lunes, 28 de febrero de 2011

Libia en la encrucijada

Después de las manifestaciones en Túnez y Egipto, el tercer país del mundo árabe que ha seguido con el tan llamado "efecto dominó", es Libia. Esto último, ocurre a pesar de que las manifestaciones en países como Bahréin, Yemen y Omán no han sido menores, mientras que otros manifestantes han lanzado en las redes sociales algunas tentativas para continuar con el proceso en Arabia Saudí, Argelia y Marruecos. Lo cierto, es que por ahora la situación en Libia es seguida con especial atención por parte de la comunidad internacional. Por más que en los círculos académicos se intente hablar de un "efecto dominó"; la gestación, desarrollo y término de las manifestaciones del mundo árabe varían de un país a otro. El caso de Libia no es la excepción.

A diferencia de lo ocurrido en Túnez, pero sobre todo con Egipto, el mandatario libio, Muammar Gaddafi no ha vacilado en utilizar la fuerza para dispersar a los manifestantes. Una vez iniciadas las manifestaciones, al paso de una semana algunas ONG y otras cadenas informativas como Al Jazeera ya hablaban que la cantidad de víctimas fatales superaba las doscientas personas. La verdad de las cosas, es que la situación en Libia no parecía ser un frente tan llamativo en las manifestaciones del mundo árabe.

Especialmente después de que en Egipto empezaran a fraguarse los incidentes, el régimen de Gaddafi había anunciado como una forma de anticiparse, algunas medidas paliativas. Sin embargo, éstas no fueron suficientes para lo que se vendría las semanas después.

Actualmente, Gaddafi se encuentra en una posición muy compleja. Internamente, las manifestaciones aumentan. Pasaron desde Bengasi, hacia Al Kufrah y luego se expandieron hacia el Oeste, pasando por Musratha, Zauiya y Zuara, ésta última, cercana a la frontera con Túnez.

Mientras tanto, internacionalmente Gaddafi está sintiendo un aislamiento en la comunidad de Estados. Ya son varios los países que le han recomendado al mandatario libio, permitir la libertad de opinión en los manifestantes, pero sobre todo, no reprimirlas con violencia. A esto, debemos sumar algunas pérdidas importantes de apoyo que si bien no son a nivel institucional, sí pueden ser importantes a la hora de definir el conflicto en Libia. Estas pérdidas -a nuestro juicio- son principalmente tres: La primera, es la negativa de los pilotos libios del Ejército del Aire para disparar en contra de los manifestantes -y que terminaron aterrizando sus aviones en Malta- La segunda, es la oleada de renuncias de embajadores libios en distintas sedes diplomáticas alrededor del mundo. Los diplomáticos tomaron esta decisión como una forma de mostrar su disconformidad ante la represión de las autoridades libias hacia los civiles. Finalmente, la tercera es la sublevación de algunas unidades de las FFAA libias en la parte oriental del país. Más específicamente, podemos mencionar el caso del General de Brigada, Abdul Nafa Musa, que había hecho un llamado al resto de los oficiales en la parte oriental de Libia para "marchar hacia Trípoli", la capital de ese país. Por lo tanto, Gaddafi se encuentra entre la espada y la pared.

Es cuestión de semanas para que la suma de todos estos elementos cuajen y se transformen en el colapso de la era Gaddafi. En Libia -al igual que en Egipto- el Presidente en ejercicio pretendía delegar el poder en forma hereditaria a su hijo. Si en Egipto no se quería a Hosni Mubarak ni a su hijo, Gamal es probable que en Libia tampoco quieran a Muammar Gaddafi ni a su hijo, Saif.

La diferencia entre Egipto y Libia es que las decisiones emprendidas por la comunidad de Estados -principalmente occidentales- serán más decisivas que las adoptadas en Egipto. Con "decisivas" nos referimos especificamente a posibles acciones militares. No olvidemos que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adoptó por unanimidad en sus quince miembros, sanciones contra el régimen de Gaddafi, pero también por la invocación del Capítulo siete de la Carta de Naciones Unidas que contempla el uso de la fuerza para implementar las medidas. Al parecer, esto último justificaría el motivo que representa la incapacidad de las fuerzas libias para mantener el orden. Con el paso de los días ya se ha demostrado que no existe orden dentro de las propias unidades militares libias, por lo que su confiabilidad para mantener el orden interno ha retrocedido a fojas cero.

En vista de los acontecimientos, la encrucijada en Libia parece dirigirse a uno de los siguientes dos escenarios. Un escenario, es el colapso del régimen de la era Gaddafi y sus colaboradores más cercanos, generando una salida política "a la tunecina" -ya que no seguirá el mismo fin que el caso egipcio por el sencillo hecho que una junta militar no podrá contener los estribos del país-

El segundo escenario, es que al no tener un futuro líder claro, se optará por la secesión territorial del país en áreas de influencia que manejarán algunos clanes con la ayuda de los militares rebeldes. En tal caso, el proceso debería continuar siendo monitoreado por la ONU hasta el establecimiento de elecciones que debería llegar al paso de los meses siguientes.

Creemos que en Libia, el descenlace al conflicto -y a pesar de haberse inspirado por las manifestaciones en la Plaza Tahrir- podría no seguir la misma lógica egipcia. Evidentemente cada país del mundo árabe a pesar de compartir una serie de valores, costumbres y culturas, determinan sus acciones en función de intereses que muchas veces son distintos. Con mayor razón sucede esto cuando actualmente estamos en presencia de una verdadera revolución árabe, que ya sabemos cómo empezó, pero no sabemos cómo terminará.

sábado, 19 de febrero de 2011

Sudán del Sur : Un Estado, muchos dilemas

Mientras los efectos de la desestabilización en el mundo árabe siguen repercutiendo con especial fuerza en Libia, Yemen y Bahréin; el panorama en Sudán -que hasta hace unas semanas atrás parecía muy tenso después de los llamados a través de las redes sociales para incitar un levantamiento popular por parte del "Grupo 30 de enero"- parece calmarse de a poco.

Ya habíamos comentado en una columna anterior algunas aristas del referendo de autodeterminación de Sudán del Sur y qué podría traer como beneficio en este castigado país africano. Lo cierto es que desde entonces a la fecha, el referendo ya fue realizado y dando como resultado lo que de alguna manera ya se sabía: Sudán del Sur ha optado por la secesión del Norte. Los resultados que fueron entregados por la Comisión Electoral de Sudán eran contundentes: un 98,83 por ciento de los votantes, optaron por la independencia de Sudán del Sur. A partir de ahora los sudaneses del Sur gozarán de autonomía política, ya que el gobierno de Omar Al Bashir -el Presidente de Sudán del Norte- aceptó los resultados, interpretándose como una buena señal para la continuidad de las relaciones inter-sudanesas.

Sin embargo, el referendo también ha despertado algunas dudas, que principalmente se manifestan en dos campos. Uno de ellos, es el futuro que tendrá la provincia petrolífera de Abyei. Especialmente durante el año en curso, esta provincia ha sido escenario de violencia por la disputa de sus reservas de petróleo y probablemente Abyei será el próximo gran desafío que tengan que enfrentar los gobiernos de Jartum y Juba. Hasta el momento, no se sabe si Abyei decidirá incorporarse a Sudán del Norte o del Sur y para solucionar esto, probablemente se tendrá que definir en un referendo a sus ciudadanos. El otro aspecto importante -tanto para Sudán del Norte como del Sur- es la eliminación de este país en la lista negra estadounidense de los países que apoyan el terrorismo. Recordemos que Sudán forma parte de esta lista luego de las sospechas que este país podría haber patrocinado al atentado contra el ex Presidente egipcio, Hosni Mubarak en 1995. También por las sospechas de que a inicios de los noventa, el gobierno sudanés supuestamente dio asilo a Osama Bin Laden. Al parecer, estas sospechas serían lo suficientemente meritorias como para aislar internacionalmente a Sudán. Por lo tanto, remover a este país de la lista le interesa principalmente a Jartum -que es de mayoría islámica- pero también a Juba, ya que como lo habrá dicho su Presidente, Salva Kiir "solicitaremos juntos que se quite a Sudán de la lista de países que apoyan el terrorismo". Estos dos puntos serán los que trataremos en esta columna.

Con la evolución de la situación en Sudán, el tema de la separación ya ha sido zanjada. Como mencionamos anteriormente, según los resultados entregados por la Comisión Electoral de Sudán, una aplastante mayoría de sudaneses del Sur ha decidido separarse del gobierno de Jartum, en donde este último es predominantemente de religión musulmana. Con lo acontecido, en las últimas semanas -y si todo sigue un curso normal- el próximo 9 de julio seremos testigos del nacimiento del primer Estado del siglo XXI, donde Sudán del Sur hará su independencia de forma efectiva. Esto también transformará a Sudán del Sur en el Estado número 193 de la Asamblea de Naciones Unidas y en el Estado número 54 del continente africano.

Sin embargo, el conflicto inter-sudanés aún no está del todo resuelto. La provincia petrolífera de Abyei será el próximo gran dilema para las relaciones entre los gobiernos de Jartum y Juba. Al igual que como lo fue Sudán -un país dividido religiosamente entre musulmanes y cristianos- también lo es el caso de la provincia de Abyei. En esta provincia habitan fundamentalmente dos tribus rivales: Los Misseriya, nómadas que se dedican a la ganadería, practican la religión musulmana y generalmente pasan a Abyei en busca de agua y pastos para sus ganados. A esta tribu se le asemeja también el apoyo tácito -no formal- del gobierno de Jartum y especialmente de Omar Al Bashir. Por el otro lado, están los Ngok Dinka, que son principalmente agricultores, ligados con el gobierno semiautónomo del Sur y que por lo tanto eran favorables a la secesión del Norte, pero también a la anexión de Abyei con el Sur de Sudán.

Desde el año pasado, Abyei ha sido escenario de violentos enfrentamientos entre estas tribus rivales. A inicios de enero de este año, la cifra de víctimas fatales ya sobrepasaba las treinta. Evidentemente, esto ha generado algunas trabas para la solución de este problema, ya que el caso de Abyei debía solucionarse en un referendo simultáneo a la realización de la consulta de independencia de Sudán del Sur. Con esto, la situación de Abyei ha pasado a manos de negociaciones locales que han resultado ser infructuosas. No sería ilógico pensar que Sudán del Sur -aún haciendo efectiva su independencia en julio próximo- aún no tenga un control efectivo sobre los recursos en Abyei. Esto es importante, porque debemos mencionar que casi el ochenta por ciento de las reservas de petróleo se concentran en el Sur de Sudán, gran parte de este porcentaje en Abyei. En buenas cuentas, Sudán del Sur por ahora sería un Estado relativamente autónomo, pero aún no soberano en su totalidad. Para que Sudán del Sur obtenga esta condición, deberá solucionar el dilema de Abyei junto al gobierno de Jartum.

En esa materia, deberíamos recordar que el Acuerdo Integral de Paz que en 2005 puso fin a las hostilidades entre el Norte y el Sur del país, mencionaba que antes de la realización del referendo, las ganancias del petróleo debían ser repartidas en partes iguales para el Norte y el Sur. Con la aprobación de la independencia de Sudán del Sur, este punto en rigor, ya no tendría que ser cumplido. Sin embargo, por ahora el tema no es tan sencillo como para afirmar que Sudán del Sur ostentará todos los recursos petrolíferos bajo su jurisdicción, ya que los oleoductos que pasan por Sudán, desembocan en el Mar Rojo, al Norte del país, por lo tanto, el caso de Abyei tendrá que imperiosamente ser solucionado a través de negociaciones entre los gobiernos de Sudán y con un constante monitoreo internacional. Nuevamente, la voluntad política será clave para solucionar ese tema.

El otro aspecto con el que tendrá que enfrentar este nuevo Estado africano, es apoyar la causa para eliminar a Sudán como un país patrocinador del terrorismo. Para entender esto, podríamos hacernos una pregunta ligada a lo que veníamos tratando anteriormente: ¿Cómo Al Bashir decidió aceptar la separación de Sudán del Sur sabiendo que este país concentra casi la totalidad de las reservas de petróleo? La respuesta queda en evidencia: El compromiso de eliminar a Sudán -o Sudán del Norte en este caso- en la mencionada lista.

Antes de la realización del referendo, Sudán tuvo que sopesar las sanciones económicas y el aislamiento internacional, sumado a la orden que en 2009 emitió el Tribunal de la Haya para la captura internacional contra Omar Al Bashir -por las acusaciones de crímenes de lesa humanidad y genocidio por el conflicto en Darfur-. Con todo, probablemente estas acusaciones podrían suavisarse un poco en el corto y mediano plazo. Entender ahora la aprobación de Al Bashir, no resultaría tan compleja. El Presidente de Sudán del Norte pierde, pero gana al mismo tiempo.

Mientras Sudán del Norte queda con las reservas de petróleo en jaque, Sudán del Sur las ostenta, pero al costo de poseer una altísima tasa de analfabetismo, pobreza y con la tarea de empezar a organizarse como un Estado autónomo. Es probable que de aquí a julio próximo, efectivamente Sudán del Sur sea un Estado efectivo, pero aún con la duda de tener la autonomía económica y sobre todo territorial en el caso de Abyei. Por su parte, ¿Jartum cómo responderá a largo plazo una vez que los embates de la escasez por los ingresos del petróleo empiecen a hacer efecto? Para entonces, ¿En qué estado se encontrará Sudán del Sur? ¿Dejará de ser autónomo para pasar a ser soberano?

