Después de los debates que marcaron durante el año 2009 al seno de la Unión de Naciones Suramericanas -tras la iniciativa colombiana de instalar siete bases estadounidenses en su territorio- finalmente éste organismo logró encontrar un punto de convergencia real: La crisis humanitaria que se vive en Haití tras el sismo que azotó al país centroamericano a inicios de enero.
Es una iniciativa modesta, pero con la que se puede avanzar lentamente hacia otros temas o bien -si la inteligencia diplomática del bloque lo permite- perfectamente podrían agregarse algunas de las mociones que fueron presentadas por la propuesta peruana en el "Protocolo para la Paz, Seguridad y Cooperación", específicamente al segundo lineamiento que fue presentado por las autoridades del país del Rímac que trata sobre la creación de una fuerza de paz regional. Más adelante, se profundizará este último aspecto.
Lo que se vio en esta última cumbre de Quito, nos puso de manifiesto dos elementos claves. Primero, que la integración es un fenómeno real y que trasciende las fronteras, incluso las fronteras de la propia UNASUR, ya que hay que recordar que Haití, no es uno de los Estados miembros del bloque por razones más que evidentes. Segundo, existe una voluntad política por fortalecer la institucionalidad democrática de los países con debilidades en este punto, ergo se siga una línea de respeto hacia los aspectos de la soberanía que se enmarcan en las Constituciones de sus Estados miembro.
La resolución dada por el bloque regional -que aprueba un envío de 100 millones de dólares- se enmarca según la propia declaración para que "ejecute las actividades de asistencia humanitaria a la población haitiana y promueva el desarrollo social, económico e institucional".
Como forma de complementar la ayuda, algunos mandatarios -como el caso del venezolano Hugo Chávez- decidió condonar la deuda externa que Haití mantenía con su nación por los suministros de combustible con la estatal PetroCaribe. Esta deuda estaba en el orden de los 395 millones de dólares. Pero la ayuda desde Caracas no ha quedado hasta ahí. También decidieron mantener -sin costo alguno- la cuota de combustible que acostumbraban a enviar al castigado país centroamericano. Sin duda, ha sido una iniciativa muy loable desde Venezuela.
Sin perjuicio de lo anterior, hay otras formas de complementar la ayuda y que -dada la coyuntura- podrían ser muy interesantes de impulsar. En este sentido, vuelvo al inicio cuando se mencionó la inclusión de alguno de los tópicos que presentaba el "Protocolo para la Paz, Seguridad y Cooperación" impulsado por Torre Tagle; específicamente el que hace referencia a la creación de una fuerza de paz para enfrentar amenazas intra o extraregionales. Este punto, al menos es concordante si revisamos algunas declaraciones que hace semanas manifestaron algunos de los Presidentes del ALBA, cuando se mostraron muy negativos al enterarse de la entrada de una fuerza no menor de efectivos militares estadounidenses a Puerto Principe y otras ciudades de Haití.
Por lo tanto, la coyuntura ha dejado de manifiesto un camino libre para poner a prueba la voluntad política en este sentido. Si realmente algunos países no quieren ver -por razones ideológicas, políticas o económicas- a efectivos militares estadounidenses, se puede ver aún más fortalecida esta iniciativa. A su vez, reforzaría la premisa de que las condiciones en cuanto a la preparación profesional de los efectivos militares de la región, son suficientes para recibir la responsabilidad de sostener una operación de paz, tal y como se presenció al "evolucionar" desde la MIFH a la MINUSTAH. Recordemos que como se mencionó en una columna anterior, la intervención de Naciones Unidas en Haití que comenzó en 2004 con la MIFH (Multinational Interim Force in Haiti, compuesta por Canadá, Chile, Estados Unidos y Francia) es relevada después de dos meses por la MINUSTAH (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití), que tiene la característica fundamental de poseer una alta presencia de fuerzas militares regionales. En este sentido, se integran países como Argentina, Brasil, Guatemala, Perú, Uruguay, mientras se suman países de fuera de la región como España, Marruecos, Sri Lanka, Nepal, entre otros.
Por lo tanto, los países de la región tienen un precedente bastante significativo en el sentido de que se encuentran perfectamente capacitadas tanto a nivel profesional como moral para adquirir así, un nivel de protagonismo aún mayor en aras de resolver el estado de ingobernabilidad de Haití.
Ahora bien, volviendo al tema de la inclusión del segúndo tópico que proponía el "Protocolo para la Paz, Seguridad y Cooperación", podemos decir que si la agilidad diplomática en algunos países de la región se cierra en mostrar la creación de una fuerza regional en forma conjunta con la limitación del gasto militar que promovía Perú, no habrá avances en lo sustantivo, pero quizás, si se considera por sí sola la creación de una fuerza regional para enfrentar estos desastres, la UNASUR puede encontrar una interesante forma de captar legimitidad.
Es por ello, que es sumamente relevante que los países sepan digerir lo que nos está mostrando la coyuntura y se pueda plasmar postivamente con estas alternativas reales de integración. Esperemos que más temprano que tarde, algunas autoridades de la UNASUR se pronuncien para estudiar un caso como el descrito más arriba.
Es una iniciativa modesta, pero con la que se puede avanzar lentamente hacia otros temas o bien -si la inteligencia diplomática del bloque lo permite- perfectamente podrían agregarse algunas de las mociones que fueron presentadas por la propuesta peruana en el "Protocolo para la Paz, Seguridad y Cooperación", específicamente al segundo lineamiento que fue presentado por las autoridades del país del Rímac que trata sobre la creación de una fuerza de paz regional. Más adelante, se profundizará este último aspecto.
Lo que se vio en esta última cumbre de Quito, nos puso de manifiesto dos elementos claves. Primero, que la integración es un fenómeno real y que trasciende las fronteras, incluso las fronteras de la propia UNASUR, ya que hay que recordar que Haití, no es uno de los Estados miembros del bloque por razones más que evidentes. Segundo, existe una voluntad política por fortalecer la institucionalidad democrática de los países con debilidades en este punto, ergo se siga una línea de respeto hacia los aspectos de la soberanía que se enmarcan en las Constituciones de sus Estados miembro.
La resolución dada por el bloque regional -que aprueba un envío de 100 millones de dólares- se enmarca según la propia declaración para que "ejecute las actividades de asistencia humanitaria a la población haitiana y promueva el desarrollo social, económico e institucional".
Como forma de complementar la ayuda, algunos mandatarios -como el caso del venezolano Hugo Chávez- decidió condonar la deuda externa que Haití mantenía con su nación por los suministros de combustible con la estatal PetroCaribe. Esta deuda estaba en el orden de los 395 millones de dólares. Pero la ayuda desde Caracas no ha quedado hasta ahí. También decidieron mantener -sin costo alguno- la cuota de combustible que acostumbraban a enviar al castigado país centroamericano. Sin duda, ha sido una iniciativa muy loable desde Venezuela.
Sin perjuicio de lo anterior, hay otras formas de complementar la ayuda y que -dada la coyuntura- podrían ser muy interesantes de impulsar. En este sentido, vuelvo al inicio cuando se mencionó la inclusión de alguno de los tópicos que presentaba el "Protocolo para la Paz, Seguridad y Cooperación" impulsado por Torre Tagle; específicamente el que hace referencia a la creación de una fuerza de paz para enfrentar amenazas intra o extraregionales. Este punto, al menos es concordante si revisamos algunas declaraciones que hace semanas manifestaron algunos de los Presidentes del ALBA, cuando se mostraron muy negativos al enterarse de la entrada de una fuerza no menor de efectivos militares estadounidenses a Puerto Principe y otras ciudades de Haití.
Por lo tanto, la coyuntura ha dejado de manifiesto un camino libre para poner a prueba la voluntad política en este sentido. Si realmente algunos países no quieren ver -por razones ideológicas, políticas o económicas- a efectivos militares estadounidenses, se puede ver aún más fortalecida esta iniciativa. A su vez, reforzaría la premisa de que las condiciones en cuanto a la preparación profesional de los efectivos militares de la región, son suficientes para recibir la responsabilidad de sostener una operación de paz, tal y como se presenció al "evolucionar" desde la MIFH a la MINUSTAH. Recordemos que como se mencionó en una columna anterior, la intervención de Naciones Unidas en Haití que comenzó en 2004 con la MIFH (Multinational Interim Force in Haiti, compuesta por Canadá, Chile, Estados Unidos y Francia) es relevada después de dos meses por la MINUSTAH (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití), que tiene la característica fundamental de poseer una alta presencia de fuerzas militares regionales. En este sentido, se integran países como Argentina, Brasil, Guatemala, Perú, Uruguay, mientras se suman países de fuera de la región como España, Marruecos, Sri Lanka, Nepal, entre otros.
Por lo tanto, los países de la región tienen un precedente bastante significativo en el sentido de que se encuentran perfectamente capacitadas tanto a nivel profesional como moral para adquirir así, un nivel de protagonismo aún mayor en aras de resolver el estado de ingobernabilidad de Haití.
Ahora bien, volviendo al tema de la inclusión del segúndo tópico que proponía el "Protocolo para la Paz, Seguridad y Cooperación", podemos decir que si la agilidad diplomática en algunos países de la región se cierra en mostrar la creación de una fuerza regional en forma conjunta con la limitación del gasto militar que promovía Perú, no habrá avances en lo sustantivo, pero quizás, si se considera por sí sola la creación de una fuerza regional para enfrentar estos desastres, la UNASUR puede encontrar una interesante forma de captar legimitidad.
Es por ello, que es sumamente relevante que los países sepan digerir lo que nos está mostrando la coyuntura y se pueda plasmar postivamente con estas alternativas reales de integración. Esperemos que más temprano que tarde, algunas autoridades de la UNASUR se pronuncien para estudiar un caso como el descrito más arriba.
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