jueves, 8 de julio de 2010

Rusia, Estados Unidos y la diplomacia espiada

Hace algunas semanas, se desató una tenue controversia entre Estados Unidos y Rusia generada a partir de la captura en territorio estadounidense de una presunta red conformada por unos diez espías que estaban recabando información favorable a Rusia. Lo anterior, evidentemente trajo el efecto mediático que se esperaba: se estaba volviendo a la era de la Guerra Fría, donde las acciones de espionaje e inteligencia eran una constante entre las superpotencias.

En todo caso, hay que mencionar que en la actualidad -donde el dominio de los medios de comunicación, las redes sociales y el manejo de las grandes cadenas de información- han dominado en forma mucho más eficaz el manejo comunicacional que se lleva a cabo en los círculos diplomáticos. Por lo tanto, las señales enviadas a la prensa y a la comunidad internacional, deben y tienen que basarse en principios más conciliadores, diplomáticos y cautos.

Lo anterior no puede ser de otra forma, porque entre las relaciones ruso-estadounidenses, debemos considerar además otro factor importantísimo: la investidura de Obama en la Casa Blanca tiene que seguir marcando un antes y un después desde la discutible administración de George W. Bush, donde en materia internacional, las relaciones diplomáticas con Rusia se vieron seriamente afectadas. Recordemos que durante la administración Bush, se aprobaron una serie de medidas que iban en detrimiento de los intereses estratégicos de Moscú. En aquél entonces, Washington pretendía instalar en República Checa y Polonia una serie de baterías y radares antimisiles para proteger a sus aliados en Europa de la existencia de los llamados "Estados paria", vale decir, Estados con poder nuclear que mantendrían una política fuertemente hostil hacia Occidente. Para la lógica de la Casa Blanca, casos como los de Irán y Corea del Norte serían claros ejemplos de ello. Por su parte, Moscú no veía con buenos ojos la instalación de baterías antimisiles a escasos kilómetros de sus fronteras, ya que los asesores del Kremlin sospechaban que ese plan estaría dirigido para contrarrestar cualquier avance en materia nuclear por su país.

Ante esa situación, Vladimir Putin -que en ese tiempo era el Presidente de la Federación Rusa- manifiestó en junio de 2007, "no queremos ninguna confrontación, pero en caso de despliegue de un escudo antimisiles en Europa, y hoy lo advertimos, habrá respuesta. Necesitamos garantizar nuestra seguridad". Declaraciones similares fueron emuladas por las más altas autoridades militares rusas, como fue el caso del General Nikolai Solovcov, quien manifestó que "en caso de que la República Checa y Polonia decidan crear en su territorio las bases del escudo anti-misil estadounidense, nuestro Ejército incluirá esos emplazamientos en sus potenciales blancos". Bajo la administración Bush nunca se concretaron dichos proyectos, pero desde que Obama ocupó la primera magistratura, quedaron las dudas respecto a si el nuevo mandatario seguiría con esa línea. Debido a la importancia que tiene para Obama el enviar señales diplomáticas, decidió abortar todos los planes y si bien, actualmente Estados Unidos ha seguido estudiando la instalación de un escudo antimisiles -aunque ahora en Rumania- lo cierto es que no podrá concretarse antes del 2015, puesto que los asesores de Obama, entienden que en base a las asperezas de antaño, la opinión de Rusia es más importante de lo que se cree.

Señales igual de conciliadoras se han tratado de enviar desde que el nuevo mandatario estadounidense llegó al poder. En marzo del 2009, la Secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, visitó en Ginebra a su homólogo ruso Serguei Lavrov, con la finalidad de "resetear" las relaciones diplomáticas entre sus países. El simbólico "botón rojo" para resetear las relaciones bilaterales, marcó una agenda que para varios iba a marcar una diferencia entre la salida de Bush y la entrada de Obama.

Entre otros aspectos, el anterior ha sido el componente que visiblemente se ha marcado como el más relevante en los aspectos bilaterales al interior de las nuevas relaciones ruso-estadounidenses. Si bajo las acusaciones de espionaje ruso, Obama hubiera mostrado una evidente molestia, los esfuerzos por mejorar la diplomacia entre los dos gigantes hubiesen escalado innecesariamente hasta quedar como infructuosas. De todas formas, pese a no mostrar esa molestia abiertamente, los círculos cercanos a Obama saben que esta situación incomoda más de lo que se muestra hacia la prensa. Teniendo claro que las acciones de inteligencia -pese a toda crítica y juicio- son necesarias para la supervivencia del Estado, al parecer esta situación sólo será recordada como un leve impasse tratado bajo un marco protocolar y que no debería impedir la promesa de cambio que Obama plasmó respecto a la relación con Moscú.

Estados Unidos y Rusia tienen muchos más asuntos que los convoca a cooperar más que otros que los lleva a discernir, pero tengámoslo claro, no se debe ser incauto. Mientras los gigantes se siguen mirando de cerca, la diplomacia espiada continúa.

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