Hasta hace poco, se suscitaron dos buenos motivos para preguntarnos hacia dónde se dirigen -o se podrían dirigir- las relaciones chileno-bolivianas en el gobierno de Sebastián Piñera. Recordemos que a inicios de este mes, Marcelo Antezana Ex Comandante del Ejército de Bolivia y actual Senador por el partido opositor Convergencia Nacional, había declarado a medios de prensa locales que "la vía armada es la única forma de recuperar el mar". Dejemos claro que independientemente el senador boliviano sea opositor, su declaración no debería sernos indiferente, puesto que nos tocó vivir un proceso similar con las declaraciones del también Ex Comandante -pero de las fuerzas militares peruanas- General Edwin Donayre.
El otro hecho que afortunadamente llamó más la atención, es la reunión efectuada a nivel de vicecancilleres entre el 12 y 13 de julio para retomar las conversaciones bilaterales en el marco de la agenda de trece puntos. En la ocasión, Mónica Soriano y Fernando Schmidt -vicecancilleres de Bolivia y Chile, respectivamente- se reunieron en La Paz para discutir el trasfondo de básicamente tres temas incorporados en la agenda. Uno de ellos, fue la habilitación del puerto de Iquique para actividades comerciales, otro fue el avance en materia de renovación para la línea ferroviaria Arica-La Paz y por último, temas de seguridad fronteriza. Podemos ver que la demanda marítima boliviana no estuvo en esta ocasión y ello se debe a que probablemente el Palacio Quemado comprende que por ahora no es el momento oportuno para tocar el tema a nivel de vicecancilleres, lo que no quiere decir que el tema está ausente y no sea un tópico para futuras reuniones.
Se puede apreciar que el gobierno de Piñera -por el hecho de estar inserto en un bloque político mucho más renuente a tratar la demanda boliviana con soberanía- ha tenido desde la campaña presidencial un aspecto pragmático mucho más marcado que pauteará las diferencias con la administración Bachelet. La ex Presidenta si bien también dejó claro en su momento que la soberanía no era un aspecto negociable y que por el contrario, "se debían dar las facilidades necesarias para conferirle la cualidad marítima a Bolivia", lo cierto es que el círculo más cercano al actual Presidente, tendrá un componente de más realismo que podría agitar las relaciones bilaterales en el futuro. Lo clave de ello, es que la Cancillería chilena siga manteniendo la política de Estado en esta materia, sólo que en este caso, el Edificio Carrera ha optado llevarla adelante con un pragmatismo más fuerte que en casos anteriores. En cualquier caso, parece que sigue habiendo un piso político en términos de cómo se lleva a cabo la política vecinal. Por otro lado, no es menos llamativo mencionar que por lo visto, se han cumplido una serie de situaciones que habíamos tratado anteriormente en otra columna, respecto no sólo al tema de cómo Chile marcará sus relaciones con Bolivia, sino que con otros países de la región latinoamericana.
Para el caso del dilema boliviano, no debemos olvidar que hay un tope en las negociaciones y es la demanda peruana. Ello ha facilitado que los bloques opositores de nuestros vecinos del norte, siguen viendo cómo este cambio político en la forma pueda perturbar sus aspiraciones marítimas. De ahí resulta explicable la aparición de personajes como Donayre y Antezana, pero en cualquier caso, no serán los últimos y eso es un hecho.
El aspecto rescatable por ahora, es que ya pudimos ver que hay buena voluntad de ambos Estados y esto fue lo que pudo materializar una reunión que a todas luces, era necesaria. El cómo avance la relación bilateral entre La Paz y Santiago es la pregunta que nos queda, pero con toda seguridad ya podremos responderla conocido el fallo del Tribunal de la Haya. Lamentablemente para nuestros intereses marítimo-territoriales, no puede ser de otra forma.
El otro hecho que afortunadamente llamó más la atención, es la reunión efectuada a nivel de vicecancilleres entre el 12 y 13 de julio para retomar las conversaciones bilaterales en el marco de la agenda de trece puntos. En la ocasión, Mónica Soriano y Fernando Schmidt -vicecancilleres de Bolivia y Chile, respectivamente- se reunieron en La Paz para discutir el trasfondo de básicamente tres temas incorporados en la agenda. Uno de ellos, fue la habilitación del puerto de Iquique para actividades comerciales, otro fue el avance en materia de renovación para la línea ferroviaria Arica-La Paz y por último, temas de seguridad fronteriza. Podemos ver que la demanda marítima boliviana no estuvo en esta ocasión y ello se debe a que probablemente el Palacio Quemado comprende que por ahora no es el momento oportuno para tocar el tema a nivel de vicecancilleres, lo que no quiere decir que el tema está ausente y no sea un tópico para futuras reuniones.
Se puede apreciar que el gobierno de Piñera -por el hecho de estar inserto en un bloque político mucho más renuente a tratar la demanda boliviana con soberanía- ha tenido desde la campaña presidencial un aspecto pragmático mucho más marcado que pauteará las diferencias con la administración Bachelet. La ex Presidenta si bien también dejó claro en su momento que la soberanía no era un aspecto negociable y que por el contrario, "se debían dar las facilidades necesarias para conferirle la cualidad marítima a Bolivia", lo cierto es que el círculo más cercano al actual Presidente, tendrá un componente de más realismo que podría agitar las relaciones bilaterales en el futuro. Lo clave de ello, es que la Cancillería chilena siga manteniendo la política de Estado en esta materia, sólo que en este caso, el Edificio Carrera ha optado llevarla adelante con un pragmatismo más fuerte que en casos anteriores. En cualquier caso, parece que sigue habiendo un piso político en términos de cómo se lleva a cabo la política vecinal. Por otro lado, no es menos llamativo mencionar que por lo visto, se han cumplido una serie de situaciones que habíamos tratado anteriormente en otra columna, respecto no sólo al tema de cómo Chile marcará sus relaciones con Bolivia, sino que con otros países de la región latinoamericana.
Para el caso del dilema boliviano, no debemos olvidar que hay un tope en las negociaciones y es la demanda peruana. Ello ha facilitado que los bloques opositores de nuestros vecinos del norte, siguen viendo cómo este cambio político en la forma pueda perturbar sus aspiraciones marítimas. De ahí resulta explicable la aparición de personajes como Donayre y Antezana, pero en cualquier caso, no serán los últimos y eso es un hecho.
El aspecto rescatable por ahora, es que ya pudimos ver que hay buena voluntad de ambos Estados y esto fue lo que pudo materializar una reunión que a todas luces, era necesaria. El cómo avance la relación bilateral entre La Paz y Santiago es la pregunta que nos queda, pero con toda seguridad ya podremos responderla conocido el fallo del Tribunal de la Haya. Lamentablemente para nuestros intereses marítimo-territoriales, no puede ser de otra forma.
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