"La política exterior es una política de Estado". En más de alguna ocasión hemos oído esta frase para reflejar un consenso a nivel país en lo que respecta el manejo de la política internacional y principalmente la que se construye con países vecinos. Sin embargo, en el campo diplomático parece ser que este fenómeno se ve más en la teoría, porque en la praxis sí existen cambios sustantivos en el manejo de la política exterior. Un reflejo claro de esto, lo encarna nuestro vecino país del norte.
Durante el año 2009, la Presidenta Michelle Bachelet fijó -bajo el Ministerio de Relaciones Exteriores- los lineamientos para llevar con Perú unas "relaciones inteligentes" donde no se vieran afectadas las relaciones en el campo comercial y que de esta forma, se "encapsulara" la demanda marítima ante la Corte Internacional de Justicia, de tal forma, que una cosa no impida el correcto funcionamiento de la otra.
Esta moción parece haber fracasado rotundamente y las consecuencias están a la vista. De todos los sucesos que el 2009 marcaron negativamente el desarrollo de las relaciones chileno-peruanas, hay que reconocer que éstas aún se encuentran "tocadas" por la acusación de espionaje y un eventual sometimiento ante el Tribunal Constitucional de Perú respecto al Tratado de Libre Comercio que el país del Rímac firmó con nuestro país en 2006, pero que entró en ejecución recién en marzo del 2009.
A ello hay que sumarle la crisis diplomática que generó el llamado a consultas de Carlos Pareja -el Embajador de Perú en nuestro país- cuando en la prensa peruana se reveló la supuesta acusación de espionaje, también la negativa de Alan García de reunirse con Bachelet en la cumbre de APEC y finalmente la cancelación de la visita de la Ministra de Producción, Mercedes Aráoz a nuestro país para explicar los alcances del "Pacto de No Agresión". Tampoco debemos olvidar, que para la conmemoración de nuestro aniversario patrio en septiembre de 2009, una delegación peruana que se presentaría en la embajada chilena en Lima, finalmente decidió no asistir; incluso habiendo confirmado su participación al evento. La explicación que se dio, fue una supuesta "descoordinación" de las autoridades peruanas, dejando claro al mismo tiempo que "los funcionarios son libres de ir a las fiestas que los inviten". Lo anterior es cierto, pero hay compromisos protocolares que cumplir, especialmente si se trata de asuntos diplomáticos que pueden dañar las relaciones vecinales.
En síntesis, los casos que podríamos traer a colación son bastantes y es evidente que toda esta "relación inteligente" no ha resultado como tal. ¿Ha sido una idea mal articulada desde Santiago?. Claro que no. Toda idea que implique mejorar las relaciones con países de la región y especialmente, la de los países vecinos es una iniciativa loable, pero aunque en diplomacia se apueste por estas medidas, el momento no es el oportuno. Desde que se interpuso la demanda marítima en enero del 2008, la efeversencia del nacionalismo peruano ha sido la tónica del discurso político. Es sabido por la mayoría de la opinión pública que los guiños nacionalistas traen créditos políticos. Esto se ha visto tanto desde Perú hacia Chile como desde Chile hacia Perú.
Pero hay otro tema que se instala al medio y que en realidad, es el tema de fondo. Se deben construir, pero no mezclar dos relaciones chileno-peruanas. Una en el corto plazo, que vendrá en la era post Bachelet y que deberá ponerse a prueba al menos en los primeros seis meses de mandato y otra en el plano post demanda marítima. Ambas relaciones deberán articularse bajo el gobierno entrante, de manera que es sumamente importante que la coalición que gobierne esté a la altura de este desafío. Entedemos que habrán matices distintos desde el punto de vista programático, pero deben apuntar en cualquier caso al salvoguardo de una relación constructiva más que inteligente.
Por lo tanto, las "relaciones inteligentes", "las cuerdas separadas" y tantas otras nomenclaturas que recibieron estas mociones, son parte del pasado. Se debe empezar a rearticular en la futura Cancillería los errores que marcaron la relación del 2009 y a partir de ahí, ver si por motivos coyunturales conviene estar más cerca o más lejos de las relaciones que contaminen el panorama bilateral.
A dos semanas de los comicios presidenciales, es de esperar que el futuro gobierno que entre a La Moneda, sin importar el que sea, esté consciente del desafío que se viene y que dicho sea de paso, será un obstáculo no menor para el mediano plazo, porque la relación que marcará los próximos años -incluso los que vengan fuera del período 2010/2014- estará pauteado por lo dicte la Corte de La Haya.
Durante el año 2009, la Presidenta Michelle Bachelet fijó -bajo el Ministerio de Relaciones Exteriores- los lineamientos para llevar con Perú unas "relaciones inteligentes" donde no se vieran afectadas las relaciones en el campo comercial y que de esta forma, se "encapsulara" la demanda marítima ante la Corte Internacional de Justicia, de tal forma, que una cosa no impida el correcto funcionamiento de la otra.
Esta moción parece haber fracasado rotundamente y las consecuencias están a la vista. De todos los sucesos que el 2009 marcaron negativamente el desarrollo de las relaciones chileno-peruanas, hay que reconocer que éstas aún se encuentran "tocadas" por la acusación de espionaje y un eventual sometimiento ante el Tribunal Constitucional de Perú respecto al Tratado de Libre Comercio que el país del Rímac firmó con nuestro país en 2006, pero que entró en ejecución recién en marzo del 2009.
A ello hay que sumarle la crisis diplomática que generó el llamado a consultas de Carlos Pareja -el Embajador de Perú en nuestro país- cuando en la prensa peruana se reveló la supuesta acusación de espionaje, también la negativa de Alan García de reunirse con Bachelet en la cumbre de APEC y finalmente la cancelación de la visita de la Ministra de Producción, Mercedes Aráoz a nuestro país para explicar los alcances del "Pacto de No Agresión". Tampoco debemos olvidar, que para la conmemoración de nuestro aniversario patrio en septiembre de 2009, una delegación peruana que se presentaría en la embajada chilena en Lima, finalmente decidió no asistir; incluso habiendo confirmado su participación al evento. La explicación que se dio, fue una supuesta "descoordinación" de las autoridades peruanas, dejando claro al mismo tiempo que "los funcionarios son libres de ir a las fiestas que los inviten". Lo anterior es cierto, pero hay compromisos protocolares que cumplir, especialmente si se trata de asuntos diplomáticos que pueden dañar las relaciones vecinales.
En síntesis, los casos que podríamos traer a colación son bastantes y es evidente que toda esta "relación inteligente" no ha resultado como tal. ¿Ha sido una idea mal articulada desde Santiago?. Claro que no. Toda idea que implique mejorar las relaciones con países de la región y especialmente, la de los países vecinos es una iniciativa loable, pero aunque en diplomacia se apueste por estas medidas, el momento no es el oportuno. Desde que se interpuso la demanda marítima en enero del 2008, la efeversencia del nacionalismo peruano ha sido la tónica del discurso político. Es sabido por la mayoría de la opinión pública que los guiños nacionalistas traen créditos políticos. Esto se ha visto tanto desde Perú hacia Chile como desde Chile hacia Perú.
Pero hay otro tema que se instala al medio y que en realidad, es el tema de fondo. Se deben construir, pero no mezclar dos relaciones chileno-peruanas. Una en el corto plazo, que vendrá en la era post Bachelet y que deberá ponerse a prueba al menos en los primeros seis meses de mandato y otra en el plano post demanda marítima. Ambas relaciones deberán articularse bajo el gobierno entrante, de manera que es sumamente importante que la coalición que gobierne esté a la altura de este desafío. Entedemos que habrán matices distintos desde el punto de vista programático, pero deben apuntar en cualquier caso al salvoguardo de una relación constructiva más que inteligente.
Por lo tanto, las "relaciones inteligentes", "las cuerdas separadas" y tantas otras nomenclaturas que recibieron estas mociones, son parte del pasado. Se debe empezar a rearticular en la futura Cancillería los errores que marcaron la relación del 2009 y a partir de ahí, ver si por motivos coyunturales conviene estar más cerca o más lejos de las relaciones que contaminen el panorama bilateral.
A dos semanas de los comicios presidenciales, es de esperar que el futuro gobierno que entre a La Moneda, sin importar el que sea, esté consciente del desafío que se viene y que dicho sea de paso, será un obstáculo no menor para el mediano plazo, porque la relación que marcará los próximos años -incluso los que vengan fuera del período 2010/2014- estará pauteado por lo dicte la Corte de La Haya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario