El año 2009 está por marcharse y justamente este último mes del año, se celebró en Dinamarca la Cumbre de Copenhague, organizada por las Naciones Unidas para revertir los efectos del calentamiento global junto con buscar una fórmula vinculante que comprometa a los Estados a reducir sus emisiones contaminantes. Los que seguimos de cerca esta cumbre, fuimos testigos de un fenómeno irreversible al que estaremos expuestos durante los próximos años: El sistema internacional que se había caracterizado por una tenue apariencia de cooperación a partir de la década de los noventa, está empezando a mostrar actualmente matices conflictivos en alza. Parecen haber varias razones para explicar este fenómeno.
Uno de ellos, puede atribuirsele a la crisis que ha venido golpeando desde 2008 en mayor o menor medida a los distintos Estados.
Otro, a la emergencia de nuevos focos económicos en Asia y en una serie de países, que podrán poner en jaque a los principales mercados occidentales.
Otra hipótesis parece ser que la reversión de la crisis económica tendrá que asumir medidas diferentes en el sistema de Estados. Es por ello que no podría haber un consenso en cuanto a la forma de revertir las medidas de contaminación en la Cumbre de Copenhague. Bien se sabe que China es el principal emisor de CO2 en combustibles como el carbón, pero también es cierto que China no estaría dispuesta a asumir medidas de atenuación si ve que otros Estados poco parecen ayudar en la moción. Sería irrisorio pensar que potencias en emergencia quieran disminuir un crecimiento sostenido que habían venido manifestando hace tiempo si ve que los principales Estados no tienen voluntad política para ceder.
Pese a toda especulación, lo cierto es que se ha perdido una oportunidad sumamente trascendental para lograr un compromiso vinculante de los Estados para revertir el efecto invernadero. Como sabemos, todo terminó en un acuerdo no vinculante, creado entre cuatro paredes que aún necesita hacer los lineamientos para lograr medidas efectivas entre Estados Unidos, China y otras potencias emergentes como Brasil, Sudáfrica o India.
Hay otro elemento interesante que es necesario traer a la palestra. La presencia de Barack Obama -quien anunció asistir al cierre de la cumbre multilateral- fue percibida como una muestra real de voluntad para lograr un avance sustantivo en la contaminación proveniente desde el gigante del norte, sin embargo, poco tuvo que ver una cosa con la otra. Para bien o para mal, los estadistas son elegidos para salvoguardar los intereses nacionales y desde ese punto de vista, mal se podría pensar que Obama podría anunciar poner el freno en las emisiones contaminantes desde Estados Unidos, en momentos donde la Secretaría del Tesoro ha venido interviniendo en el mercado interno desde hace tiempo, incluso en la administración Bush se presentó este fenómeno. Estados Unidos comprendió perfectamente que debía priorizar un reordenamiento de sus mercados para recién empezar a pensar en medidas multilaterales.
El problema de todo esto, es que se está dando un mal enfoque al tema del calentamiento global, porque las consecuencias de esto se están viendo actualmente y si bien es cierto, que el futuro que nos espera no es nada alentador -porque hay estudios científicos que así lo avalan- ya hay consecuencias del calentamiento global que nos afectan directamente en nuestra vida, el tema es si queremos que esto se intensifique en el futuro. Al parecer, esto no fue estudiando tan a fondo por los Estados y si lo fue, están actuando en función de intereses sabiendo lo que se viene para los próximos años.
Desde hace bastante tiempo se viene mostrando un fenómeno de inoperancia en las organizaciones regionales y multilaterales como producto de la segmentación de las cuotas de poder en el sistema de Estados. Estos actores que en un principio mostraron voluntad para cambiar el orden mundial, han vuelto atrás para salvoguardar sus intereses en desmedro de otros. No es alarmista esta predicción, sino más bien, se asemeja perfectamente al escenario mundial que vivimos.
Lamentablemente lo que vimos en Copenhague fue un fiel reflejo del sistema internacional que se ha gestado. Un sistema multilateralista, increíblemente más complejo que cualquiera de los anteriores que se han apreciado en la historia de la humanidad, donde se ve que las Organizaciones Internacionales si bien han ganado protagonismo en el sentido de que no es posible que los Estados operen por sí solos, se aprecia al mismo tiempo una falta de consenso que proviene desde los mismos Estados para hacer más integrador nuestro mundo.
En resumen, la Cumbre de Copenhague terminó en un acuerdo interno entre potencias y potencias emergentes con un acuerdo débil, sin vinculación entre ellos y que dejará en duda cuándo y cómo comenzaría a verse un avance en las medidas de contrarresto a las emisiones contaminantes. Mientras tanto, la humanidad y el medioambiente fue el gran perdedor de lo que se vio en Dinamarca.
Uno de ellos, puede atribuirsele a la crisis que ha venido golpeando desde 2008 en mayor o menor medida a los distintos Estados.
Otro, a la emergencia de nuevos focos económicos en Asia y en una serie de países, que podrán poner en jaque a los principales mercados occidentales.
Otra hipótesis parece ser que la reversión de la crisis económica tendrá que asumir medidas diferentes en el sistema de Estados. Es por ello que no podría haber un consenso en cuanto a la forma de revertir las medidas de contaminación en la Cumbre de Copenhague. Bien se sabe que China es el principal emisor de CO2 en combustibles como el carbón, pero también es cierto que China no estaría dispuesta a asumir medidas de atenuación si ve que otros Estados poco parecen ayudar en la moción. Sería irrisorio pensar que potencias en emergencia quieran disminuir un crecimiento sostenido que habían venido manifestando hace tiempo si ve que los principales Estados no tienen voluntad política para ceder.
Pese a toda especulación, lo cierto es que se ha perdido una oportunidad sumamente trascendental para lograr un compromiso vinculante de los Estados para revertir el efecto invernadero. Como sabemos, todo terminó en un acuerdo no vinculante, creado entre cuatro paredes que aún necesita hacer los lineamientos para lograr medidas efectivas entre Estados Unidos, China y otras potencias emergentes como Brasil, Sudáfrica o India.
Hay otro elemento interesante que es necesario traer a la palestra. La presencia de Barack Obama -quien anunció asistir al cierre de la cumbre multilateral- fue percibida como una muestra real de voluntad para lograr un avance sustantivo en la contaminación proveniente desde el gigante del norte, sin embargo, poco tuvo que ver una cosa con la otra. Para bien o para mal, los estadistas son elegidos para salvoguardar los intereses nacionales y desde ese punto de vista, mal se podría pensar que Obama podría anunciar poner el freno en las emisiones contaminantes desde Estados Unidos, en momentos donde la Secretaría del Tesoro ha venido interviniendo en el mercado interno desde hace tiempo, incluso en la administración Bush se presentó este fenómeno. Estados Unidos comprendió perfectamente que debía priorizar un reordenamiento de sus mercados para recién empezar a pensar en medidas multilaterales.
El problema de todo esto, es que se está dando un mal enfoque al tema del calentamiento global, porque las consecuencias de esto se están viendo actualmente y si bien es cierto, que el futuro que nos espera no es nada alentador -porque hay estudios científicos que así lo avalan- ya hay consecuencias del calentamiento global que nos afectan directamente en nuestra vida, el tema es si queremos que esto se intensifique en el futuro. Al parecer, esto no fue estudiando tan a fondo por los Estados y si lo fue, están actuando en función de intereses sabiendo lo que se viene para los próximos años.
Desde hace bastante tiempo se viene mostrando un fenómeno de inoperancia en las organizaciones regionales y multilaterales como producto de la segmentación de las cuotas de poder en el sistema de Estados. Estos actores que en un principio mostraron voluntad para cambiar el orden mundial, han vuelto atrás para salvoguardar sus intereses en desmedro de otros. No es alarmista esta predicción, sino más bien, se asemeja perfectamente al escenario mundial que vivimos.
Lamentablemente lo que vimos en Copenhague fue un fiel reflejo del sistema internacional que se ha gestado. Un sistema multilateralista, increíblemente más complejo que cualquiera de los anteriores que se han apreciado en la historia de la humanidad, donde se ve que las Organizaciones Internacionales si bien han ganado protagonismo en el sentido de que no es posible que los Estados operen por sí solos, se aprecia al mismo tiempo una falta de consenso que proviene desde los mismos Estados para hacer más integrador nuestro mundo.
En resumen, la Cumbre de Copenhague terminó en un acuerdo interno entre potencias y potencias emergentes con un acuerdo débil, sin vinculación entre ellos y que dejará en duda cuándo y cómo comenzaría a verse un avance en las medidas de contrarresto a las emisiones contaminantes. Mientras tanto, la humanidad y el medioambiente fue el gran perdedor de lo que se vio en Dinamarca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario