miércoles, 28 de julio de 2010

La tensión colombo-venezolana y sus implicancias regionales

A estas alturas, ya es conocido el nuevo período de tensiones entre Colombia y Venezuela. Ello, a raíz de que Bogotá ha decidido acusar formalmente ante la OEA al régimen de Hugo Chávez por albergar y darle protección a la cúpula de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Según los datos entregados por las autoridades colombianas, se trataría de Iván Márquez; Rodrigo Granda, alias 'Ricardo'; Timoleón Jiménez, alias 'Timochenko', y Germán Briceño, alias 'Grannobles' (todos ellos miembros de las FARC); así como a Carlos Marín Guarín, alias 'Pablito', perteneciente al ELN.

En respuesta a estas acusaciones, Caracas ha decidido romper las relaciones diplomáticas con Colombia. Un hecho que en el corto plazo, no tendrá mayores efectos prácticos, debido a que en julio del año pasado, las relaciones bilaterales ya se encontraban congeladas después de la tensión originada a raíz de que Colombia firmara un acuerdo de cooperación militar con Estados Unidos para combatir el narcotráfico y la guerrilla que azota al país cafetero. En la ocasión, Hugo Chávez sostenía que ese acuerdo podría desencadenar en una guerra, porque a todas luces representaba una amenaza a su proceso revolucionario al instalarse una serie de bases militares cerca de su país.

En base a estas turbulencias diplomáticas, el conflicto en el área de Norte de Sudamérica se ha gestado y desarrollado con una muy pobre capacidad de diálogo y con una leve voluntad política. En todo caso, esto ocurre a pocos días de que el régimen del aún mandatario colombiano, Álvaro Uribe esté por dejar el poder y entregárselo al que ha sido definido como el "continuador de su obra"; su ex Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos que resultó vencedor en las pasadas elecciones del 21 de julio con un 69% de los votos. Sin duda, el nuevo jefe de Palacio Nariño tendrá un duro reto desde el primer día de su investidura. No puede ser de otra forma, porque para Santos la relación entre Colombia y Venezuela dará probablemente la primera pauta de lo que se verá en los próximos años de este verdadero ajedrez político regional. Si bien hasta la fecha, ya se ha mostrado un recambio importante en las fuerzas políticas de América Latina, el caso colombiano resulta crucial debido a que es el principal aliado estadounidense en la región.

Lo que sí es rescatable, son algunos hechos que -por experiencia histórica- Bogotá no se puede dar el lujo de repetir. Primero, durante la gestión de Uribe, la tensión se elevó a niveles completamente innecesarios después de que en marzo del 2008, el país cafetero realizara un "ataque preventivo" en territorio ecuatoriano una vez confirmada la presencia de "Raúl Reyes" uno de los principales líderes de las FARC que resultó abatido luego del bombardeo. Más allá de toda crítica respecto a las FARC, lo cierto es que Bogotá violó abiertamente un principio inmanente en la política internacional: la soberanía del Estado. Así como Colombia defendió su soberanía para realizar alianzas militares con Estados Unidos, debe ahora velar para que esa misma soberanía de sus países vecinos, no se vea vulnerada con una eventual escaramuza. Sólo así, el régimen de Santos podrá marcar un antes y un después en el "uribismo" colombiano. Si por el contrario -y como se vio durante su campaña presidencial- Santos no tuvo tapujos en alabar las políticas de Uribe orientadas a debilitar logística y militarmente a las FARC -de hecho el fue un artífice no menor, debido a que fue el Ministro de Defensa de Uribe- entonces, no es alentador el panorama que se podría avecinar en las relaciones colombo-venezolanas. Para muchos analistas la pregunta es ¿cómo se configurarán las relaciones entre Bogotá y Caracas con la llegada de Santos?. A nuestro juicio es ¿cuánto durará la luna de miel entre Bogotá y Caracas una vez investido Santos? Lo anterior, a nuestro juicio se plantea de esta forma, porque el acuerdo que facilita las siete bases militares para realizar acciones de inteligencia por parte de personal norteamericano, fue un acuerdo firmado entre el Estado colombiano y su par estadounidense, no fue un acuerdo intergubernamental entre Uribe y Obama. Teniendo en cuenta lo anterior, sería difícil imaginar que las relaciones entre Santos y Chávez mejoren en el mediano y largo plazo. De existir una felicitación en términos protocolares desde el mandatario venezolano a su nuevo par colombiano, la puede haber; sin embargo, por sí solo el aspecto protocolar está lejos de ser el determinante para mejorar las relaciones entre esos dos países, que sin dudas y con muy buenas razones, ha despertado el interés y la preocupación regional.

Al menos por ahora, el período de tensión actual entre Bogotá y Caracas se tratará en la cumbre de UNASUR que dentro de pocas horas se celebrará en Quito. Bolivia y Ecuador ya han manifestado que las acusaciones de Colombia en el marco de la reunión de la OEA eran para "ventilar" sus problemas internos.

El país cafetero -que en todo caso participará de la cumbre de UNASUR- afirma que "espera pasar de las discusiones a las soluciones". Una declaración que ya marca un aspecto importante porque el año pasado, Gabriel Silva -que aún es el Ministro de Defensa colombiano- afirmó al ser consultado por las contínuas reuniones del bloque para tratar la presencia de las bases estadounidenses en Colombia que "eventualmente si este impasse se perpetúa y no vemos una preocupación por el armamentismo, el tráfico de armas, el narcotráfico, el crimen organizado, si no hay sensibilidad por esos temas que son los de los colombianos, pues seríamos invitados de piedra y tocaría evaluar esa posibilidad (de retirarse)"

La cumbre de hoy en Quito será fundamental para ver cómo evoluciona esa postura colombiana para las próximas reuniones. De no llegar a alguna declaración concreta, Colombia ya tendría una señal importante para evaluar aún más su permanencia en el bloque regional. Por más que la decisión termine siendo de Santos y no de Uribe, el mandatario entrante puede verse fuertemente influenciado por las implicancias regionales que esto representa. Si finalmente Colombia decidiera salir de la UNASUR estaríamos en presencia de una "integración desintegrada". Veamos si esto se concreta en los próximos meses, pero lo que sí es seguro, es que para Santos ya es un tema de preocupación velar por la reconstrucción de la agenda con Venezuela o mejor dicho, algo que se aproxime a eso.

martes, 20 de julio de 2010

Bolivia y Chile en medio de la agenda de trece puntos

Hasta hace poco, se suscitaron dos buenos motivos para preguntarnos hacia dónde se dirigen -o se podrían dirigir- las relaciones chileno-bolivianas en el gobierno de Sebastián Piñera. Recordemos que a inicios de este mes, Marcelo Antezana Ex Comandante del Ejército de Bolivia y actual Senador por el partido opositor Convergencia Nacional, había declarado a medios de prensa locales que "la vía armada es la única forma de recuperar el mar". Dejemos claro que independientemente el senador boliviano sea opositor, su declaración no debería sernos indiferente, puesto que nos tocó vivir un proceso similar con las declaraciones del también Ex Comandante -pero de las fuerzas militares peruanas- General Edwin Donayre.

El otro hecho que afortunadamente llamó más la atención, es la reunión efectuada a nivel de vicecancilleres entre el 12 y 13 de julio para retomar las conversaciones bilaterales en el marco de la agenda de trece puntos. En la ocasión, Mónica Soriano y Fernando Schmidt -vicecancilleres de Bolivia y Chile, respectivamente- se reunieron en La Paz para discutir el trasfondo de básicamente tres temas incorporados en la agenda. Uno de ellos, fue la habilitación del puerto de Iquique para actividades comerciales, otro fue el avance en materia de renovación para la línea ferroviaria Arica-La Paz y por último, temas de seguridad fronteriza. Podemos ver que la demanda marítima boliviana no estuvo en esta ocasión y ello se debe a que probablemente el Palacio Quemado comprende que por ahora no es el momento oportuno para tocar el tema a nivel de vicecancilleres, lo que no quiere decir que el tema está ausente y no sea un tópico para futuras reuniones.

Se puede apreciar que el gobierno de Piñera -por el hecho de estar inserto en un bloque político mucho más renuente a tratar la demanda boliviana con soberanía- ha tenido desde la campaña presidencial un aspecto pragmático mucho más marcado que pauteará las diferencias con la administración Bachelet. La ex Presidenta si bien también dejó claro en su momento que la soberanía no era un aspecto negociable y que por el contrario, "se debían dar las facilidades necesarias para conferirle la cualidad marítima a Bolivia", lo cierto es que el círculo más cercano al actual Presidente, tendrá un componente de más realismo que podría agitar las relaciones bilaterales en el futuro. Lo clave de ello, es que la Cancillería chilena siga manteniendo la política de Estado en esta materia, sólo que en este caso, el Edificio Carrera ha optado llevarla adelante con un pragmatismo más fuerte que en casos anteriores. En cualquier caso, parece que sigue habiendo un piso político en términos de cómo se lleva a cabo la política vecinal. Por otro lado, no es menos llamativo mencionar que por lo visto, se han cumplido una serie de situaciones que habíamos tratado anteriormente en otra columna, respecto no sólo al tema de cómo Chile marcará sus relaciones con Bolivia, sino que con otros países de la región latinoamericana.

Para el caso del dilema boliviano, no debemos olvidar que hay un tope en las negociaciones y es la demanda peruana. Ello ha facilitado que los bloques opositores de nuestros vecinos del norte, siguen viendo cómo este cambio político en la forma pueda perturbar sus aspiraciones marítimas. De ahí resulta explicable la aparición de personajes como Donayre y Antezana, pero en cualquier caso, no serán los últimos y eso es un hecho.

El aspecto rescatable por ahora, es que ya pudimos ver que hay buena voluntad de ambos Estados y esto fue lo que pudo materializar una reunión que a todas luces, era necesaria. El cómo avance la relación bilateral entre La Paz y Santiago es la pregunta que nos queda, pero con toda seguridad ya podremos responderla conocido el fallo del Tribunal de la Haya. Lamentablemente para nuestros intereses marítimo-territoriales, no puede ser de otra forma.

jueves, 8 de julio de 2010

Rusia, Estados Unidos y la diplomacia espiada

Hace algunas semanas, se desató una tenue controversia entre Estados Unidos y Rusia generada a partir de la captura en territorio estadounidense de una presunta red conformada por unos diez espías que estaban recabando información favorable a Rusia. Lo anterior, evidentemente trajo el efecto mediático que se esperaba: se estaba volviendo a la era de la Guerra Fría, donde las acciones de espionaje e inteligencia eran una constante entre las superpotencias.

En todo caso, hay que mencionar que en la actualidad -donde el dominio de los medios de comunicación, las redes sociales y el manejo de las grandes cadenas de información- han dominado en forma mucho más eficaz el manejo comunicacional que se lleva a cabo en los círculos diplomáticos. Por lo tanto, las señales enviadas a la prensa y a la comunidad internacional, deben y tienen que basarse en principios más conciliadores, diplomáticos y cautos.

Lo anterior no puede ser de otra forma, porque entre las relaciones ruso-estadounidenses, debemos considerar además otro factor importantísimo: la investidura de Obama en la Casa Blanca tiene que seguir marcando un antes y un después desde la discutible administración de George W. Bush, donde en materia internacional, las relaciones diplomáticas con Rusia se vieron seriamente afectadas. Recordemos que durante la administración Bush, se aprobaron una serie de medidas que iban en detrimiento de los intereses estratégicos de Moscú. En aquél entonces, Washington pretendía instalar en República Checa y Polonia una serie de baterías y radares antimisiles para proteger a sus aliados en Europa de la existencia de los llamados "Estados paria", vale decir, Estados con poder nuclear que mantendrían una política fuertemente hostil hacia Occidente. Para la lógica de la Casa Blanca, casos como los de Irán y Corea del Norte serían claros ejemplos de ello. Por su parte, Moscú no veía con buenos ojos la instalación de baterías antimisiles a escasos kilómetros de sus fronteras, ya que los asesores del Kremlin sospechaban que ese plan estaría dirigido para contrarrestar cualquier avance en materia nuclear por su país.

Ante esa situación, Vladimir Putin -que en ese tiempo era el Presidente de la Federación Rusa- manifiestó en junio de 2007, "no queremos ninguna confrontación, pero en caso de despliegue de un escudo antimisiles en Europa, y hoy lo advertimos, habrá respuesta. Necesitamos garantizar nuestra seguridad". Declaraciones similares fueron emuladas por las más altas autoridades militares rusas, como fue el caso del General Nikolai Solovcov, quien manifestó que "en caso de que la República Checa y Polonia decidan crear en su territorio las bases del escudo anti-misil estadounidense, nuestro Ejército incluirá esos emplazamientos en sus potenciales blancos". Bajo la administración Bush nunca se concretaron dichos proyectos, pero desde que Obama ocupó la primera magistratura, quedaron las dudas respecto a si el nuevo mandatario seguiría con esa línea. Debido a la importancia que tiene para Obama el enviar señales diplomáticas, decidió abortar todos los planes y si bien, actualmente Estados Unidos ha seguido estudiando la instalación de un escudo antimisiles -aunque ahora en Rumania- lo cierto es que no podrá concretarse antes del 2015, puesto que los asesores de Obama, entienden que en base a las asperezas de antaño, la opinión de Rusia es más importante de lo que se cree.

Señales igual de conciliadoras se han tratado de enviar desde que el nuevo mandatario estadounidense llegó al poder. En marzo del 2009, la Secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, visitó en Ginebra a su homólogo ruso Serguei Lavrov, con la finalidad de "resetear" las relaciones diplomáticas entre sus países. El simbólico "botón rojo" para resetear las relaciones bilaterales, marcó una agenda que para varios iba a marcar una diferencia entre la salida de Bush y la entrada de Obama.

Entre otros aspectos, el anterior ha sido el componente que visiblemente se ha marcado como el más relevante en los aspectos bilaterales al interior de las nuevas relaciones ruso-estadounidenses. Si bajo las acusaciones de espionaje ruso, Obama hubiera mostrado una evidente molestia, los esfuerzos por mejorar la diplomacia entre los dos gigantes hubiesen escalado innecesariamente hasta quedar como infructuosas. De todas formas, pese a no mostrar esa molestia abiertamente, los círculos cercanos a Obama saben que esta situación incomoda más de lo que se muestra hacia la prensa. Teniendo claro que las acciones de inteligencia -pese a toda crítica y juicio- son necesarias para la supervivencia del Estado, al parecer esta situación sólo será recordada como un leve impasse tratado bajo un marco protocolar y que no debería impedir la promesa de cambio que Obama plasmó respecto a la relación con Moscú.

Estados Unidos y Rusia tienen muchos más asuntos que los convoca a cooperar más que otros que los lleva a discernir, pero tengámoslo claro, no se debe ser incauto. Mientras los gigantes se siguen mirando de cerca, la diplomacia espiada continúa.