Sabemos que la celebración de elecciones libres, competitivas y transparentes, son el sustento ideológico y práctico de toda democracia. Lamentablemente, esta premisa no puede ser aplicable -al menos por esta ocasión- a la Organización de Estados Americanos, ya que para esta última elección de su Secretario General, no contó con candidatos que pudieran hacerle el contrapeso a la figura de José Miguel Insulza.
Hubiese sido interesante contar con al menos una opción a la candidatura de nuestro connacional y así, ver cómo los países hubiesen mostrado -desde un punto de vista más abierto- su elección por una u otra alternativa; pero sencillamente en esta oportunidad, algunos se limitaron a abstener la preferencia por el chileno debido a esta ausencia de competidores. También hubiese sido especialmente relevante observar nuevas caras en momentos donde la figura del "pánzer" estaba siendo duramente cuestionada por la ineficacia con que se operó durante la crisis hondureña del 2009. Debido a esta falta de protagonismo institucional -al ser asumida prácticamente de facto, por el ex mandatario costarricense Oscar Arias- mostró la imagen de una OEA que sencillamente quedó superada por una crisis que la sobrepasó tanto desde el punto de vista prágmatico, como real. Estas dos primeras razones son netamente coyunturales, pero también tenemos otra de carácter estructural y que sería un tercer argumento para sostener que la OEA ha estado pasando por un proceso creciente de degradación. Recordemos que la OEA fue fundada en un marco de Guerra Fría, siendo Estados Unidos su principal precursor y sostenedor económico. Hasta el día de hoy, Estados Unidos sigue siendo el Estado miembro que aporta más recursos para el funcionamiento del organismo regional. A grandes rasgos, se sabe que aporta con alrededor del 60% del presupuesto, por lo tanto, es natural que algunos países se muestren escépticos ante una hegemonía indirecta -o más directa para otros- de los intereses estadounidenses en la región.
Todo esto, ha traído un fenómeno que se ha estado forjando con fuerza en el hemisferio, que guarda relación con la creación de un "abanico institucional" alternativo a la OEA. Si durante la crisis hondureña, la imagen de la OEA se vio debilitada, probablemente la carta que jugará en los próximos meses será su as bajo la manga, porque sencillamente ya no tendrá otra oportunidad.
Lo que hace poco más de un mes se vio en Cancún -durante la reunión del Grupo de Rio- evidencia claramente esto. En este sentido, ya se manifestó explícitamente la intención de formar un bloque alternativo a la OEA y así lo trabajarán sus Estados miembros durante sus próximas reuniones. Por lo tanto, es claro que si la OEA no hace bien su función de velar por la seguridad y la estabilidad democrática del hemisferio, sencillamente no hará más que profundizar esta percepción en no pocos países.
Los desafíos que se le vienen a la OEA son varios, pero podrían resumirse en tres puntos. Primero, adquirir un papel más proactivo con los gobiernos que estén sufriendo crisis sociales o institucionales para evitar casos como el de Honduras; siempre teniendo como norte, la defensa de la Carta Interamericana y de Naciones Unidas. Segundo, establecer más autonomía financiera a los países de la región para no tener un "manto económico" estadounidense por sobre el pluralismo y necesidades del hemisferio. Tercero y último, mejorar las cláusulas que dicen relación con la presentación de los candidatos a la Secretaría General, así como al proceso eleccionario del cargo.
Si se mejoran estos aspectos, probablemente la OEA tenga un repunte modesto a nivel general, pero viendo cómo se han desarrollado los acontecimientos, es incierto el panorama y especialmente después de lo que manifestó el mismo pánzer tras su elección, cuando mencionó: "seguiremos luchando por fortalecer la democracia representativa que nos hemos ganado con tanto esfuerzo". ¿Qué pasaría entonces con la democracia directa que se imparte en Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros países del eje bolivariano?
Sería interesante ver la relación que ahora se empiece a gestar entra la OEA/ALBA o entre la misma OEA y sus Estados miembros. Da la impresión que ahora más que nunca, la OEA tiene las cosas cuesta arriba.
Hubiese sido interesante contar con al menos una opción a la candidatura de nuestro connacional y así, ver cómo los países hubiesen mostrado -desde un punto de vista más abierto- su elección por una u otra alternativa; pero sencillamente en esta oportunidad, algunos se limitaron a abstener la preferencia por el chileno debido a esta ausencia de competidores. También hubiese sido especialmente relevante observar nuevas caras en momentos donde la figura del "pánzer" estaba siendo duramente cuestionada por la ineficacia con que se operó durante la crisis hondureña del 2009. Debido a esta falta de protagonismo institucional -al ser asumida prácticamente de facto, por el ex mandatario costarricense Oscar Arias- mostró la imagen de una OEA que sencillamente quedó superada por una crisis que la sobrepasó tanto desde el punto de vista prágmatico, como real. Estas dos primeras razones son netamente coyunturales, pero también tenemos otra de carácter estructural y que sería un tercer argumento para sostener que la OEA ha estado pasando por un proceso creciente de degradación. Recordemos que la OEA fue fundada en un marco de Guerra Fría, siendo Estados Unidos su principal precursor y sostenedor económico. Hasta el día de hoy, Estados Unidos sigue siendo el Estado miembro que aporta más recursos para el funcionamiento del organismo regional. A grandes rasgos, se sabe que aporta con alrededor del 60% del presupuesto, por lo tanto, es natural que algunos países se muestren escépticos ante una hegemonía indirecta -o más directa para otros- de los intereses estadounidenses en la región.
Todo esto, ha traído un fenómeno que se ha estado forjando con fuerza en el hemisferio, que guarda relación con la creación de un "abanico institucional" alternativo a la OEA. Si durante la crisis hondureña, la imagen de la OEA se vio debilitada, probablemente la carta que jugará en los próximos meses será su as bajo la manga, porque sencillamente ya no tendrá otra oportunidad.
Lo que hace poco más de un mes se vio en Cancún -durante la reunión del Grupo de Rio- evidencia claramente esto. En este sentido, ya se manifestó explícitamente la intención de formar un bloque alternativo a la OEA y así lo trabajarán sus Estados miembros durante sus próximas reuniones. Por lo tanto, es claro que si la OEA no hace bien su función de velar por la seguridad y la estabilidad democrática del hemisferio, sencillamente no hará más que profundizar esta percepción en no pocos países.
Los desafíos que se le vienen a la OEA son varios, pero podrían resumirse en tres puntos. Primero, adquirir un papel más proactivo con los gobiernos que estén sufriendo crisis sociales o institucionales para evitar casos como el de Honduras; siempre teniendo como norte, la defensa de la Carta Interamericana y de Naciones Unidas. Segundo, establecer más autonomía financiera a los países de la región para no tener un "manto económico" estadounidense por sobre el pluralismo y necesidades del hemisferio. Tercero y último, mejorar las cláusulas que dicen relación con la presentación de los candidatos a la Secretaría General, así como al proceso eleccionario del cargo.
Si se mejoran estos aspectos, probablemente la OEA tenga un repunte modesto a nivel general, pero viendo cómo se han desarrollado los acontecimientos, es incierto el panorama y especialmente después de lo que manifestó el mismo pánzer tras su elección, cuando mencionó: "seguiremos luchando por fortalecer la democracia representativa que nos hemos ganado con tanto esfuerzo". ¿Qué pasaría entonces con la democracia directa que se imparte en Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros países del eje bolivariano?
Sería interesante ver la relación que ahora se empiece a gestar entra la OEA/ALBA o entre la misma OEA y sus Estados miembros. Da la impresión que ahora más que nunca, la OEA tiene las cosas cuesta arriba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario