Se suponía que para esta versión de la cumbre, se había levantado en una serie de movimientos ambientalistas; así como en la opinión pública mundial, la expectativa de llegar a un acuerdo que sustituya el Protocolo de Kioto que hasta el momento, es el único documento vinculante que comprometía a los Estados a reducir las emisiones de gases contaminantes. Sin embargo, esto no fue alcanzado en esta cumbre. Incluso antes de que ésta comenzara, Patricia Espinosa -la Canciller mexicana y anfitriona de esta versión de la cumbre- al ser consultada sobre si se llegaría a un acuerdo "Post Kioto", ésta respondió que “estrictamente no es indispensable en esta cita". Hasta ahora, las esperanzas deberán apuntar a la resolución de la próxima versión de la cumbre que se desarrollará el 2011 en Durban, Sudáfrica.
Cuando hablamos del calentamiento global, estamos hablando de un tema sumamente delicado y que al parecer varios no dimensionan su magnitud. Resulta que se tiende a pensar que los efectos de este fenómeno nos afectarán en el mediano o largo plazo; pero esto no es así. Actualmente estamos siendo objeto de los efectos del calentamiento global. El año pasado ya lo habíamos comentado en una columna anterior, sin embargo, es necesario recordar que dentro de las consecuencias que ha traído el efecto invernadero, está la disminución notoria de -por ejemplo- el Monte Kilimanjaro que ubicado en Tanzania, es la mayor cumbre del continente africano. Los informes que habían sido elaborados el año pasado, daban cuenta de la desaparición del 85 por ciento de sus nieves. También estaba el caso del retroceso del glaciar cuzqueño de Quelccaya, el mayor del mundo en las latitudes tropicales. A mediados de los 70, el glaciar perdía seis metros de su superficie por año. En las últimas mediciones, la pérdida alcanza a 60 metros anuales. En total, ello ha reducido su superficie en casi un cuarto.
Con ejemplos como éstos, no podemos desconocer la magnitud de un fenómeno que a todas luces nos está golpeando, por lo que buscar medidas que logren demorar -ya que digámoslo claramente, el efecto invernadero es irreversible- resulta ser fundamental en la comunidad internacional.
El año pasado y a inicios del actual se ha intentado generar una toma de conciencia global por este tema, aunque ésta dista bastante de los foros multilaterales organizados por Naciones Unidas. Especialmente durante el segundo semestre del año pasado, se desplegó una campaña mundial conocida como "La campaña de los 350" (en referencia al número de partes por millón, que es la unidad de medida para determinar el grado de presencia de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre)
Con 350 ppm, se estima que se puede -al menos- detener el efecto del calentamiento global en términos de poder paliar los efectos de las sequías y las inundaciones que han sufrido una serie de países en Africa, América Central y algunos de América del Sur, como es el caso de Venezuela y Ecuador.
Hasta el año pasado, nos encontrábamos en una tasa de 385 ppm -que ya es considerado peligroso- y la urgencia por combatir esto, nace porque una serie de expertos en medioambiente encabezados por el científico de la NASA, James Hansen hicieron un estudio en el año 2003 donde determinaron que el incremento de partes por millón de CO2 en la atmósfera, está creciendo a una tasa cercana de 2 unidades por año.
Esto generaría que dentro de los próximos cien años la temperatura global aumente de 3,5 a 4 grados; haciendo que la presencia de hielos sea totalmente nula y en consecuencia traería efectos devastadores para la flora y fauna terrestre.
También en marzo de este año, se vio una campaña conocida como "La hora del planeta" que consistía en apagar las luces de todos los edificios emblemáticos desde las 20:30 a las 21:30 y que contó con una manifestación masiva en más de 1.600 ciudades alrededor del orbe participando más de un centenar de países en dicha campaña. Esa campaña se desarrolló apenas tres meses terminada la Cumbre de Copenhague, por lo que no nos debería extrañar si en los próximos meses se hace algo similar en respuesta a la resolución de la Cumbre de Cancún.
A pesar de todas las manifestaciones, se está intentando ganar tiempo en los Estados para fortalecer en lo que más se pueda la producción industrial antes de que se pueda llegar a un acuerdo vinculante que sustituya al Protocolo de Kioto. Pero como humanidad, estamos perdiendo tiempo valioso que nuestro planeta necesita. Pensar en un mundo con apenas 4 grados más de temperatura, puede significar la brecha entre la vida y la muerte para un sinfin de especies animales y vegetales; mientras que nuestros hábitos de vida, se verían dramáticamente modificados ante un escenario como el descrito.
Es imperioso que los Estados demuestren una toma de conciencia mayor. No basta con contar el apoyo de un gobierno para una campaña como la que se vio en "La hora del planeta". Si bien algunos de éstos apagaron sus edificios emblemáticos -como por ejemplo, Francia con la Torre Eiffel o el Coliseo de Roma con Italia- el esfuerzo donde debe verse con más notoriedad, es precisamente en estas cumbres multilaterales.
De todas formas, mencionemos los acuerdos alcanzados. Entre éstos se destaca la creación de un Fondo Verde Climático dentro de la Convención Marco, que contará con un consejo con 24 países miembros y un fideicomisario que en principio sería el Banco Mundial.
Asimismo, se incorpora el compromiso de proporcionar US$30.000 millones de financiación rápida para el período 2008-2012 y se reconoce la necesidad de movilizar US$100.000 millones por año a partir del 2020 para atender las prioridades de los países en desarrollo.
Igualmente, se acordó elevar el nivel de ambición en la reducción de emisiones de gases causantes del efecto invernadero y propusieron que las naciones con vínculo jurídico con ese protocolo deberían, en el 2020, reducir sus emisiones entre el 25 y el 40% en relación a los niveles de 1990.
Podemos ver que de aqui al 2020 se encuentra gran parte de sus objetivos; pero probablemente de aqui al 2020 ya varios montes -entre ellos el Kilimanjaro o el Quelccaya- ya no existan y quién sabe cuántos más.
En ese sentido, el balance general en esta versión de la cumbre -aunque predecible- fue bastante negativo. No queda más que esperar y resignarse hasta la cumbre del 2011 en Durban donde esperemos que no sean cifras y montos las que se den en los resultados, sino que compromisos vinculantes para realmente reducir las emisiones de CO2. No solo nosotros estamos ante una cuenta regresiva, sino que nuestro planeta -y su flora y fauna- también.
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