domingo, 6 de febrero de 2011

Los efectos de las crisis en Túnez y Egipto para el mundo árabe

Mientras que en Egipto la evolución a la crisis política empieza a dar tenues señales de "mejora" -tras la reunión entre el Vicepresidente egipcio, Omar Suleiman con autoridades de los partidos de oposición- en el mundo árabe, el resto de los países entendieron que los efectos de las crisis en Túnez y Egipto tenían que ser contenidas antes de que se traspasaran al resto de la región. En esta columna, nos enfocaremos en revisar en primer lugar, los efectos de las crisis egipcio-tunecinas para una serie de países en el mundo árabe y luego, analizar cómo ha evolucionado el conflicto o crisis política en Egipto junto con su escenario más probable en vista de los últimos acontecimientos.

En la misma región del Magreb -que Túnez comparte con otros países como Marruecos, Libia y Argelia- en todos esos casos, a grosso modo han decidido inyectar fondos para asegurar proyectos de vivienda y programas de empleo. Recordemos que tanto en las crisis de Túnez como de Egipto, uno de los factores se dio con la situación de una juventud sumida en la pobreza y con nulas posibilidades de empleo. De ahí que sean entendibles estas medidas paliativas de los países magrebíes. Pero otros países fuera del Magreb, como por ejemplo, el caso de Jordania, el monarca Abdullah ha acelerado el proceso de reforma que conduzca a una mejoría del país. Como lo diría en sus propias palabras, "queremos reformas que allanen el camino para que nuestro pueblo tenga grandes oportunidades y una vida digna". A pesar de esto, la situación dentro de Jordania no es vista con buenos ojos por los islamistas -o al menos, los islamistas más radicales- que denuncian una serie de escándalos de corrupción y una reforma a la ley electoral. Por lo pronto, la situación en Jordania no ha pasado a mayores, ya que el principal referente de oposición, el Frente de Acción Islámica ha señalado que a diferencia de Egipto no desean un cambio de régimen, sino que sólo reformas políticas.

Resulta curioso revisar cómo ha evolucionado desde la última revisión de la crisis en Egipto, los acontecimientos actuales. Si hacemos una pincelada, recordaremos fácilmente que señalábamos en la columna anterior, que en Egipto se dio un proceso de "agotamiento político" con el régimen de Hosni Mubarak. No podía ser de otra forma, porque las iniciativas de las manifestaciones se deben a la pérdida de apoyo que ha constatado el Presidente egipcio ante la incapacidad de generar eficazmente reformas políticas que conduzcan a una mayor libertad para su población -quien desde 1981 ha tenido que acostumbrarse a vivir bajo "estado de excepción"- y también, ante la creación de empleos, que ha sido un fuerte golpe con el que ha tenido que lidiar especialmente la población más joven.

Sumémosle además, la postura de los Hermanos Musulmanes y las denuncias sobre "fraude electoral" en los comicios legislativos de noviembre -que ya habíamos comentado anteriormente- y que entender este aspecto, resultaría fundamental para una comprensión integral del panorama en Egipto. Resulta que tal como lo habíamos advertido, esta acusación ha ayudado a generar un "programa común" de los partidos de oposición para denunciar las malas prácticas del gobierno egipcio.

Ahora bien, desde aquél entonces, se han dado interesantes pasos -y curiosos al mismo tiempo- que puedan sentar un precedente para el proceso de transición. El primero de ellos, es la reunión de los partidos de oposición -incluyendo a los Hermanos Musulmanes- con el Vicepresidente, Omar Suleiman para pedir una serie de reformas constitucionales, orientadas básicamente a los requisitos para ser candidato presidencial, el número de mandatos que puede tener el Jefe de Estado y el fin de la Ley de Emergencia, vigente desde 1981.

También hay una señal que no podemos pasar por alto y es la renuncia de parte de la cúpula del Partido Nacional Democrático (PND), el partido oficialista en el que militan tanto Mubarak como su entorno más cercano. Su hijo, Gamal Mubarak contaba con el puesto de Presidente del comité político del partido, al que también se desligó.

En la política internacional son importantes los hechos, pero también las señales, y en este sentido, podemos apreciar que la renuncia -especialmente la de Gamal a su puesto que lo ligaba al PND- es una de ellas. ¿Podría interpretarse como un intento de "despolitizar" la imagen de Gamal, para legimitar una continuidad de la era Mubarak en Egipto?

Esto es relevante si recordamos la crisis tunecina, donde al primer intento de formar un gabinete por parte del Primer Ministro, Mohamed Ghanuchi se le criticó el hecho de que permanecieran miembros del régimen de Ben Alí -que militaban a su vez en el RCD-. Como una forma de calmar los ánimos, Ghanuchi intentó "despolitizar" el gabinete haciendo que sus ministros renunciaran a su militancia en el RCD, intento que a la larga no prosperó. En base a esto, bien podríamos imaginar que ese intento de despolitizar a Gamal intente allanarle el camino que los ministros en Túnez no pudieron encontrar.

Lo cierto, es que por ahora todo parece indicar una cierta calma. Dado el complejo momento que atraviesa la crisis en Egipto, hay un hermetismo para las conversaciones sobre una eventual dimisión de Mubarak, pero -según las estimaciones- quedaría como posible sustituto en el proceso de transición, su Vicepresidente Omar Suleiman.

Independiente de todo esto, está claro que Mubarak no podrá quedarse hasta septiembre como él lo manifestó en la prensa, pero esa no debería ser nuestra inquietud. Lo que realmente preocupará no sólo a Egipto, sino que también a Occidente, serán las elecciones presidenciales que durante este año -según la agenda- deberían realizarse en el país.

Sería bueno preguntarse si las manifestaciones en Egipto, ¿desean la renuncia sólo de Hosni Mubarak o bien, a la renuncia de cualquier vínculo del PND con el poder en Egipto? Si fuera así, ¿entonces la figura de Gamal Mubarak sería legítima al desligarse del partido oficialista?

Hasta ahora, el proceso de "transición" en Egipto ha sido increíblemente más complejo que el tunecino, lo que es comprensible dado a que como ya lo habíamos sostenido, este país representa una importancia estratégica para Occidente e Israel. Para Occidente, porque básicamente desde el régimen de Mubarak, se ha asegurado el libre tránsito petrolífero por el Canal de Suez -una importante ruta por la que atraviesan los buques petroleros pesados-. Se cree que aproximadamente unas 35.000 embarcaciones pasan al año por este canal, transformándolo en una de las principales rutas de carga pesada en todo el mundo. Por más que a priori se consideraría como algo marginal su equivalencia de transportar aproximadamente el 1% de la producción mundial, no deja de ser cierto que un eventual cierre del canal, dispararía el precio del crudo al tener que buscar rutas alternativas para el comercio de éste hidrocarburo.

Por otro lado, para Israel la situación en Egipto también es clave para sus intereses estratégicos. En el peor de los escenarios, Israel vería como los Hermanos Musulmanes -ante una posibilidad de llegar al poder- puede ver afectada su seguridad dado a que los Hermanos Musulmanes tradicionalmente no reconocen los Acuerdos de Camp David -que pusieron fin a las hostilidades entre Israel y Egipto por la situación de la Península del Sinaí-. Aunque en la actualidad, esta colectividad, ha manifestado su voluntad de someterlo a un referendo, de todas formas, esto sería observado con escepticismo especialmente por Israel. Desde Tel Aviv, no se ve con buenos ojos una llegada de la oposición islamista al poder en Egipto, ya que consideran que la situación con los palestinos -que ya es frágil- puede verse agudizada ante una situación como esa. También, porque ésta ya sería la segunda "pérdida" de un aliado para Israel, ya que durante el año pasado, las relaciones entre Tel Aviv y el régimen de Ankara ya se vieron fuertemente tocadas después del asalto a la "Flotilla de la Libertad".

En conclusión, estamos ante un panorama sumamente complejo, con una enorme cantidad de aristas y que alguna modificación sustantiva en alguna de ellas, traerá consecuencias absolutamente directas en las demás. Lo que sí podemos afirmar respecto a la situación en Egipto, es que de ninguna manera, el actual Presidente tendrá una base de legitimidad para permanecer en el poder hasta septiembre como el mismo lo había estimado. Esperamos que a la brevedad, las preguntas que lanzamos en los párrafos anteriores puedan responderse con el pasar de las próximas semanas.

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