Probablemente uno de los mayores logros que la Concertación podría lograr en materia de política exterior, es hacer ingresar a Chile como miembro pleno de la OCDE. Una tarea que si bien, aún no está completa y que aún depende de lo que diga el comité de ingreso, hay buenas posibilidades que esta iniciativa toque tierra firme.
Me ha tocado leer y participar en muchos debates de este tema y a priori se instalan tres preguntas básicas al respecto. Primero, ¿Qué es la OCDE?, ¿Qué ganaría Chile con ser miembro de este grupo? y por último, ¿Cómo podría invitarse a Chile a semejante foro si aún quedan deudas pendientes en materia económica y laboral?
Pues bien, en esta columna pretendo aclarar tales inquietudes.
Primero que todo, la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) fue creada en 1961 como una organización de cooperación internacional y actualmente la componen 30 estados. Pero sus fundadores, en los albores de aquella década, tenían una especial característica: además de sus altos o medios altos ingresos, eran naciones con altos estándares de protección social y profundos niveles de democracia. Salvo excepciones como España, en aquel entonces aún bajo el franquismo, la OCDE fue desde su fundación un organismo cuyos miembros tenían como objetivo la consecución de altos niveles de democracia y seguridad social. Entre sus actividades ha estado la promoción del empleo, el crecimiento económico, la calidad de vida en sus países miembros, entre los que está la educación, que se mide periódicamente a través de la prueba de suficiencia PISA (Agencia para la Evaluación Internacional de Estudiantes).
La última ampliación de la OCDE data del 2000, cuando se incorporó Eslovaquia. Antes había ingresado Japón, Australia, Nueva Zelanda y México, entre otros. Pero el 2007 se iniciaron conversaciones bastante serias para una extensión aún mayor del club. Desde entonces, han postulado cinco candidatos, entre los que están -además de Chile- Estonia, Eslovenia, Rusia e Israel. Documentación de la propia OCDE destacan a Chile y Estonia como futuros miembros por contar con estándares de desarrollo financiero, salud, educación, transporte y comercio acordes con los estándares de los países fundadores.
De manera que -como podemos ver- Chile ha dejado atrás el celebrar Tratados de Libre Comercio (por cierto, nuestro país es el que tiene más TLC firmados en todo el mundo) y ha decidido ir un paso más allá y entrar a un selecto grupo de países que también es conocido como el "Club de los países ricos". De manera que con esto, se ratifica que pese a los golpes que nos azotó la crisis económica de septiembre del 2008, esto es un reconocimiento a la labor que se ha venido construyendo. Esto no quiere decir que Chile dejará de firmar TLC, pero que el ingreso a la OCDE, de alguna forma le estampa el "sello de oro" a la labor en materia económica.
La respuesta más obvia respecto a los beneficios que nos traería ser miembro de este selecto grupo, es el prestigio internacional y la posibilidad de establecer metodologías comparadas de medición con países del primer mundo, ya que esto, permitiría que la opinión internacional se pronuncie respecto a qué ámbitos laborales, sociales o medioambientales podría mejorar nuestro país en aras de perfeccionar su desarrollo. Quizás a los más críticos les suene absurdo este argumento, pero los dividendos del reconocimiento internacional son evidentes y no solo le traen beneficios al país, sino que también al gobierno que logra mediante su gestión, la incorporación a este selecto grupo. Como ejemplo, se puede dar el caso de México. El ingreso de México a la OCDE el año 1994 significó para ese país, buena publicidad para el Presidente Ernesto Zedillo. Desde ese punto de vista, no debería extrañar que se manifieste el mismo fenómeno en Chile.
De todas formas, hay que tener claro que ser miembro de la OCDE no implica que un país logre el desarrollo inmediatamente. Lograr el desarrollo bajo el alero de la OCDE implicará una serie de modificaciones en materia de protección social y políticas públicas. Se cree que el ingreso per cápita en Chile para los próximos cinco años -dependiendo de los vaivenes de la crisis- podría llegar a los 20.000 dólares (actualmente estamos en una tasa cercana a los 13.000/14.000). Ello sería suficiente para ingresar a Chile al grupo, ya que México y Turquía, -que son actualmente dos de los países con el PIB per cápita más deficiente en la OCDE- tienen su PIB per cápita del 2008, en el orden de los 14.560 y 13.138 dólares, respectivamente. Sin embargo, éste no es el único índice con el que se mide el desarrollo, Chile tiene deudas pendientes en materia de desigualdad y es un punto en contra que podría repercutirle de forma negativa para sus intenciones de ingresar a este club.
Dice la CEPAL que el ingreso per cápita en Chile se duplicó desde 1990 al 2007, pero el 20 por ciento más rico de la población supera en más de trece veces el ingreso del 20 por ciento más pobre. Si una familia pobre vive o sobrevive con 200 mil pesos al mes, el promedio del grupo de los más adinerados goza de dos millones 600 mil. Una relación que ha ubicado a Chile entre los diez países más desiguales del mundo.
Por lo tanto, Chile si bien es cierto que actualmente tiene las competencias para ingresar, no se debe ser iluso y pensar que somos del primer mundo con el mero ingreso a la OCDE. En ese sentido, se debe tener una mentalidad crítica para pensar que aún en una situación así, hay mucho por hacer en materia de políticas públicas.
De todas formas, en términos prácticos esto consolidará la imagen internacional de Chile, ya que en un eventual ingreso, seríamos el primer país sudamericano y el segundo en toda Latinoamérica en ingresar al grupo. Aún así, diversos analistas han asegurado que el ingreso de Chile a la OCDE no asegura una mayor inversión, pero sí un reconocimiento de que se está avanzando, con matices por cierto, pero avanzando al fin y al cabo.
Por ahora, habrá que esperar el dictamen del comité que dará mañana respecto a nuestra iniciativa de ingreso. Para la mayoría de los connacionales esto deberá mirarse con atención, pero con cautela y humildad al mismo tiempo.
Me ha tocado leer y participar en muchos debates de este tema y a priori se instalan tres preguntas básicas al respecto. Primero, ¿Qué es la OCDE?, ¿Qué ganaría Chile con ser miembro de este grupo? y por último, ¿Cómo podría invitarse a Chile a semejante foro si aún quedan deudas pendientes en materia económica y laboral?
Pues bien, en esta columna pretendo aclarar tales inquietudes.
Primero que todo, la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) fue creada en 1961 como una organización de cooperación internacional y actualmente la componen 30 estados. Pero sus fundadores, en los albores de aquella década, tenían una especial característica: además de sus altos o medios altos ingresos, eran naciones con altos estándares de protección social y profundos niveles de democracia. Salvo excepciones como España, en aquel entonces aún bajo el franquismo, la OCDE fue desde su fundación un organismo cuyos miembros tenían como objetivo la consecución de altos niveles de democracia y seguridad social. Entre sus actividades ha estado la promoción del empleo, el crecimiento económico, la calidad de vida en sus países miembros, entre los que está la educación, que se mide periódicamente a través de la prueba de suficiencia PISA (Agencia para la Evaluación Internacional de Estudiantes).
La última ampliación de la OCDE data del 2000, cuando se incorporó Eslovaquia. Antes había ingresado Japón, Australia, Nueva Zelanda y México, entre otros. Pero el 2007 se iniciaron conversaciones bastante serias para una extensión aún mayor del club. Desde entonces, han postulado cinco candidatos, entre los que están -además de Chile- Estonia, Eslovenia, Rusia e Israel. Documentación de la propia OCDE destacan a Chile y Estonia como futuros miembros por contar con estándares de desarrollo financiero, salud, educación, transporte y comercio acordes con los estándares de los países fundadores.
