domingo, 30 de enero de 2011

Egipto y el balance de poder en Medio Oriente

Egipto está viviendo desde el pasado 25 de enero una crisis política sin precedentes. Los manifestantes que se han visto inmersos en violentas protestas, piden la renuncia del Presidente egipcio, Hosni Mubarak que este año cumplía treinta años en el poder. Es curioso, porque la figura de Mubarak en sus 30 años de gobierno, pocas veces -por no decir nunca- había sido puesta en tela de juicio, al menos públicamente hablando. Era un mandatario fuertemente respetado y temido quien además, contaba con la lealtad absoluta del ejército y la policía y que en varias ocasiones no vaciló en utilizarlas para frenar las manifestaciones de la población. En esta oportunidad, Mubarak aún decretando un toque de queda, no ha logrado contener la ira social que exige su salida del poder. Este proceso -aparte de pedir la renuncia de Mubarak- ha generado la petición por parte de los manifestates de exigir más democracia y una serie de reformas políticas que apunten a esta dirección. Es un proceso que sin duda se vió inspirado en la manifestación "a la tunecina" que terminó sacando al Presidente de Túnez, Ben Alí. En esta columna revisaremos lo ocurrido en Egipto, pero también las consecuencias que traerá este proceso para el Medio Oriente, ya que considerando los hechos ocurridos en Túnez y Egipto, podría realmente sentar un precedente para nuevos procesos de desestabilización en otros países actualmente frágiles, como son los casos de Argelia, Jordania y Yemen. Especialmente nos centraremos más adelante en este último caso.

Desde el 25 de este mes, Egipto fue un escenario realmente complejo en términos políticos y sociales. Las manifestaciones que se recrudecieron con el pasar de los días, exigían la renuncia del Presidente Hosni Mubarak, quien -como mencionábamos- lleva treinta años en el poder. Mubarak como una forma de contener esta presión, sacó a los efectivos de la policía y el ejército para repeler a los manifestantes. Esto no ha tenido efecto alguno en la población, ya que los manifestantes que exigen su salida no sólo han desafiado el toque de queda, sino que además, en las imágenes que se han podido ver por televisión, se muestran a ciudadanos egipcios subiéndose a las tanquetas y vehículos del ejército. Realmente están cambiando las cosas en esas latitudes. Hace años atrás, sería impensable que en Egipto, la población se enfrentara de esta forma al régimen de Mubarak y vemos que sin embargo, actualmente se está haciendo. Sin perjuicio de lo anterior, el costo de esta rebelión está siendo alto, ya que más de un centenar de personas ha muerto desde el inicio de las hostilidades.

La verdad de las cosas, es que Egipto ha seguido básicamente la misma tendencia que la mayoría de los países del mundo árabe que se encuentran actualmente en una fragilidad institucional. Existen altos índices de desempleo, acusaciones de corrupción y fuertes alzas en los precios de los alimentos. A esto se sumó un elemento impensable que -al menos hasta hace pocos años- era imaginable: el agotamiento político por medio de una revuelta social contra el régimen. Al comienzo, el Presidente egipcio contó con una base de apoyo que se desarrolló en función de la estabilidad interna y del desarrollo del país, sin embargo y especialmente en los últimos años, Mubarak comenzó a constatar por parte de la población un proceso de agotamiento político que buscaba la generación de nuevas reformas y una mayor libertad. Lo que ocurrió y ocurre en Túnez se ha usado como un catalizador para las manifestaciones en Egipto.

Las medidas que a priori utilizó Mubarak para contener las actuales manifestaciones, eran conocidas por todos. Utilizar a las fuerzas de orden es una medida que Mubarak ya había utilizado con anterioridad. Pero a diferencia de otras ocasiones, el respeto por la autoridad se ha perdido por completo, no teniendo efectos positivos para el Presidente egipcio. A ello, Mubarak sumó la medida de remover a todo su gabinete, pero no dando indicios de abandonar el poder. Por tanto, las manifestaciones se han mantenido con igual fuerza desde el anuncio presidencial.

