miércoles, 24 de febrero de 2010

Institucionalidad regional: ¿Qué es lo que de verdad necesitamos?

La Cumbre del Grupo de Río que clausuró el pasado martes 23 del presente, ha culminado con una novedosa declaración conjunta: Avanzar en sus futuras reuniones con la creación de una entidad regional que trabaje paralelamente a la Organización de Estados Americanos. Una declaración que resulta a lo menos llamativa en momentos donde aún no se ha podido conseguir un consenso en términos de darle más funcionalidad a otra de las tantas organizaciones regionales que tenemos en la palestra como por ejemplo, el especial caso de la UNASUR. De todas formas, la declaración per se nos muestra que la OEA ha pasado por un proceso de agotamiento estructural que ha sido explicitado con una débil actuación en la crisis hondureña. Por lo tanto, lo que se vio en Cancún durante esta convergencia del bloque, no hizo más que mostrarnos un fenómeno que es evidente, pero que al mismo tiempo, es necesario encauzarlo de buena forma. La creación de una institucionalidad regional que articule las demandas políticas, económicas, sociales y culturales ha sido una tarea que en común han tenido que atravesar regiones como la europea, la asiática o la africana y que ciertamente, nuestra región no ha estado excenta al respecto.

En este sentido, América Latina ha aprendido la lección -especialmente la proveniente desde Europa- ya que nuestra región ha aprendido sobre integración, sobre seguridad regional, sobre Medidas de Confianza Mutua (MCM) y una serie de otras iniciativas que han favorecido la distensión entre los Estados así como sus potenciales conflictos que alteraban la seguridad regional. En lo que respecta a esto último, probablemente la OEA y el TIAR han demostrado ser las instituciones por excelencia que han articulado el aspecto político y político-estratégico de la región, pero es natural que se hayan visto afectadas por cambios en aspectos estructurales y coyunturales, ya que basta con recordar que ambas instituciones fueron creadas bajo un marco de Guerra Fría y que por lo tanto, su sustento ideológico y práctico se fundamentaba en lo que marcó el conflicto bipolar del siglo pasado. Poder comprender estas fallas estructurales son claves para poder tomar las medidas que como región necesitamos urgentemente enmendar en vista de este fenómeno de "desbordamiento institucional".

La iniciativa de crear un entidad realmente representativa y pluralista es una necesidad que cuanto antes debe ser materializada. La región debe comprender que el problema no pasa por crear más instituciones, el problema pasa por articular de mejor forma el radio de acción de una entidad central que tenga un mayor número de atribuciones. Por ese motivo, no ha existido un avance en lo práctico ni por la UNASUR, ni por la OEA, ni por la CAN, ni por el Parlamento Andino, ni por el ALBA y un largo etcétera, ya que cada entidad rema a su lado por el sencillo hecho que cada una se limita en sus atribuciones, dejando nula la capacidad de fortalecer su funcionamiento hacia otros campos y sub-regiones.

Si se ha criticado el tema de la representatividad regional en una institución única e inclusiva, entonces lo planteado por el Grupo de Río sería una iniciativa interesante y que por cierto, esperamos que toque tierra firme; pero si paralelamente a ello, se busca potenciar otras instituciones regionales como las que ya hay creadas, habrá un descontrol y una falta de operatividad y confusión por el sencillo hecho que no se sabrá finalmente a qué institución recurrir.

La región ya tiene una experiencia interesante con la UNASUR, pero no es suficiente. Lo que debe existir en la realidad, es buscar un mecanismo para la creación de una institución que -como bien se pretendió en esta última cumbre del Grupo de Río- busque funcionar primeramente como paralela a la OEA para finalmente reemplazarla, ya que en esta última el fantasma de la Guerra Fría aún pesa sobre sus hombros. Debe existir un reemplazo de la OEA, pero que no descuide otros países que también necesitan ser miembros regionales como Estados Unidos y Canadá, precisamente dos países que se pretenden dejar fuera de este grupo. Quizás esa sea la forma que necesita la región para poder avanzar realmente en una integración completa, dándole así un margen de acción mayor a una única entidad encargada del aspecto económico, social y de seguridad que englobe las necesidades regionales. Ahora si por motivos ideológicos algunos países se cierran en ser "compañeros de banco" con Estados Unidos, entonces nos tendremos que limitar a ver el desborde institucional que vemos actualmente.

Es por ello, que se insiste. Mal se puede llegar a pensar que la región necesita un abanico de instituciones. Lo que debe existir, es una única institución con una articulación de funciones mayor que la que vimos en la OEA o incluso, la misma UNASUR. Sólo así se podrá avanzar, pero como es de esperarse, esto debe traer de la mano la voluntad política necesaria. Precisamente la traba mayor que nos impide seguir avanzando y que ha terminado por polarizar crecientemente a nuestra región.

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