A estas alturas, ya es conocido el nuevo período de tensiones entre Colombia y Venezuela. Ello, a raíz de que Bogotá ha decidido acusar formalmente ante la OEA al régimen de Hugo Chávez por albergar y darle protección a la cúpula de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Según los datos entregados por las autoridades colombianas, se trataría de Iván Márquez; Rodrigo Granda, alias 'Ricardo'; Timoleón Jiménez, alias 'Timochenko', y Germán Briceño, alias 'Grannobles' (todos ellos miembros de las FARC); así como a Carlos Marín Guarín, alias 'Pablito', perteneciente al ELN.
En respuesta a estas acusaciones, Caracas ha decidido romper las relaciones diplomáticas con Colombia. Un hecho que en el corto plazo, no tendrá mayores efectos prácticos, debido a que en julio del año pasado, las relaciones bilaterales ya se encontraban congeladas después de la tensión originada a raíz de que Colombia firmara un acuerdo de cooperación militar con Estados Unidos para combatir el narcotráfico y la guerrilla que azota al país cafetero. En la ocasión, Hugo Chávez sostenía que ese acuerdo podría desencadenar en una guerra, porque a todas luces representaba una amenaza a su proceso revolucionario al instalarse una serie de bases militares cerca de su país.
En base a estas turbulencias diplomáticas, el conflicto en el área de Norte de Sudamérica se ha gestado y desarrollado con una muy pobre capacidad de diálogo y con una leve voluntad política. En todo caso, esto ocurre a pocos días de que el régimen del aún mandatario colombiano, Álvaro Uribe esté por dejar el poder y entregárselo al que ha sido definido como el "continuador de su obra"; su ex Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos que resultó vencedor en las pasadas elecciones del 21 de julio con un 69% de los votos. Sin duda, el nuevo jefe de Palacio Nariño tendrá un duro reto desde el primer día de su investidura. No puede ser de otra forma, porque para Santos la relación entre Colombia y Venezuela dará probablemente la primera pauta de lo que se verá en los próximos años de este verdadero ajedrez político regional. Si bien hasta la fecha, ya se ha mostrado un recambio importante en las fuerzas políticas de América Latina, el caso colombiano resulta crucial debido a que es el principal aliado estadounidense en la región.
Lo que sí es rescatable, son algunos hechos que -por experiencia histórica- Bogotá no se puede dar el lujo de repetir. Primero, durante la gestión de Uribe, la tensión se elevó a niveles completamente innecesarios después de que en marzo del 2008, el país cafetero realizara un "ataque preventivo" en territorio ecuatoriano una vez confirmada la presencia de "Raúl Reyes" uno de los principales líderes de las FARC que resultó abatido luego del bombardeo. Más allá de toda crítica respecto a las FARC, lo cierto es que Bogotá violó abiertamente un principio inmanente en la política internacional: la soberanía del Estado. Así como Colombia defendió su soberanía para realizar alianzas militares con Estados Unidos, debe ahora velar para que esa misma soberanía de sus países vecinos, no se vea vulnerada con una eventual escaramuza. Sólo así, el régimen de Santos podrá marcar un antes y un después en el "uribismo" colombiano. Si por el contrario -y como se vio durante su campaña presidencial- Santos no tuvo tapujos en alabar las políticas de Uribe orientadas a debilitar logística y militarmente a las FARC -de hecho el fue un artífice no menor, debido a que fue el Ministro de Defensa de Uribe- entonces, no es alentador el panorama que se podría avecinar en las relaciones colombo-venezolanas. Para muchos analistas la pregunta es ¿cómo se configurarán las relaciones entre Bogotá y Caracas con la llegada de Santos?. A nuestro juicio es ¿cuánto durará la luna de miel entre Bogotá y Caracas una vez investido Santos? Lo anterior, a nuestro juicio se plantea de esta forma, porque el acuerdo que facilita las siete bases militares para realizar acciones de inteligencia por parte de personal norteamericano, fue un acuerdo firmado entre el Estado colombiano y su par estadounidense, no fue un acuerdo intergubernamental entre Uribe y Obama. Teniendo en cuenta lo anterior, sería difícil imaginar que las relaciones entre Santos y Chávez mejoren en el mediano y largo plazo. De existir una felicitación en términos protocolares desde el mandatario venezolano a su nuevo par colombiano, la puede haber; sin embargo, por sí solo el aspecto protocolar está lejos de ser el determinante para mejorar las relaciones entre esos dos países, que sin dudas y con muy buenas razones, ha despertado el interés y la preocupación regional.
Al menos por ahora, el período de tensión actual entre Bogotá y Caracas se tratará en la cumbre de UNASUR que dentro de pocas horas se celebrará en Quito. Bolivia y Ecuador ya han manifestado que las acusaciones de Colombia en el marco de la reunión de la OEA eran para "ventilar" sus problemas internos.
El país cafetero -que en todo caso participará de la cumbre de UNASUR- afirma que "espera pasar de las discusiones a las soluciones". Una declaración que ya marca un aspecto importante porque el año pasado, Gabriel Silva -que aún es el Ministro de Defensa colombiano- afirmó al ser consultado por las contínuas reuniones del bloque para tratar la presencia de las bases estadounidenses en Colombia que "eventualmente si este impasse se perpetúa y no vemos una preocupación por el armamentismo, el tráfico de armas, el narcotráfico, el crimen organizado, si no hay sensibilidad por esos temas que son los de los colombianos, pues seríamos invitados de piedra y tocaría evaluar esa posibilidad (de retirarse)"
La cumbre de hoy en Quito será fundamental para ver cómo evoluciona esa postura colombiana para las próximas reuniones. De no llegar a alguna declaración concreta, Colombia ya tendría una señal importante para evaluar aún más su permanencia en el bloque regional. Por más que la decisión termine siendo de Santos y no de Uribe, el mandatario entrante puede verse fuertemente influenciado por las implicancias regionales que esto representa. Si finalmente Colombia decidiera salir de la UNASUR estaríamos en presencia de una "integración desintegrada". Veamos si esto se concreta en los próximos meses, pero lo que sí es seguro, es que para Santos ya es un tema de preocupación velar por la reconstrucción de la agenda con Venezuela o mejor dicho, algo que se aproxime a eso.
En respuesta a estas acusaciones, Caracas ha decidido romper las relaciones diplomáticas con Colombia. Un hecho que en el corto plazo, no tendrá mayores efectos prácticos, debido a que en julio del año pasado, las relaciones bilaterales ya se encontraban congeladas después de la tensión originada a raíz de que Colombia firmara un acuerdo de cooperación militar con Estados Unidos para combatir el narcotráfico y la guerrilla que azota al país cafetero. En la ocasión, Hugo Chávez sostenía que ese acuerdo podría desencadenar en una guerra, porque a todas luces representaba una amenaza a su proceso revolucionario al instalarse una serie de bases militares cerca de su país.
En base a estas turbulencias diplomáticas, el conflicto en el área de Norte de Sudamérica se ha gestado y desarrollado con una muy pobre capacidad de diálogo y con una leve voluntad política. En todo caso, esto ocurre a pocos días de que el régimen del aún mandatario colombiano, Álvaro Uribe esté por dejar el poder y entregárselo al que ha sido definido como el "continuador de su obra"; su ex Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos que resultó vencedor en las pasadas elecciones del 21 de julio con un 69% de los votos. Sin duda, el nuevo jefe de Palacio Nariño tendrá un duro reto desde el primer día de su investidura. No puede ser de otra forma, porque para Santos la relación entre Colombia y Venezuela dará probablemente la primera pauta de lo que se verá en los próximos años de este verdadero ajedrez político regional. Si bien hasta la fecha, ya se ha mostrado un recambio importante en las fuerzas políticas de América Latina, el caso colombiano resulta crucial debido a que es el principal aliado estadounidense en la región.
Lo que sí es rescatable, son algunos hechos que -por experiencia histórica- Bogotá no se puede dar el lujo de repetir. Primero, durante la gestión de Uribe, la tensión se elevó a niveles completamente innecesarios después de que en marzo del 2008, el país cafetero realizara un "ataque preventivo" en territorio ecuatoriano una vez confirmada la presencia de "Raúl Reyes" uno de los principales líderes de las FARC que resultó abatido luego del bombardeo. Más allá de toda crítica respecto a las FARC, lo cierto es que Bogotá violó abiertamente un principio inmanente en la política internacional: la soberanía del Estado. Así como Colombia defendió su soberanía para realizar alianzas militares con Estados Unidos, debe ahora velar para que esa misma soberanía de sus países vecinos, no se vea vulnerada con una eventual escaramuza. Sólo así, el régimen de Santos podrá marcar un antes y un después en el "uribismo" colombiano. Si por el contrario -y como se vio durante su campaña presidencial- Santos no tuvo tapujos en alabar las políticas de Uribe orientadas a debilitar logística y militarmente a las FARC -de hecho el fue un artífice no menor, debido a que fue el Ministro de Defensa de Uribe- entonces, no es alentador el panorama que se podría avecinar en las relaciones colombo-venezolanas. Para muchos analistas la pregunta es ¿cómo se configurarán las relaciones entre Bogotá y Caracas con la llegada de Santos?. A nuestro juicio es ¿cuánto durará la luna de miel entre Bogotá y Caracas una vez investido Santos? Lo anterior, a nuestro juicio se plantea de esta forma, porque el acuerdo que facilita las siete bases militares para realizar acciones de inteligencia por parte de personal norteamericano, fue un acuerdo firmado entre el Estado colombiano y su par estadounidense, no fue un acuerdo intergubernamental entre Uribe y Obama. Teniendo en cuenta lo anterior, sería difícil imaginar que las relaciones entre Santos y Chávez mejoren en el mediano y largo plazo. De existir una felicitación en términos protocolares desde el mandatario venezolano a su nuevo par colombiano, la puede haber; sin embargo, por sí solo el aspecto protocolar está lejos de ser el determinante para mejorar las relaciones entre esos dos países, que sin dudas y con muy buenas razones, ha despertado el interés y la preocupación regional.
Al menos por ahora, el período de tensión actual entre Bogotá y Caracas se tratará en la cumbre de UNASUR que dentro de pocas horas se celebrará en Quito. Bolivia y Ecuador ya han manifestado que las acusaciones de Colombia en el marco de la reunión de la OEA eran para "ventilar" sus problemas internos.
El país cafetero -que en todo caso participará de la cumbre de UNASUR- afirma que "espera pasar de las discusiones a las soluciones". Una declaración que ya marca un aspecto importante porque el año pasado, Gabriel Silva -que aún es el Ministro de Defensa colombiano- afirmó al ser consultado por las contínuas reuniones del bloque para tratar la presencia de las bases estadounidenses en Colombia que "eventualmente si este impasse se perpetúa y no vemos una preocupación por el armamentismo, el tráfico de armas, el narcotráfico, el crimen organizado, si no hay sensibilidad por esos temas que son los de los colombianos, pues seríamos invitados de piedra y tocaría evaluar esa posibilidad (de retirarse)"
La cumbre de hoy en Quito será fundamental para ver cómo evoluciona esa postura colombiana para las próximas reuniones. De no llegar a alguna declaración concreta, Colombia ya tendría una señal importante para evaluar aún más su permanencia en el bloque regional. Por más que la decisión termine siendo de Santos y no de Uribe, el mandatario entrante puede verse fuertemente influenciado por las implicancias regionales que esto representa. Si finalmente Colombia decidiera salir de la UNASUR estaríamos en presencia de una "integración desintegrada". Veamos si esto se concreta en los próximos meses, pero lo que sí es seguro, es que para Santos ya es un tema de preocupación velar por la reconstrucción de la agenda con Venezuela o mejor dicho, algo que se aproxime a eso.
muy buena columna, cuando vi las acusaciones del embajador , ante la OEA del Estado( y gobierno) de colombia, no se porque... pero se me vino de inmediato la imagen de Collin power, mostrando diapositivas y argumentos ante la ONU,para "demostrar" que en IRAK, existian armas de destruccion masiva. cosa que todo el mundo, del principio sabiaque no era tal, y que los mas escepticos dentro y fuera de EEUU, pudieron comprobar a los pocos dias de iniciada la Flaz Guerra; que por muy inventada que alla sido, tiene muchas victimas reales e inocentes.
ResponderEliminarEl procedimiento y la forma de presentar los argumentos por el embajado colombiano ante el secretario general de la OEA, segun mi persepcion, fue un verdadero "Copy Paste"; es decir este compañero (por el gobierno Uribista que lamentablemente gobierna al loable pueblo colombiano), no solo hiso mal la "tarea", sino que copio de forma integra, el "HomeWork" del peor "compañero de curso".
Entonces cabe preguntarse... si le copio al maton de curso su tarea y su forma de ser... ¿tambien le copiara la forma de Actuar con los demas... es decir ... sera el nuevo maton de estas sureñas tierras, mas chico que el otro, pero con ayuda del mayor (entiendase EEUU y sus 7 bases en territorio colombiano), quien intentara golpiar a su compañero de banco, emulando al nunca bien ponderado "goliron" del curso???
esperemos que no...
Blas Duran-Velasquez