Dentro de esta renovación de gabinete, se debe destacar el nombramiento por primera vez de un Vicepresidente, el cual es Omar Suleiman, quien era el director de los servicios de inteligencia egipcios y es visto como una persona apoyada por el ejército, los servicios de inteligencia, las fuerzas de seguridad y Estados Unidos. Una decisión que poco parece ayudar para la resolución de la crisis política.

Lo que los manifestantes y los Hermanos Musulmanes -el principal referente de oposición- están pidiendo, son fundamentalmente tres cosas. La salida de Mubarak del país, la formación de un gobierno de transición y la celebración de elecciones libres. Sin embargo, es importante dejar claro que mas allá del contexto actual, la situación en Egipto ya se estaba volviendo tensa desde hace al menos dos meses. El partido opositor, Hermanos Musulmanes a fines de noviembre había logrado que sólo dos de sus militantes lograran obtener escaños en la Cámara Baja durante la celebración de la primera vuelta de las elecciones legislativas; por lo que decidieron retirarse de la segunda vuelta de unas elecciones que ellos catalogaron como "inválidas". Es relevante esta acusación, porque si recordamos las elecciones legislativas del 2005, la oposición logró obtener 88 de los 508 escaños. Esto sería lo que en un comienzó gatilló una polarización política que con el pasar de los meses, se agudizó hasta lo que presenciamos en Túnez y sería lo que inspiró a las revueltas populares que todos conocemos.

La situación en Egipto se ha visto complejizada con el asesinato del Director de la prisión de Fayoum -al Oeste del país- lugar desde donde se habrían fugado unos 700 reos. Con señales como éstas se debería tomar seriamente en consideración la posibilidad de encauzar a la brevedad la violencia en Egipto.

Resulta paradójico que precisamente este año era crucial para Egipto, ya que tiene en su agenda una elección presidencial. Hasta ahora no era claro si el Presidente Mubarak -que a sus 82 años- decidiría contender o si por el contrario, allanaría el camino para su hijo, Gamal quien se ha preparado para llegar al poder, aunque no cuenta con un gran respaldo popular. Lo que sí está claro, es que en cualquier caso, el oficialismo se verá con grandes dificultades internas para seguir en el poder. No es descabellada la idea de que si las fuerzas de oposición se rearman, los Hermanos Musulmanes puedan acceder al poder en un futuro próximo. De ser así, esto sentará dos consecuencias importantes. La primera, es que en un caso como éste el balance de poder en Medio Oriente se verá absolutamente modificado. Recordemos que Mubarak es un aliado clave para Occidente y que la asistencia militar proporcionada por su principal padrino político, Estados Unidos se aproxima a una cifra que asciende a los 1.500 millones de dólares anuales. De cambiarse el eje político oficialista, es probable que esta ayuda se vea mermada.

La segunda, es que tal como se ha mencionado, la desestabilización política en Medio Oriente puede generar un "efecto dominó" -término típicamente asemejado al colapso de la URSS y sus países satélite-. La diferencia está en que éste efecto dominó durante el marco de Guerra Fría, se sabía a qué países podría afectar, en cambio con lo que estamos viendo acá, es difícil pensar hasta dónde podría propagarse. Podría extenderse por el resto de los países del Magreb, así como algunos de África o Asia Central, que son regiones altamente frágiles desde el punto de vista político y social.

Creemos que de seguir esta tendencia, el próximo país más propenso a caer en un proceso de desestablización como el tunecino o el egipcio, será el caso de Yemen. Un país que al igual que los primeros dos casos, posee un Presidente con una alta cantidad de años en el poder y que posee además una oposición fuertemente silenciada y fragmentada. Sumémos también, las acusaciones de corrupción que pesan sobre el Presidente Yemení, Alí Abdullah Saleh, la pobreza extrema de la que es objeto, el alto nivel de cesantía y para finalizar, consideremos los intereses de las facciones houthis y sunníes y la relación que éstas podrían tener con el gobierno de Sanaá. Si se desea conocer más a fondo el caso de Yemen, recomendamos leer una columna anterior.

La situación en Egipto por ahora no decaerá hasta que Mubarak renuncie a su cargo. Sin embargo, no sólo serán claves los pasos que dé el aún Presidente egipcio, sino que también los militares también tendrán un papel clave. El apoyo que éstos reciban desde Estados Unidos se verá mermado en el caso que el país sufra un cambio brusco políticamente hablando, por lo tanto una instalación de la actual oposición en el poder podría no ser vista con buenos ojos por parte de los militares egipcios. Mañana lunes ya se podría poner en marcha el primer diálogo entre la oposición y los militares, así que habrá que mirar con atención ver cómo podría finalizar este conflicto que hasta el momento mucha sangre ha derramado.

viernes, 28 de enero de 2011

Túnez: Algunas claves para entender la crisis

A pesar de que la calma está volviendo gradualmente a Túnez, no deja de ser llamativa la crisis política de envergadura por la que atravesó este país a partir del 17 de diciembre del año pasado y que desde a mediados de este mes, se gestó con una fuerza aún mayor en el frente interno e internacional. La causa se debería a la efervescencia social y política originada por la nueva reelección de Zine el Abidine Ben Alí o más conocido como Ben Alí -el hasta hace poco Presidente de Túnez que fue reelecto para un quinto mandato y que hasta el momento de su exilio cumplió 24 años en el poder-. En esta columna repasaremos brevemente algunos antecedentes de importancia que nos ayudarán a entender la crisis política por la que atravesó Túnez, cuál es el estado actual de esta crisis -si es que podemos seguir catalogándola como tal- y finalmente, qué futuro le espera a este país tras la conformación del gobierno de "unidad nacional" y que en definitiva, será el responsable de conducir al país hasta el momento en que se llame a las elecciones presidenciales y legislativas. Para algunos, esto último sería lo que idealmente "sellaría" definitivamente la crisis en este país del Magreb.

Comentábamos al inicio de la columna que esta crisis originó una efervescencia política y social de envergadura que surgió como consecuencia de la reelección de Ben Alí en las pasadas elecciones del mes de octubre. Si bien desde entonces el conflicto en el país magrebí no se hizo con la misma fuerza de ahora, la tensión podríamos atribuírsela a la presión social por la necesidad de generar grandes reformas políticas. Durante los 24 años en el poder de Ben Alí, no pocas veces surgieron acusaciones de violaciones a los Derechos Humanos, persecución a la oposición tunecina y a su vez, la mantención de altos índices de cesantía que afectaban principalmente a la población más joven del país. Estos elementos generaron que a partir de mediados de enero se agitara con una fuerza sin precedentes el panorama político del país generando que en consecuencia, Ben Alí no solo abandonara la primera magistratura, sino que además, tuvo que abandonar el país, huyendo para este fin, a Arabia Saudí.

Con este vacío de poder, la presidencia tunecina fue adoptada en un comienzo por el Primer Ministro, Mohamed Ghanuchi quien conforme al artículo 56 de la Carta Magna tunecina debía ejercer la presidencia interina. Sin embargo, esto sólo duró un día, ya que el Consejo Constitucional de Túnez decidió darle la vacante al Presidente del Parlamento, Fuad Mebaza bajo el argumento de que el artículo 56 de la Constitución -por la que Ghanuchi ejercía la presidencia interina- sólo habla de "caso de impedimento provisional del Presidente" por lo que si el Primer Ministro permanecía en el puesto, quedaba abierta la posibilidad a un regreso de Ben Alí, lo que había sido criticado duramente por la oposición.

Todo este panorama se ha gestado en un contexto de polarización social y política, lo que ha conducido a que el gobierno interino deba hacer uso de las fuerzas militares para tratar de contener el orden. Sin embargo, poco se ha podido hacer. Las manifestaciones y la polarización política se han agravado desde la detención del General Ali Sariati, el ex Jefe de Seguridad de Ben Alí, quien fue detenido tras sus llamados de incitación a la violencia. La detención de Sariati trajo las sospechas de que partidarios de éste estén intentando tomar el Palacio Presidencial de Cártago. Para ello, mantienen enfrentamientos armados con los militares que apoyan al Presidente constitucional.

Como una forma de calmar los ánimos, el Primer Ministro Mohamed Ghanuchi a los tres días de la dimisión del ex Presidente Alí, decidió formar un gobierno de transición. Pero éste no fue aprobado por la oposición ni por sus movimientos afines, entre ellas la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT) -una organización sindical que ha jugado un papel clave en la organización de las protestas-. Según lo que se ha sabido con el pasar de los días, el descontento se explica ya que Ghanuchi mantenía en ministerios claves a ex funcionarios del antiguo régimen argumentando que "los necesitamos en esta fase". Específicamente doce de los veinte ministros que componen el gabinete, pertenecían a la Reagrupación Constitucional Democrática (RCD), la tienda oficialista a la que pertenecía Ben Alí. Pese a que se integraron a tres ministros sindicalistas en las carteras de Educación, Salud y Desarrollo, éstos duraron apenas un día en sus cargos luego de que Ghanuchi manifestara que los Ministros de Relaciones Exteriores, Interior, Defensa y Finanzas se mantendrían en sus cargos, lo que generó una alta desaprobación social y política.

Desde entonces, las señales del oficialismo a la oposición no han terminado. El canciller tunecino, Kamel Morjani renunció a su cargo, el Primer Ministro manifestó que todos los partidos políticos podrán operar en Túnez, que los presos políticos serían liberados, que a los medios de comunicación se les permitiría una libertad total, se anunció la supresión del Ministerio de Información -que era fuertemente criticado por acallar la libertad de prensa-. Así también se anunció la legalización de la Liga Tunecina de Derechos Humanos, la renuncia de los doce Ministros oficialistas a su militancia en el RCD -entre ellas las del propio Primer Ministro y del Presidente del Parlamento- y por último, Ghanuchi anunció que tras la celebración de las elecciones, se retirará de la actividad política. Estas señales no fueron suficientes para legitimar la posición del Primer Ministro, porque tal como lo habrá mencionado Lotfi Al Ahwal -un miembro superior del sindicato de la UGTT- confirmó que tras reunirse en un suburbio tunecino, "la organización resolvió rechazar cualquier gobierno que tenga miembros del antiguo régimen".

Desde entonces, la crisis ha mostrado algunas mejoras. Consciente de que la desaprobación social se explicaba por la presencia de los Ministros de Ben Alí, Ghanuchi -que actualmente es el único Ministro oficialista que permanece en su cargo- ha anunciado la conformación de un nuevo gobierno de transición. Esto, diríamos que ha traído una cierta "calma", aunque los manifestantes de las ciudades más pobres de Túnez siguen mostrando su desaprobación a la presencia del Primer Ministro y que una de las consignas de los manifestantes fue clara, quien gritó: "Fuera Ghanuchi, que era el jefe de la banda".

Lo cierto es que por ahora las cosas vuelven a la normalidad de a poco, aunque persistiendo el temor de que cualquier movimiento en falso del Primer Ministro, pueda agitar esta verdadera olla a presión. Hay al menos tres señales que por ahora son necesarias para impedir una nueva oleada de protestas y desestabilización política y que dos de las cuales, son extremadamente imperiosas en el corto plazo.

Una, es que Ghanuchi efectivamente tenga el debido cuidado a la hora de formar el nuevo gobierno de transición. Hasta ahora, el Primer Ministro tunecino tiene absolutamente claro que una mínima presencia del RCD en el gabinete puede generar nuevas manifestaciones.

La segunda, es que a partir de la conformación del gabinete, el proceso de realización de elecciones -tanto a nivel presidencial como legislativo- tenga el respaldo de observadores electorales de Naciones Unidas, ya que en caso de no contar con un aval como el organismo multilateral, es probable que las elecciones sean tildadas de ilegítimas, persistiendo así, las hostilidades y enfrentamientos. En países que atraviesan estos períodos de desestabilización, es un proceso necesario.

La tercera, es velar por un adecuado entorno político y social que conduzca a la reforma constitucional y que para los tunecinos, es clave que en ésta se asegure el pluralismo y la alternancia en el poder.

En ningún caso, esto quiere decir que con el cumplimiento de estas condiciones finalice la polarización política, pero creemos que por lo menos llevará a Túnez a un primer paso de reconciliación nacional.

Es irónico, pero hasta hace poco, Túnez era uno de los países más estables de la región. En 2008 el Fondo Monetario Internacional incluso lo calificó como modelo a seguir por las naciones en vías de desarrollo. ¿Cómo se verá mermada esta definición de Túnez luego de todo este embrollo político y social? Los próximos meses serán claves para ver hacia dónde podría dirigirse este país magrebí.


martes, 11 de enero de 2011

Referendo de autodeterminación en el Sur de Sudán: ¿Qué se gana y qué se pierde?

Desde el pasado 9 de enero y hasta el próximo 15 del mismo mes, se estará realizando en Sudán del Sur un referendo de autodeterminación para decidir si el Sur del país se separará por completo del Norte. Este hecho no se ha gestado por sí solo, ya que es parte del Acuerdo General de Paz firmado el año 2005 que puso fin a las hostilidades entre el Norte del país -que era mayoritariamente de religión musulmana- y el Sur que eran fundamentalmente cristianos y animistas. Esta situación podría sentar un hecho importante en la actualidad, ya que según las estimaciones previas se cree que Sudán del Sur optará por la secesión del Norte, creando en consecuencia, la primera nación independiente del siglo XXI. En esta columna revisaremos las distintas aristas que ha traído consigo este fenómeno y que -según algunos analistas- podría poner fin a décadas de guerra interreligiosa. Acá nos centraremos primero que todo, en entender la dinámica del conflicto en el marco de la Segunda Guerra Civil Sudanesa de 1983 y del conflicto más reciente del país que atravesó durante el año 2003. También revisaremos el referendo de autodeterminación y qué consecuencias locales y regionales podría traer.

Aunque en términos generales, no se tiende a conocer mucho de los conflictos africanos; queremos ser claros en sostener que el conflicto en Sudán es particularmente importante. Esto, no sólo porque se trata del país más grande del continente africano, sino que porque hasta hace unos pocos años, la ACNUR -o la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados- tildó al conflicto dentro de Darfur -que es una provincia ubicada al Oeste de Sudán- como "la peor crisis humanitaria del mundo".

Ahora bien, mencionábamos al inicio que nos centraríamos en la situación interna de Sudán. Pues bien, especialmente desde la Segunda Guerra Civil Sudanesa de 1983, este país acostumbró a estar enfrentado entre el Norte y el Sur; encarnado por las religiones musulmana y cristiana, respectivamente. Según datos que el año 2007 dio a conocer el Parlamento Europeo, en esta guerra “alrededor de 1,9 millones de civiles perdieron la vida en el Sur de Sudán y más de 4 millones se vieron obligados a huir de su hogar en algún momento desde el comienzo de las hostilidades”.

Este conflicto llegó a su fin con la firma el año 2005 del Acuerdo General de Paz, que comprometía a las partes al cese de las hostilidades. Hoy por hoy, podemos decir que hay "paz" entre el Norte y el Sur. Sin embargo, un par de años antes a la concreción de esta firma, Sudán fue objeto de un nuevo foco de tensión que se trasladó al Oeste del país, a una provincia llamada Darfur. En esta provincia, la población negra -de etnia fur- es asesinada por una milicia tribal árabe, llamados los janjaweed. Los janjaweed -montados a caballo y armados con fusiles y machetes- comparten la misma religión de los fur, es decir, el tinte del conflicto desde el año 2003 ha dejado de ser religioso. Los motivos por los que se cometen estas matanzas étnicas se explicarían por el control de los limitados recursos naturales que se ven amenazados por las contínuas sequías que sufre el país.

Para las milicias janjaweed, es fundamental tener acceso en Darfur, crear un gobierno afín al de Jartum -la capital de Sudán del Norte- pero creando un gobierno local que sea eminentemente de etnia árabe, especialmente de la etnia baggara y rezeigats, estos últimos denominados como “los verdaderos árabes” de Sudán.

En otras palabras, debemos ser claros en afirmar que el conflicto entre Norte y Sur por motivos religiosos ya pasó a segundo plano. Sin embargo, parece que sigue siendo de importancia para la población del Sur, porque por la experiencia que ésta tuvo por las guerras civiles, es de todas formas importante ser una nación independiente del Norte. De ahí que sea entendible todo el contexto actual.

Si el conflicto sudanés se ha hecho conocido en los últimos años, ha sido por la Guerra en Darfur y no por las guerras civiles y religiosas del siglo pasado. En consecuencia, creemos que la secesión del Sur con el Norte no tendrá mayores efectos para la pacificación del país, menos para esa provincia del Oeste. Ya para el conflicto en Darfur, las cifras de desplazados el año 2005 se situaban en cerca de 220.000 sólo para aquellos casos que decidían huir a Chad, un país vecino. Un documento de Naciones Unidas, señalaba que “dentro de Darfur, cerca de 3 millones de personas dependen de ayuda humanitaria para sobrevivir; de estos 3 millones, 1.9 han sido forzados a dejar sus hogares y ahora viven en campamentos maltrechos, superpoblados y peligrosos".

De aprobarse la secesión ¿qué pasará con los desplazados fur? En el Sur difícilmente los aceptarían dado que en primer lugar los recursos ya serían relativamente escasos para su propia población y en segundo lugar, sería ilógico dividir el país en uno cristiano y uno musulmán para que luego la parte cristiana aceptara a desplazados musulmanes. El Norte, claramente no los aceptaría, porque las milicias janjaweed son del Norte y son las encargadas de darles muerte. Parece que el futuro de los fur no será otro más que seguir huyendo a países vecinos como Chad. El punto está en que dentro de los conflictos contemporáneos una de las principales amenazas serán las migraciones masivas. Chad no estará dispuesto a aceptar para siempre los éxodos de desplazados provenientes de Sudán, por lo tanto, el panorama no es alentador.

Sólo nos quedaremos con el hito que probablemente traiga consigo este referendo, en otras palabras, la creación de la primera nación independiente de este siglo XXI, pero al parecer el hito de llegar a la paz, no será el que precisamente se de en este país. Los fur serán los más perjudicados con todo esto.







miércoles, 5 de enero de 2011

Bolivia y la mediterraneidad: ¿Un nuevo caso gestándose ante la Haya?

Bastó que el Canciller boliviano, David Choquehuanca afirmara que su país no descartaba recurrir al Tribunal Internacional de la Haya por su aspiración marítima, para generar una reacción de proporciones en algunos sectores políticos nacionales. Desde el Canciller Alfredo Moreno hasta algunos timoneles de los partidos políticos se han manifestado al respecto para mostrar su desaprobación o "sorpresa" en otros casos. Nuestra Cancillería ya ha tomado cartas en el asunto y durante el día de ayer, Moreno se comunicó con su par boliviano para expresarle su molestia a nombre del gobierno chileno.

Más allá de las declaraciones, podemos ver que éste impasse se gesta en momentos donde Bolivia atravesó una crisis conocida como el "gasolinazo", donde el gobierno de Morales trató de decretar un alza de un 83% en el precio de los combustibles para así, "nivelar" el precio del hidrocarburo en referencia a los precios internacionales. A pesar de que finalmente la medida propuesta por el oficialismo no fue aceptada -al menos por el momento- se mantiene una fuerte efervescencia política en Bolivia. Esto sería lo que para algunos valida su hipótesis de que Chile nuevamente se usaría como un factor cohesionador cuando las crisis internas de algunos países vecinos atraviesan momentos de tensión.

Sin embargo, hay algunos elementos aún más contundentes y que realmente los deberíamos tomar en cuenta. Uno de ellos, es la novena disposición transitoria que se encuentra en la Carta Magna boliviana, la cual establece que “Los tratados internacionales anteriores a la Constitución y que no la contradigan se mantendrán en el ordenamiento jurídico interno, con rango de ley. En el plazo de cuatro años desde la elección del nuevo Órgano Ejecutivo, éste denunciará y, en su caso, renegociará los tratados internacionales que sean contrarios a la Constitución”.

En otras palabras, todo tratado que contravenga las disposiciones generales de la Carta Magna boliviana, podría ser objeto de denuncia o renegociación. Entre las disposiciones generales de la Carta Magna se encuentra naturalmente el "derecho irrenunciable e imprescriptible" de la cualidad mediterránea que Bolivia perdió tras la Guerra del Pacífico.

Esta es una señal que para algunos podría interpretarse como un eventual motivo de denuncia ante el Tribunal de la Haya. Mientras unos se han mostrado sorprendidos, otros han rechazado esta pretensión. Lo que proponemos acá, es minimizar el hecho, porque que primero que todo, Bolivia es un país soberano para actuar en función de sus intereses nacionales. Bolivia tiene absolutamente claro que cualquier pretensión marítima debe ser propuesta en el escenario "Post-Haya" que enfrenta nuestro país con Perú.

Segundo, porque internacionalmente la demanda boliviana no tiene un asidero jurídico. La razón sería básicamente por dos motivos.

Primero, porque en el Derecho Internacional hay una preeminencia por sobre el Derecho Interno, lo que significa que si dentro de cualquier Estado existen cambios a las normativas internas, no tendrán efectos en el plano internacional y especialmente en los tratados internacionales firmados y/o ratificados con anterioridad.

Segundo, porque la novena disposición transitoria de la Carta Magna boliviana representa un claro ejemplo a lo que en Derecho Internacional se conoce como "Stoppel", lo que no es otra cosa que actuar en forma consecuente. En palabras más sencillas, si un Estado se compromete a actuar de una forma determinada, no puede negar o contradecir esta posición con el tiempo. La novena disposición de la Constitución boliviana que habíamos citado al inicio, desconocería el Tratado de Paz y Amistad de 1904 que selló en forma definitiva las disputas territoriales y marítimas entre Chile y Bolivia, tratado en donde éste último país renunció a su mediterraneidad.

Con esto, se está configurando un áspero y complejo escenario que de todas formas, puede ser encauzado a tiempo. El Canciller chileno ya habría decidido telefonear a su par boliviano para expresar su malestar y que en base a esto, puede que este impasse se termine dispersando como el humo y no pase más allá de eso.

Nuevamente queremos reafirmar cautela. Bolivia puede actuar en forma soberana; pero no debe olvidar las principales normas que rigen el Derecho Internacional. El gobierno de Morales ha sido loablemente reconocido -pese a sus crisis temporales- por reivindicar los derechos de los indígenas y las clases más desposeídas; pero no sería bueno recordarlo también como el mandatario que puso el candado a la reivindicación marítima boliviana.

Bolivia debe actuar con calma, especialmente en momentos que se mantiene un diferendo entre Chile y Perú que podría cristalizarse como un elemento sellador a sus aspiraciones marítimas. Afirmaciones como la del Canciller Choquehuanca no deberían ser tomadas con tanta sorpresa por parte de nuestros representantes políticos. A final de cuentas, todos sabemos que Bolivia seguirá marcando un lobby que apunte a recuperar "espacios perdidos".

La sombra de la Guerra del Pacífico y los límites marítimos con nuestros vecinos del norte, seguirán siendo un tema latente para los próximos años. Al parecer, para algunos se ha generado una reafirmación a la conocida frase: "Chile ganó la guerra, pero perdió la paz".