martes, 16 de marzo de 2010

"La hora del planeta" y los efectos del cambio climático

El próximo 27 de marzo se llevará a cabo una manifestación masiva en más de 1.600 ciudades del mundo, que es interpretada como una "toma de conciencia" en la lucha para minimizar los efectos del calentamiento global. Esta manifestación llamada "La hora del planeta" consiste en apagar -a las 20:30 hora local- las luces de edificios emblemáticos a lo largo y ancho del planeta durante una hora. Hasta el momento, ya se han sumado 105 países del orbe que ya han comprometido su participación, donde podemos ver que desde edificios como la Torre Eiffel, El Coliseo de Roma o el Obelisco de Buenos Aires, ya no estarán con energía eléctrica a la hora antes mencionada.

Esta medida -que no es nueva, ya que desde el 2007 se practica- busca llamar la atención de una serie de Estados, empresas transnacionales y/o organizaciones privadas para que tomen conciencia sobre el cambio climático, un fenómeno que nos lleva golpeando desde hace un buen tiempo, pero que hasta ahora, la sociedad mundial no ha tomado mayores medidas para paliar sus efectos.

Hay una rica bibliografía y estudios sobre este tema, pero cuando hablamos del calentamiento global, muchas personas creen que estamos hablando de efectos que nos golpearán a mediano o largo plazo, cuando es hoy mismo, que estamos siendo víctimas de sus efectos. Los informes más recientes, dan cuenta de la desaparición del 85 por ciento de las nieves del formidable Monte Kilimanjaro en Tanzania, la cumbre más alta del continente africano. En el Perú, existe preocupación por el retroceso del glaciar cuzqueño de Quelccaya, el mayor del mundo en las latitudes tropicales. A mediados de los 70, el glaciar perdía seis metros de su superficie por año. En las últimas mediciones, la pérdida alcanza a 60 metros anuales. En total, ello ha reducido su superficie en casi un cuarto.

En el caso de nuestro país -y específicamente en Santiago- estamos enfrentados ante un eventual derretimiento del glaciar Echaurren, que desde alto en la cordillera -a unos 3.800 metros- alimenta al Embalse "El Yeso", el cual aporta cerca del 70 por ciento de las aguas consumidas por la capital. De continuar la tendencia actual, este glaciar podría dejar de proveernos agua en los próximos cincuenta años.

Por lo tanto, a nadie puede serle indiferente el tema. En diversas latitudes, una situación como la descrita, afectará drásticamente nuestro estilo de vida. La clave para enfrentar esto, pasa por dos ejes. El primero, es el que deben tomar las empresas que operan en distintos Estados, principalmente en potencias como Estados Unidos, China y algunas potencias emergentes como Brasil, India y Sudáfrica. Hay que recordar que Estados Unidos emite por sí solo un cuarto de las emisiones contaminantes a nivel mundial, lo cual tiene consecuencias directas en el aumento de la temperatura como resultado del efecto invernadero. Por su parte, China tampoco se queda atrás. La potencia asiática es aún un fuerte consumidor de combustibles como el carbón. De hecho, recién el año 2007, China consumía más carbon que la Unión Europea y Estados Unidos juntos, llegando a un consumo equivalente del 39 por ciento a nivel mundial. En resumen, estos dos países son en buena medida los responsables del calentamiento global.

Si retrocedemos a diciembre del año pasado, recordaremos que la Cumbre de Copenhague -que era la cumbre por excelencia para coercionar principalmente a estos dos Estados en una declaración vinculante que los llevara a limitar las emisiones contaminates- terminó con una declaración conjunta, de carácter no vinculante, que recién comenzará a discutirse en la próxima cumbre sobre medio ambiente que deberá realizarse en México entre noviembre y diciembre de este año. A todas luces, es menester señalar que la voluntad política no ha dado buenos frutos en esta dirección.

El segundo eje pasa por el comportamiento y toma de conciencia de la sociedad civil. Aunque tenemos una responsabilidad a menor escala, no dejamos de ser un actor relevante en la lucha contra el calentamiento global. El ejemplo más básico que se da, es cuando tendemos a dejar un equipo tan común como nuestro computador encendido durante la noche. Aún estando sin realizar mayores actividades, un computador promedio gastará entre unos 60 y 70 watts por hora. Aun así, pareciera que 60 o 70 watts sigue siendo una unidad ínfima, pero no lo es si consideramos a nivel anual el gasto por individuo. Si suponemos que de un año, mantenemos nuestro PC bajo estas características unos 200 días a razón de 9 horas encendido durante sólo la noche, el gasto será de 117.000 watts y si a ello le sumamos más casos de personas que sigan esta lógica a nivel mundial, pues bien, la cifra aumenta considerablemente. Es por ello, que diversas empresas tanto de electricidad, como de otros rubros, han hecho el llamado a no utilizar la energía innecesariamente y que dicho sea de paso, deberíamos aprender de ello.

Si se siguen estas dos premisas básicas, es probable que podamos darle un respiro al planeta, que si bien no nos permitirá mejorarlo, sí nos permitirá demorar los efectos que -dada la voluntad política que se observa en los foros internacionales- son inminentes.

Al menos por ahora, esperemos cómo evolucionan los acontecimientos del próximo 27 de marzo a eso de las 20:30 horas. Al menos en lo oficial, no hay ningún edificio de nuestro país que se haya sumado a la causa, pero al menos, partamos por tomar la conciencia nosotros mismos.






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