El referendo realizado en febrero ha solucionado un gran dilema, pero ha instalado muchos otros más y que dicho sea de paso, tendremos que ir mirando con atención en los próximos meses.


domingo, 6 de febrero de 2011

Los efectos de las crisis en Túnez y Egipto para el mundo árabe

Mientras que en Egipto la evolución a la crisis política empieza a dar tenues señales de "mejora" -tras la reunión entre el Vicepresidente egipcio, Omar Suleiman con autoridades de los partidos de oposición- en el mundo árabe, el resto de los países entendieron que los efectos de las crisis en Túnez y Egipto tenían que ser contenidas antes de que se traspasaran al resto de la región. En esta columna, nos enfocaremos en revisar en primer lugar, los efectos de las crisis egipcio-tunecinas para una serie de países en el mundo árabe y luego, analizar cómo ha evolucionado el conflicto o crisis política en Egipto junto con su escenario más probable en vista de los últimos acontecimientos.

En la misma región del Magreb -que Túnez comparte con otros países como Marruecos, Libia y Argelia- en todos esos casos, a grosso modo han decidido inyectar fondos para asegurar proyectos de vivienda y programas de empleo. Recordemos que tanto en las crisis de Túnez como de Egipto, uno de los factores se dio con la situación de una juventud sumida en la pobreza y con nulas posibilidades de empleo. De ahí que sean entendibles estas medidas paliativas de los países magrebíes. Pero otros países fuera del Magreb, como por ejemplo, el caso de Jordania, el monarca Abdullah ha acelerado el proceso de reforma que conduzca a una mejoría del país. Como lo diría en sus propias palabras, "queremos reformas que allanen el camino para que nuestro pueblo tenga grandes oportunidades y una vida digna". A pesar de esto, la situación dentro de Jordania no es vista con buenos ojos por los islamistas -o al menos, los islamistas más radicales- que denuncian una serie de escándalos de corrupción y una reforma a la ley electoral. Por lo pronto, la situación en Jordania no ha pasado a mayores, ya que el principal referente de oposición, el Frente de Acción Islámica ha señalado que a diferencia de Egipto no desean un cambio de régimen, sino que sólo reformas políticas.

Resulta curioso revisar cómo ha evolucionado desde la última revisión de la crisis en Egipto, los acontecimientos actuales. Si hacemos una pincelada, recordaremos fácilmente que señalábamos en la columna anterior, que en Egipto se dio un proceso de "agotamiento político" con el régimen de Hosni Mubarak. No podía ser de otra forma, porque las iniciativas de las manifestaciones se deben a la pérdida de apoyo que ha constatado el Presidente egipcio ante la incapacidad de generar eficazmente reformas políticas que conduzcan a una mayor libertad para su población -quien desde 1981 ha tenido que acostumbrarse a vivir bajo "estado de excepción"- y también, ante la creación de empleos, que ha sido un fuerte golpe con el que ha tenido que lidiar especialmente la población más joven.

Sumémosle además, la postura de los Hermanos Musulmanes y las denuncias sobre "fraude electoral" en los comicios legislativos de noviembre -que ya habíamos comentado anteriormente- y que entender este aspecto, resultaría fundamental para una comprensión integral del panorama en Egipto. Resulta que tal como lo habíamos advertido, esta acusación ha ayudado a generar un "programa común" de los partidos de oposición para denunciar las malas prácticas del gobierno egipcio.

Ahora bien, desde aquél entonces, se han dado interesantes pasos -y curiosos al mismo tiempo- que puedan sentar un precedente para el proceso de transición. El primero de ellos, es la reunión de los partidos de oposición -incluyendo a los Hermanos Musulmanes- con el Vicepresidente, Omar Suleiman para pedir una serie de reformas constitucionales, orientadas básicamente a los requisitos para ser candidato presidencial, el número de mandatos que puede tener el Jefe de Estado y el fin de la Ley de Emergencia, vigente desde 1981.

También hay una señal que no podemos pasar por alto y es la renuncia de parte de la cúpula del Partido Nacional Democrático (PND), el partido oficialista en el que militan tanto Mubarak como su entorno más cercano. Su hijo, Gamal Mubarak contaba con el puesto de Presidente del comité político del partido, al que también se desligó.

