A mediados de mes, Kirguistán volvió a ser motivo de preocupación luego de que los enfrentamientos étnicos entre kirguises y uzbecos se llevaran a cabo en las provincias de Osh y Jalalabad -dos importantes urbes en el Sur del país- que en su conjunto dejaron como saldo una cifra que ampliamente supera el centenar de víctimas fatales y con aproximadamente unos 80.000 desplazados que han buscado refugio en la vecina Uzbekistán. Con un conflicto que ya ha sido catalogado como "el peor de los últimos veinte años" sería difícil imaginar que esta cifra de víctimas quede estancada.
Los conflictos étnicos en Asia Central nunca han tenido el peso que merecen y esa es la razón por la cual la comunidad internacional no tiende a enterarse de ellos -o más bien a "re-enterarse" hasta que las crisis humanitarias resaltan su lado más oscuro.
Es por ello que en esta columna se revisarán básicamente dos aspectos. En primer término, dar a conocer algunas claves históricas para entender la lógica de un conflicto agudizado desde la caída de la Unión Soviética y en segundo término, dar algunas apreciaciones respecto a cuáles podrían ser los escenarios futuros que le esperan a ese castigado país en vista de que una eventual presencia militar rusa no pareciera tener la misma voluntad que se vio durante los primeros años de la década de los noventa. Ello, porque sencillamente no es compatible con los intereses estratégicos de Moscú, al menos en el corto plazo. Todo lo anterior, será esbozado en las próximas lineas.
Tanto Kirguistán, así como Uzbekistán y Takiyistán, eran antiguas repúblicas de la Unión Soviética, las cuales nacieron como consecuencia de la rupura o división del Valle de Ferganá. Kirguises y uzbecos -que son las dos etnias predominantes en esa región- han convivido armónica e históricamente durante siglos, llegando incluso a compartir sus familias. Ambas etnias hablan turco y comparten la religión musulmana. Los analistas actuales dirían sin embargo que dicha coexistencia estuvo motivada por aspectos económicos, ya que mientras los kirguises eran criadores de ganado, los uzbecos cultivaban la tierra.
La creación de la Unión Soviética y su posterior eje geopolítico de influencia, fue suficiente para dividir el valle de Ferganá y dar origen a esas tres repúblicas bajo la órbita soviética. Esto conllevó a que las organizaciones de vida entre uzbecos y kirguises se modificaran y a que estas etnias tuvieran que emigrar del valle de Ferganá y a repartirse en estas tres nuevas repúblicas. En el caso de Kirguistán, diversos estudios recientes sostienen que la etnia kirguís se impone ampliamente con una representación del 70% de la población, mientras que la uzbeca representa a cerca del 15%. En el aspecto político, cabe destacar que el Presidente de Kirguistán recién fue reconocido como la máxima autoridad política desde 1990, ya que anteriormente a esa fecha, la figura política más relevante de la nación estaba encarnada por el Gobernador del Consejo Supremo, cargo que desde 1936 fue el más importante cuando la actual Kirguistán era conocida como la Republica Socialista Soviética de Kirguistán.
Cuando la desaparición de la Unión Soviética era inminente, trajo consigo que el estallamiento de los conflictos étnicos entre kirguises y uzbecos, volvieran a aparecer. Como consecuencia, el líder ruso, Mijail Gorbachov entendió que para un area de su influencia, era impensable que señales como esas se constataran, especialmente porque ello implicaría que la Unión Soviética -que hasta entonces, aún existía- ya había perdido todo peso político y estratégico en la región de Asia Central. Por ello, se decide enviar una intervención militar para tratar de contener la violencia étnica entre kirguises y uzbecos. En el contexto de aquel entonces, aparece el primer Presidente de Kirguistán, Askar Akáyev quien -después de tres reelecciones y de haber ostentado el poder durante quince años- fue derrocado mediante una revolución, conocida como La Revolución de los Tulipanes. El 2005 luego de la dimisión y posterior huída de Akáyev y sus principales colaboradores a Rusia, se celebran elecciones; resultando ganador Kurmanbek Bakiyev, un destacado opositor kirguís a las políticas de Akáyev.
Sin embargo, el gobierno de Bakiyev estuvo lejos de mejorar en el frente interno. Mostrándose con una política altamente represiva, el estado de violencia siguió presente. Durante su administración, también comienza a crecer la importación y consumo de drogas, principalmente de la amapola que llegaba en forma abundante desde Afganistán.
Fue así hasta que las tensiones internas lograron que dimitiera de su cargo en abril de este año. Lo anterior, trajo la sensación de que los conflictos étnicos volvieran a aparecer debido a que durante su mandato los enfrentamientos entre kirguises y uzbecos -si bien seguían presentes- pasaron a segundo plano.
Desde ahí, el Parlamento designa como Presidente interino a Rosa Otunbayeva, una figura política importante en el país. Fue Ministra de Asuntos Exteriores en el gobierno de Akáyev y tuvo una participación importante durante el proceso que consiguió que Bakiyev renunciara a su cargo.
El gobierno de Otunbayeva tiene un serio desafío: promover y consolidar el diálogo entre kirguises y uzbecos, mejorar la institucionalidad interna y disminuir las altas tasas de pobreza que azotan al país.
Prácticamente desde que se inició el conflicto étnico entre kirguises y uzbecos durante este mes, Otunbayeva y una serie de movimientos y políticos kirguises han demandado más presencia rusa en el país. Lo anterior es entendible si consideramos que Kirguistán ha sido un aliado clave para Moscú en el contexto de la década de los noventa. Sin embargo, Rusia actualmente ha manifestado que lo ocurrido en Kirguistán "es un conflicto interno y por ahora Rusia no ve las condiciones para formar parte en su resolución". En otras palabras, el régimen de Otunbayeva tendría por ahora más posibilidades de tener apoyo en organizaciones regionales o internacionales, más que desde la propia Rusia. En el Kremlin se entiende que actualmente no están las condiciones para mantener un eje de influencia en Asia Central en momentos donde hay prioridades mucho más preocupantes cerca de sus propias fronteras, específicamente con la lucha que Rusia sigue manteniendo con los separatistas chechenos, ingushes y daguestanes que han sido mencionados en una columna anterior.
Si bien a Moscú le preocupa que el conflicto étnico se extienda en la región, no velará por un papel protagónico más allá de las ayudas simbólicas que pueda prestarle al país. En rigor, con los envíos de ayuda humanitaria o bien, con la participación de efectivos militares para proteger sus bases aéreas.
China también ha manifestado su preocupación y es lógico al saber que el gigante asiático también tiene sus propios conflictos étnicos entre los han y uigures en la provincia de Xinjuang. Lo que pase en Kirguistán para los intereses chinos es clave, ya que las emigraciones masivas de kirguises y uzbecos -al propagarse por Uzbekistán y el resto de los países de la región- es un claro motivo de preocupación para Pekín, ya que su combate con la etnia uigur es un conflicto básicamente étnico-religioso. Los uigures al ser de religión musulmana, verían concentrado su apoyo al recibir más etnias que fortalezcan y legitimen su posición religiosa. Por lo tanto, es natural que China también se vea preocupado por ello.
En resumen, dos importantes paises del Este -como en estos dos casos- ya han manifestado su preocupación, pero no han dado directrices de intervención, por lo que no debería extrañar que se logre una tenue intervención conjunta con Naciones Unidas o bien, reforzar los apoyos ya existentes con el organismo multilateral.
Rusia ha comprendido que la geopolítica global para los países de Asia Central no está en condiciones de operar mientras que en el Cáucaso la situación se encuentre tensa. Sería irrisorio pensar en un desvío de bienes económicos, materiales y humanos para países como Kirguistán, porque ello no haría más que bajar la guardia rusa en el frente checheno, un importante enclave que controla los principales oleoductos entre el Mar Caspio y el Cáucaso.
Por lo tanto, Rusia -y también China- tendrán que esperar con atención qué medidas conjuntas tomará el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Mientras en Asia Central está por destaparse una verdadera olla a presión, kirguises y uzbecos siguen siendo los grandes perdedores del conflicto.
Los conflictos étnicos en Asia Central nunca han tenido el peso que merecen y esa es la razón por la cual la comunidad internacional no tiende a enterarse de ellos -o más bien a "re-enterarse" hasta que las crisis humanitarias resaltan su lado más oscuro.
Es por ello que en esta columna se revisarán básicamente dos aspectos. En primer término, dar a conocer algunas claves históricas para entender la lógica de un conflicto agudizado desde la caída de la Unión Soviética y en segundo término, dar algunas apreciaciones respecto a cuáles podrían ser los escenarios futuros que le esperan a ese castigado país en vista de que una eventual presencia militar rusa no pareciera tener la misma voluntad que se vio durante los primeros años de la década de los noventa. Ello, porque sencillamente no es compatible con los intereses estratégicos de Moscú, al menos en el corto plazo. Todo lo anterior, será esbozado en las próximas lineas.
Tanto Kirguistán, así como Uzbekistán y Takiyistán, eran antiguas repúblicas de la Unión Soviética, las cuales nacieron como consecuencia de la rupura o división del Valle de Ferganá. Kirguises y uzbecos -que son las dos etnias predominantes en esa región- han convivido armónica e históricamente durante siglos, llegando incluso a compartir sus familias. Ambas etnias hablan turco y comparten la religión musulmana. Los analistas actuales dirían sin embargo que dicha coexistencia estuvo motivada por aspectos económicos, ya que mientras los kirguises eran criadores de ganado, los uzbecos cultivaban la tierra.
La creación de la Unión Soviética y su posterior eje geopolítico de influencia, fue suficiente para dividir el valle de Ferganá y dar origen a esas tres repúblicas bajo la órbita soviética. Esto conllevó a que las organizaciones de vida entre uzbecos y kirguises se modificaran y a que estas etnias tuvieran que emigrar del valle de Ferganá y a repartirse en estas tres nuevas repúblicas. En el caso de Kirguistán, diversos estudios recientes sostienen que la etnia kirguís se impone ampliamente con una representación del 70% de la población, mientras que la uzbeca representa a cerca del 15%. En el aspecto político, cabe destacar que el Presidente de Kirguistán recién fue reconocido como la máxima autoridad política desde 1990, ya que anteriormente a esa fecha, la figura política más relevante de la nación estaba encarnada por el Gobernador del Consejo Supremo, cargo que desde 1936 fue el más importante cuando la actual Kirguistán era conocida como la Republica Socialista Soviética de Kirguistán.
Cuando la desaparición de la Unión Soviética era inminente, trajo consigo que el estallamiento de los conflictos étnicos entre kirguises y uzbecos, volvieran a aparecer. Como consecuencia, el líder ruso, Mijail Gorbachov entendió que para un area de su influencia, era impensable que señales como esas se constataran, especialmente porque ello implicaría que la Unión Soviética -que hasta entonces, aún existía- ya había perdido todo peso político y estratégico en la región de Asia Central. Por ello, se decide enviar una intervención militar para tratar de contener la violencia étnica entre kirguises y uzbecos. En el contexto de aquel entonces, aparece el primer Presidente de Kirguistán, Askar Akáyev quien -después de tres reelecciones y de haber ostentado el poder durante quince años- fue derrocado mediante una revolución, conocida como La Revolución de los Tulipanes. El 2005 luego de la dimisión y posterior huída de Akáyev y sus principales colaboradores a Rusia, se celebran elecciones; resultando ganador Kurmanbek Bakiyev, un destacado opositor kirguís a las políticas de Akáyev.
Sin embargo, el gobierno de Bakiyev estuvo lejos de mejorar en el frente interno. Mostrándose con una política altamente represiva, el estado de violencia siguió presente. Durante su administración, también comienza a crecer la importación y consumo de drogas, principalmente de la amapola que llegaba en forma abundante desde Afganistán.
Fue así hasta que las tensiones internas lograron que dimitiera de su cargo en abril de este año. Lo anterior, trajo la sensación de que los conflictos étnicos volvieran a aparecer debido a que durante su mandato los enfrentamientos entre kirguises y uzbecos -si bien seguían presentes- pasaron a segundo plano.
Desde ahí, el Parlamento designa como Presidente interino a Rosa Otunbayeva, una figura política importante en el país. Fue Ministra de Asuntos Exteriores en el gobierno de Akáyev y tuvo una participación importante durante el proceso que consiguió que Bakiyev renunciara a su cargo.
El gobierno de Otunbayeva tiene un serio desafío: promover y consolidar el diálogo entre kirguises y uzbecos, mejorar la institucionalidad interna y disminuir las altas tasas de pobreza que azotan al país.
Prácticamente desde que se inició el conflicto étnico entre kirguises y uzbecos durante este mes, Otunbayeva y una serie de movimientos y políticos kirguises han demandado más presencia rusa en el país. Lo anterior es entendible si consideramos que Kirguistán ha sido un aliado clave para Moscú en el contexto de la década de los noventa. Sin embargo, Rusia actualmente ha manifestado que lo ocurrido en Kirguistán "es un conflicto interno y por ahora Rusia no ve las condiciones para formar parte en su resolución". En otras palabras, el régimen de Otunbayeva tendría por ahora más posibilidades de tener apoyo en organizaciones regionales o internacionales, más que desde la propia Rusia. En el Kremlin se entiende que actualmente no están las condiciones para mantener un eje de influencia en Asia Central en momentos donde hay prioridades mucho más preocupantes cerca de sus propias fronteras, específicamente con la lucha que Rusia sigue manteniendo con los separatistas chechenos, ingushes y daguestanes que han sido mencionados en una columna anterior.
Si bien a Moscú le preocupa que el conflicto étnico se extienda en la región, no velará por un papel protagónico más allá de las ayudas simbólicas que pueda prestarle al país. En rigor, con los envíos de ayuda humanitaria o bien, con la participación de efectivos militares para proteger sus bases aéreas.
China también ha manifestado su preocupación y es lógico al saber que el gigante asiático también tiene sus propios conflictos étnicos entre los han y uigures en la provincia de Xinjuang. Lo que pase en Kirguistán para los intereses chinos es clave, ya que las emigraciones masivas de kirguises y uzbecos -al propagarse por Uzbekistán y el resto de los países de la región- es un claro motivo de preocupación para Pekín, ya que su combate con la etnia uigur es un conflicto básicamente étnico-religioso. Los uigures al ser de religión musulmana, verían concentrado su apoyo al recibir más etnias que fortalezcan y legitimen su posición religiosa. Por lo tanto, es natural que China también se vea preocupado por ello.
En resumen, dos importantes paises del Este -como en estos dos casos- ya han manifestado su preocupación, pero no han dado directrices de intervención, por lo que no debería extrañar que se logre una tenue intervención conjunta con Naciones Unidas o bien, reforzar los apoyos ya existentes con el organismo multilateral.
Rusia ha comprendido que la geopolítica global para los países de Asia Central no está en condiciones de operar mientras que en el Cáucaso la situación se encuentre tensa. Sería irrisorio pensar en un desvío de bienes económicos, materiales y humanos para países como Kirguistán, porque ello no haría más que bajar la guardia rusa en el frente checheno, un importante enclave que controla los principales oleoductos entre el Mar Caspio y el Cáucaso.
Por lo tanto, Rusia -y también China- tendrán que esperar con atención qué medidas conjuntas tomará el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Mientras en Asia Central está por destaparse una verdadera olla a presión, kirguises y uzbecos siguen siendo los grandes perdedores del conflicto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario