viernes, 31 de diciembre de 2010

El efecto Wikileaks y la diplomacia espiada

No podemos dejar marchar el año 2010 sin haber mencionado un hecho que marcó fuertemente la diplomacia estadounidense, en la cual, ésta conoció de lleno a su peor enemigo público, Julian Assange o más claramente, el fundador de Wikileaks. A pesar de que muchos ya lo sabrán, Wikileaks (que traduciéndolo significaría "filtraciones rápidas") es un portal abierto que ha tenido acceso a nada menos que 250.000 mensajes con distintos niveles de confidencialidad diplomática y que contenían comunicaciones del Departamento de Estado estadounidense con sus embajadas repartidas alrededor del mundo. Estos mensajes cubrían desde el año 1966 hasta 2010 y provenían de todas las latitudes.

Con la publicación de los principales secretos diplomáticos estadounidenses, Assange ha sido considerado para unos como "el más peligroso terrorista de la era digital" mientras que para otros se le reconoce como "un defensor de la libertad de expresión". Lo cierto es que sin duda alguna ha sido un actor absolutamente relevante durante el 2010. En esta columna revisaremos algunos efectos que ha tenido el fenómeno Wikileaks desde sus primeras publicaciones y cómo podría seguir afectando la imagen de Estados Unidos o la diplomacia alrededor del mundo.

A pesar de que las primeras publicaciones de documentos confidenciales por parte de Wikileaks datan del 2006, no tuvo la fuerza suficiente como para imponerse a la opinión pública internacional. Ese año surgieron revelaciones como -por ejemplo- la "decisión secreta", supuestamente adoptada por el líder rebelde somalí Sheikh Hassan Dahir Aweys para mandar a asesinar a funcionarios del gobierno, las ejecuciones extrajudiciales en Kenia, el vertido de residuos tóxicos en Africa, los manuales de la Iglesia de la Cienciología, los protocolos de detención de Guantánamo, las direcciones de miembros del Partido Nacional Británico, entre otras.

Sin embargo, su real peso apareció este año cuando reveló tres importantes hechos relacionados con las guerras de Irak y Afganistán. Desde ahí, la imagen de Assange -y su creación Wikileaks- comienza a cristalizarse para la diplomacia estadounidense. La primera de estas tres revelaciones surgió en abril cuando Wikileaks hizo público un video con el que desmintió la versión oficial de la muerte de 11 iraquíes el 12 de julio de 2007, entre ellos la del fotógrafo de la agencia Reuters Noor-Eldeen y su conductor, durante una acción aérea de las fuerzas de Estados Unidos. Hasta entonces, el Ejército norteamericano aseguraba que habían respondido a un ataque de "una fuerza hostil". Pero el video revelado por Wikileaks mostró algo totalmente diferente. "Cinco o seis llevan armas", se escucha en la grabación, que alude a los funcionarios de Reuters. Sus supuestas armas eran sus cámaras y accesorios de las mismas. "Avísame cuando los tengas (a tiro) y dispara", ordenan al soldado que se encuentra en el helicóptero. Al día siguiente, el Ejército de Estados Unidos dijo que los periodistas habían fallecido durante un enfrentamiento de sus helicópteros con tropas insurgentes. Fue el primer golpe del año, pero no el último.

La segunda publicación fuerte de Wikileaks golpeó el 25 de julio. En ésta -que fue considerada como "la mayor filtración de documentación secreta de la historia"- se revelaron más de 90.000 documentos sobre la guerra de Afganistán, entre los años 2004 y 2009. Estos documentos dibujaban un panorama bélico mucho más oscuro de lo que se creía y daba cuenta de cosas como la ayuda de la Inteligencia paquistaní a los talibanes o la existencia de "escuadrones de la muerte" en el seno del Ejército estadounidense encargados de ejecutar cabecillas insurgentes. Se revelaron también datos inéditos, como que los talibanes ya usaban misiles tierra-aire, el mismo tipo de armamento que terminó por inclinar la balanza durante la guerra de los 80 contra la Unión Soviética.

Wikileaks golpeó con otra bomba el 22 de octubre. Esta vez se trató de 391.832 documentos secretos sobre la guerra de Irak, que abarcaban el período comprendido entre el 1 de enero de 2004 al 31 de diciembre de 2009. Las filtraciones revelaron por primera vez una cifra oficial de víctimas: 109 mil muertos, un 63% de ellos, civiles. Un balance oficial publicado a fines de julio señalaba 77.000 iraquíes muertos entre 2004 y 2008. Los documentos también dejaron al descubierto la ayuda que prestaba Irán a las milicias iraquíes y el uso sistemático de torturas. Según la cadena qatarí Al Jazeera, que reveló los archivos, las autoridades estadounidenses dejaron sin investigar cientos de informes que denunciaban abusos, torturas, violaciones e incluso asesinatos perpetrados sistemáticamente por la Policía y el Ejército iraquí.

Principalmente con estas tres publicaciones, la imagen de Estados Unidos se vio fuertemente afectada para la opinión pública internacional. Pero también podríamos considerar una cuarta publicación, como por ejemplo la revelación donde la Secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton instruyó a sus diplomáticos que espiaran a los representantes de otros países acreditados ante Naciones Unidas. El "cable" que solicita a los diplomáticos estadounidenses que recaben informaciones confidenciales, está firmado por la secretaria de Estado Clinton en julio de 2009.

Sin embargo, en los círculos diplomáticos que habrían sido objeto de espionaje, no había tanta sorpresa -o al menos una enérgica expresión de rechazo-. Pese a lo condenable, se consideró casi como algo "normal". Carne Ross -un diplomático británico retirado- al ser consultado por el cable donde Clinton instruía a espiar a los países acreditados en la ONU, declaró a la prensa: “El hecho que Estados Unidos espía en la ONU no puede ser una sorpresa. Muchos países lo hacen, incluido el nuestro”.

Esto sería así, ya que -digámoslo claramente- la diplomacia es en parte, una misión de observación.

En este sentido, la Convención de Viena sobre las Relaciones Diplomáticas de 1961, es muy claro al establecer las funciones específicas del quehacer diplomático que serían básicamente.

a. Una función de representación.
b. Una función de negociación.
c. Y finalmente, la función de “observación”.

Esta última función implica, según el espíritu del tratado, recolectar información útil a la acción exterior del Estado de origen, específicamente sobre la situación interior de la entidad extranjera donde dicho cuerpo diplomático tiene su sede. Por regla general esta observación implica la adquisición de información relativa a todos los ámbitos propios a esta interacción, es decir lo económico, lo político, lo social, lo cultural y lo militar.

Cuando por ejemplo en la diplomacia se atraviesa un período de tensiones, se acostumbra a "llamar a consultas al embajador". Lo que se está haciendo con esto, es llamar a informar a un representante del Estado acreditante que posee una serie de información que otros no poseen y esto sería así, porque la misión diplomática cumple la función de observación donde -valga la redundancia- se "observa" el comportamiento de una serie de actores del sistema político, entre ellos, de los partidos políticos, de los grupos de interés y presión, de la moral nacional del país en observación, etc.

En conclusión, no puede sorprendernos el hecho de que en la diplomacia se espíe. Lo que debería sorprendernos es que en un mundo como el actual, los mensajes diplomáticos puedan ser vulnerados y publicados de esta forma gracias a la masificación de nuevos medios de información.

Estrictamente en materia diplomática, Estados Unidos no está haciendo algo nuevo, sin embargo, la publicación de los cables de Wikileaks -especialmente los tres más importantes que comentábamos anteriormente- han puesto en mayor duda la legitimidad del uso de la fuerza en las campañas de Irak y Afganistán. Fueron los primeros cables, pero probablemente no serán los últimos y así, el fenómeno Wikileaks durante el año entrante seguirá siendo un tema de convergencia mundial; quizás no en la diplomacia propiamente tal, pero sí en temas como las violaciones a derechos humanos en los principales frentes de batalla en Medio Oriente.

Aún queda una enorme cantidad de cables por divulgar, por lo que no debería extrañarnos que en los próximos meses siga siendo un tema fuerte en los principales medios de comunicación.

Con todo este embrollo, seguramente Washington debe añorar los viejos tiempos de las valijas diplomáticas.


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