domingo, 30 de enero de 2011

Egipto y el balance de poder en Medio Oriente

Egipto está viviendo desde el pasado 25 de enero una crisis política sin precedentes. Los manifestantes que se han visto inmersos en violentas protestas, piden la renuncia del Presidente egipcio, Hosni Mubarak que este año cumplía treinta años en el poder. Es curioso, porque la figura de Mubarak en sus 30 años de gobierno, pocas veces -por no decir nunca- había sido puesta en tela de juicio, al menos públicamente hablando. Era un mandatario fuertemente respetado y temido quien además, contaba con la lealtad absoluta del ejército y la policía y que en varias ocasiones no vaciló en utilizarlas para frenar las manifestaciones de la población. En esta oportunidad, Mubarak aún decretando un toque de queda, no ha logrado contener la ira social que exige su salida del poder. Este proceso -aparte de pedir la renuncia de Mubarak- ha generado la petición por parte de los manifestates de exigir más democracia y una serie de reformas políticas que apunten a esta dirección. Es un proceso que sin duda se vió inspirado en la manifestación "a la tunecina" que terminó sacando al Presidente de Túnez, Ben Alí. En esta columna revisaremos lo ocurrido en Egipto, pero también las consecuencias que traerá este proceso para el Medio Oriente, ya que considerando los hechos ocurridos en Túnez y Egipto, podría realmente sentar un precedente para nuevos procesos de desestabilización en otros países actualmente frágiles, como son los casos de Argelia, Jordania y Yemen. Especialmente nos centraremos más adelante en este último caso.

Desde el 25 de este mes, Egipto fue un escenario realmente complejo en términos políticos y sociales. Las manifestaciones que se recrudecieron con el pasar de los días, exigían la renuncia del Presidente Hosni Mubarak, quien -como mencionábamos- lleva treinta años en el poder. Mubarak como una forma de contener esta presión, sacó a los efectivos de la policía y el ejército para repeler a los manifestantes. Esto no ha tenido efecto alguno en la población, ya que los manifestantes que exigen su salida no sólo han desafiado el toque de queda, sino que además, en las imágenes que se han podido ver por televisión, se muestran a ciudadanos egipcios subiéndose a las tanquetas y vehículos del ejército. Realmente están cambiando las cosas en esas latitudes. Hace años atrás, sería impensable que en Egipto, la población se enfrentara de esta forma al régimen de Mubarak y vemos que sin embargo, actualmente se está haciendo. Sin perjuicio de lo anterior, el costo de esta rebelión está siendo alto, ya que más de un centenar de personas ha muerto desde el inicio de las hostilidades.

La verdad de las cosas, es que Egipto ha seguido básicamente la misma tendencia que la mayoría de los países del mundo árabe que se encuentran actualmente en una fragilidad institucional. Existen altos índices de desempleo, acusaciones de corrupción y fuertes alzas en los precios de los alimentos. A esto se sumó un elemento impensable que -al menos hasta hace pocos años- era imaginable: el agotamiento político por medio de una revuelta social contra el régimen. Al comienzo, el Presidente egipcio contó con una base de apoyo que se desarrolló en función de la estabilidad interna y del desarrollo del país, sin embargo y especialmente en los últimos años, Mubarak comenzó a constatar por parte de la población un proceso de agotamiento político que buscaba la generación de nuevas reformas y una mayor libertad. Lo que ocurrió y ocurre en Túnez se ha usado como un catalizador para las manifestaciones en Egipto.

Las medidas que a priori utilizó Mubarak para contener las actuales manifestaciones, eran conocidas por todos. Utilizar a las fuerzas de orden es una medida que Mubarak ya había utilizado con anterioridad. Pero a diferencia de otras ocasiones, el respeto por la autoridad se ha perdido por completo, no teniendo efectos positivos para el Presidente egipcio. A ello, Mubarak sumó la medida de remover a todo su gabinete, pero no dando indicios de abandonar el poder. Por tanto, las manifestaciones se han mantenido con igual fuerza desde el anuncio presidencial.

Dentro de esta renovación de gabinete, se debe destacar el nombramiento por primera vez de un Vicepresidente, el cual es Omar Suleiman, quien era el director de los servicios de inteligencia egipcios y es visto como una persona apoyada por el ejército, los servicios de inteligencia, las fuerzas de seguridad y Estados Unidos. Una decisión que poco parece ayudar para la resolución de la crisis política.

Lo que los manifestantes y los Hermanos Musulmanes -el principal referente de oposición- están pidiendo, son fundamentalmente tres cosas. La salida de Mubarak del país, la formación de un gobierno de transición y la celebración de elecciones libres. Sin embargo, es importante dejar claro que mas allá del contexto actual, la situación en Egipto ya se estaba volviendo tensa desde hace al menos dos meses. El partido opositor, Hermanos Musulmanes a fines de noviembre había logrado que sólo dos de sus militantes lograran obtener escaños en la Cámara Baja durante la celebración de la primera vuelta de las elecciones legislativas; por lo que decidieron retirarse de la segunda vuelta de unas elecciones que ellos catalogaron como "inválidas". Es relevante esta acusación, porque si recordamos las elecciones legislativas del 2005, la oposición logró obtener 88 de los 508 escaños. Esto sería lo que en un comienzó gatilló una polarización política que con el pasar de los meses, se agudizó hasta lo que presenciamos en Túnez y sería lo que inspiró a las revueltas populares que todos conocemos.

La situación en Egipto se ha visto complejizada con el asesinato del Director de la prisión de Fayoum -al Oeste del país- lugar desde donde se habrían fugado unos 700 reos. Con señales como éstas se debería tomar seriamente en consideración la posibilidad de encauzar a la brevedad la violencia en Egipto.

Resulta paradójico que precisamente este año era crucial para Egipto, ya que tiene en su agenda una elección presidencial. Hasta ahora no era claro si el Presidente Mubarak -que a sus 82 años- decidiría contender o si por el contrario, allanaría el camino para su hijo, Gamal quien se ha preparado para llegar al poder, aunque no cuenta con un gran respaldo popular. Lo que sí está claro, es que en cualquier caso, el oficialismo se verá con grandes dificultades internas para seguir en el poder. No es descabellada la idea de que si las fuerzas de oposición se rearman, los Hermanos Musulmanes puedan acceder al poder en un futuro próximo. De ser así, esto sentará dos consecuencias importantes. La primera, es que en un caso como éste el balance de poder en Medio Oriente se verá absolutamente modificado. Recordemos que Mubarak es un aliado clave para Occidente y que la asistencia militar proporcionada por su principal padrino político, Estados Unidos se aproxima a una cifra que asciende a los 1.500 millones de dólares anuales. De cambiarse el eje político oficialista, es probable que esta ayuda se vea mermada.

La segunda, es que tal como se ha mencionado, la desestabilización política en Medio Oriente puede generar un "efecto dominó" -término típicamente asemejado al colapso de la URSS y sus países satélite-. La diferencia está en que éste efecto dominó durante el marco de Guerra Fría, se sabía a qué países podría afectar, en cambio con lo que estamos viendo acá, es difícil pensar hasta dónde podría propagarse. Podría extenderse por el resto de los países del Magreb, así como algunos de África o Asia Central, que son regiones altamente frágiles desde el punto de vista político y social.

Creemos que de seguir esta tendencia, el próximo país más propenso a caer en un proceso de desestablización como el tunecino o el egipcio, será el caso de Yemen. Un país que al igual que los primeros dos casos, posee un Presidente con una alta cantidad de años en el poder y que posee además una oposición fuertemente silenciada y fragmentada. Sumémos también, las acusaciones de corrupción que pesan sobre el Presidente Yemení, Alí Abdullah Saleh, la pobreza extrema de la que es objeto, el alto nivel de cesantía y para finalizar, consideremos los intereses de las facciones houthis y sunníes y la relación que éstas podrían tener con el gobierno de Sanaá. Si se desea conocer más a fondo el caso de Yemen, recomendamos leer una columna anterior.

La situación en Egipto por ahora no decaerá hasta que Mubarak renuncie a su cargo. Sin embargo, no sólo serán claves los pasos que dé el aún Presidente egipcio, sino que también los militares también tendrán un papel clave. El apoyo que éstos reciban desde Estados Unidos se verá mermado en el caso que el país sufra un cambio brusco políticamente hablando, por lo tanto una instalación de la actual oposición en el poder podría no ser vista con buenos ojos por parte de los militares egipcios. Mañana lunes ya se podría poner en marcha el primer diálogo entre la oposición y los militares, así que habrá que mirar con atención ver cómo podría finalizar este conflicto que hasta el momento mucha sangre ha derramado.

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