En la política internacional son importantes los hechos, pero también las señales, y en este sentido, podemos apreciar que la renuncia -especialmente la de Gamal a su puesto que lo ligaba al PND- es una de ellas. ¿Podría interpretarse como un intento de "despolitizar" la imagen de Gamal, para legimitar una continuidad de la era Mubarak en Egipto?

Esto es relevante si recordamos la crisis tunecina, donde al primer intento de formar un gabinete por parte del Primer Ministro, Mohamed Ghanuchi se le criticó el hecho de que permanecieran miembros del régimen de Ben Alí -que militaban a su vez en el RCD-. Como una forma de calmar los ánimos, Ghanuchi intentó "despolitizar" el gabinete haciendo que sus ministros renunciaran a su militancia en el RCD, intento que a la larga no prosperó. En base a esto, bien podríamos imaginar que ese intento de despolitizar a Gamal intente allanarle el camino que los ministros en Túnez no pudieron encontrar.

Lo cierto, es que por ahora todo parece indicar una cierta calma. Dado el complejo momento que atraviesa la crisis en Egipto, hay un hermetismo para las conversaciones sobre una eventual dimisión de Mubarak, pero -según las estimaciones- quedaría como posible sustituto en el proceso de transición, su Vicepresidente Omar Suleiman.

Independiente de todo esto, está claro que Mubarak no podrá quedarse hasta septiembre como él lo manifestó en la prensa, pero esa no debería ser nuestra inquietud. Lo que realmente preocupará no sólo a Egipto, sino que también a Occidente, serán las elecciones presidenciales que durante este año -según la agenda- deberían realizarse en el país.

Sería bueno preguntarse si las manifestaciones en Egipto, ¿desean la renuncia sólo de Hosni Mubarak o bien, a la renuncia de cualquier vínculo del PND con el poder en Egipto? Si fuera así, ¿entonces la figura de Gamal Mubarak sería legítima al desligarse del partido oficialista?

Hasta ahora, el proceso de "transición" en Egipto ha sido increíblemente más complejo que el tunecino, lo que es comprensible dado a que como ya lo habíamos sostenido, este país representa una importancia estratégica para Occidente e Israel. Para Occidente, porque básicamente desde el régimen de Mubarak, se ha asegurado el libre tránsito petrolífero por el Canal de Suez -una importante ruta por la que atraviesan los buques petroleros pesados-. Se cree que aproximadamente unas 35.000 embarcaciones pasan al año por este canal, transformándolo en una de las principales rutas de carga pesada en todo el mundo. Por más que a priori se consideraría como algo marginal su equivalencia de transportar aproximadamente el 1% de la producción mundial, no deja de ser cierto que un eventual cierre del canal, dispararía el precio del crudo al tener que buscar rutas alternativas para el comercio de éste hidrocarburo.

Por otro lado, para Israel la situación en Egipto también es clave para sus intereses estratégicos. En el peor de los escenarios, Israel vería como los Hermanos Musulmanes -ante una posibilidad de llegar al poder- puede ver afectada su seguridad dado a que los Hermanos Musulmanes tradicionalmente no reconocen los Acuerdos de Camp David -que pusieron fin a las hostilidades entre Israel y Egipto por la situación de la Península del Sinaí-. Aunque en la actualidad, esta colectividad, ha manifestado su voluntad de someterlo a un referendo, de todas formas, esto sería observado con escepticismo especialmente por Israel. Desde Tel Aviv, no se ve con buenos ojos una llegada de la oposición islamista al poder en Egipto, ya que consideran que la situación con los palestinos -que ya es frágil- puede verse agudizada ante una situación como esa. También, porque ésta ya sería la segunda "pérdida" de un aliado para Israel, ya que durante el año pasado, las relaciones entre Tel Aviv y el régimen de Ankara ya se vieron fuertemente tocadas después del asalto a la "Flotilla de la Libertad".

En conclusión, estamos ante un panorama sumamente complejo, con una enorme cantidad de aristas y que alguna modificación sustantiva en alguna de ellas, traerá consecuencias absolutamente directas en las demás. Lo que sí podemos afirmar respecto a la situación en Egipto, es que de ninguna manera, el actual Presidente tendrá una base de legitimidad para permanecer en el poder hasta septiembre como el mismo lo había estimado. Esperamos que a la brevedad, las preguntas que lanzamos en los párrafos anteriores puedan responderse con el pasar de las próximas semanas.