De manera que -como podemos ver- Chile ha dejado atrás el celebrar Tratados de Libre Comercio (por cierto, nuestro país es el que tiene más TLC firmados en todo el mundo) y ha decidido ir un paso más allá y entrar a un selecto grupo de países que también es conocido como el "Club de los países ricos". De manera que con esto, se ratifica que pese a los golpes que nos azotó la crisis económica de septiembre del 2008, esto es un reconocimiento a la labor que se ha venido construyendo. Esto no quiere decir que Chile dejará de firmar TLC, pero que el ingreso a la OCDE, de alguna forma le estampa el "sello de oro" a la labor en materia económica.
La respuesta más obvia respecto a los beneficios que nos traería ser miembro de este selecto grupo, es el prestigio internacional y la posibilidad de establecer metodologías comparadas de medición con países del primer mundo, ya que esto, permitiría que la opinión internacional se pronuncie respecto a qué ámbitos laborales, sociales o medioambientales podría mejorar nuestro país en aras de perfeccionar su desarrollo. Quizás a los más críticos les suene absurdo este argumento, pero los dividendos del reconocimiento internacional son evidentes y no solo le traen beneficios al país, sino que también al gobierno que logra mediante su gestión, la incorporación a este selecto grupo. Como ejemplo, se puede dar el caso de México. El ingreso de México a la OCDE el año 1994 significó para ese país, buena publicidad para el Presidente Ernesto Zedillo. Desde ese punto de vista, no debería extrañar que se manifieste el mismo fenómeno en Chile.
De todas formas, hay que tener claro que ser miembro de la OCDE no implica que un país logre el desarrollo inmediatamente. Lograr el desarrollo bajo el alero de la OCDE implicará una serie de modificaciones en materia de protección social y políticas públicas. Se cree que el ingreso per cápita en Chile para los próximos cinco años -dependiendo de los vaivenes de la crisis- podría llegar a los 20.000 dólares (actualmente estamos en una tasa cercana a los 13.000/14.000). Ello sería suficiente para ingresar a Chile al grupo, ya que México y Turquía, -que son actualmente dos de los países con el PIB per cápita más deficiente en la OCDE- tienen su PIB per cápita del 2008, en el orden de los 14.560 y 13.138 dólares, respectivamente. Sin embargo, éste no es el único índice con el que se mide el desarrollo, Chile tiene deudas pendientes en materia de desigualdad y es un punto en contra que podría repercutirle de forma negativa para sus intenciones de ingresar a este club.
Dice la CEPAL que el ingreso per cápita en Chile se duplicó desde 1990 al 2007, pero el 20 por ciento más rico de la población supera en más de trece veces el ingreso del 20 por ciento más pobre. Si una familia pobre vive o sobrevive con 200 mil pesos al mes, el promedio del grupo de los más adinerados goza de dos millones 600 mil. Una relación que ha ubicado a Chile entre los diez países más desiguales del mundo.
Por lo tanto, Chile si bien es cierto que actualmente tiene las competencias para ingresar, no se debe ser iluso y pensar que somos del primer mundo con el mero ingreso a la OCDE. En ese sentido, se debe tener una mentalidad crítica para pensar que aún en una situación así, hay mucho por hacer en materia de políticas públicas.
De todas formas, en términos prácticos esto consolidará la imagen internacional de Chile, ya que en un eventual ingreso, seríamos el primer país sudamericano y el segundo en toda Latinoamérica en ingresar al grupo. Aún así, diversos analistas han asegurado que el ingreso de Chile a la OCDE no asegura una mayor inversión, pero sí un reconocimiento de que se está avanzando, con matices por cierto, pero avanzando al fin y al cabo.
Por ahora, habrá que esperar el dictamen del comité que dará mañana respecto a nuestra iniciativa de ingreso. Para la mayoría de los connacionales esto deberá mirarse con atención, pero con cautela y humildad al mismo tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario