la vista. De todos los sucesos que el 2009 marcaron negativamente el desarrollo de las relaciones chileno-peruanas, hay que reconocer que éstas aún se encuentran "tocadas" por la acusación de espionaje y un eventual sometimiento ante el Tribunal Constitucional de Perú respecto al Tratado de Libre Comercio que el país del Rímac firmó con nuestro país en 2006, pero que entró en ejecución recién en marzo del 2009.

A ello hay que sumarle la crisis diplomática que generó el llamado a consultas de Carlos Pareja -el Embajador de Perú en nuestro país- cuando en la prensa peruana se reveló la supuesta acusación de espionaje, también la negativa de Alan García de reunirse con Bachelet en la cumbre de APEC y finalmente la cancelación de la visita de la Ministra de Producción, Mercedes Aráoz a nuestro país para explicar los alcances del "Pacto de No Agresión". Tampoco debemos olvidar, que para la conmemoración de nuestro aniversario patrio en septiembre de 2009, una delegación peruana que se presentaría en la embajada chilena en Lima, finalmente decidió no asistir; incluso habiendo confirmado su participación al evento. La explicación que se dio, fue una supuesta "descoordinación" de las autoridades peruanas, dejando claro al mismo tiempo que "los funcionarios son libres de ir a las fiestas que los inviten". Lo anterior es cierto, pero hay compromisos protocolares que cumplir, especialmente si se trata de asuntos diplomáticos que pueden dañar las relaciones vecinales.

En síntesis, los casos que podríamos traer a colación son bastantes y es evidente que toda esta "relación inteligente" no ha resultado como tal. ¿Ha sido una idea mal articulada desde Santiago?. Claro que no. Toda idea que implique mejorar las relaciones con países de la región y especialmente, la de los países vecinos es una iniciativa loable, pero aunque en diplomacia se apueste por estas medidas, el momento no es el oportuno. Desde que se interpuso la demanda marítima en enero del 2008, la efeversencia del nacionalismo peruano ha sido la tónica del discurso político. Es sabido por la mayoría de la opinión pública que los guiños nacionalistas traen créditos políticos. Esto se ha visto tanto desde Perú hacia Chile como desde Chile hacia Perú.

Pero hay otro tema que se instala al medio y que en realidad, es el tema de fondo. Se deben construir, pero no mezclar dos relaciones chileno-peruanas. Una en el corto plazo, que vendrá en la era post Bachelet y que deberá ponerse a prueba al menos en los primeros seis meses de mandato y otra en el plano post demanda marítima. Ambas relaciones deberán articularse bajo el gobierno entrante, de manera que es sumamente importante que la coalición que gobierne esté a la altura de este desafío. Entedemos que habrán matices distintos desde el punto de vista programático, pero deben apuntar en cualquier caso al salvoguardo de una relación constructiva más que inteligente.

Por lo tanto, las "relaciones inteligentes", "las cuerdas separadas" y tantas otras nomenclaturas que recibieron estas mociones, son parte del pasado. Se debe empezar a rearticular en la futura Cancillería los errores que marcaron la relación del 2009 y a partir de ahí, ver si por motivos coyunturales conviene estar más cerca o más lejos de las relaciones que contaminen el panorama bilateral.

A dos semanas de los comicios presidenciales, es de esperar que el futuro gobierno que entre a La Moneda, sin importar el que sea, esté consciente del desafío que se viene y que dicho sea de paso, será un obstáculo no menor para el mediano plazo, porque la relación que marcará los próximos años -incluso los que vengan fuera del período 2010/2014- estará pauteado por lo dicte la Corte de La Haya.