sábado, 24 de abril de 2010

Irán y la nueva ronda de sanciones

Durante el desarrollo y término de la Cumbre de Seguridad Nuclear que fue celebrada a comienzos de la semana pasada en Washington, Irán volvió a ser un tema clave de convergencia y preocupación internacionales tras su persistencia a renunciar a su programa de enriquecimiento de uranio. Como sabemos, para la mayoría de los países occidentales, el programa nuclear iraní esconde fines más oscuros de los que Teherán dice pretender. En rigor, se sospecha que el régimen de Mahmud Ahmadineyad podría estar enriqueciendo uranio para obtener armamento atómico. Ante esta situación, el régimen de los ayatollah afirma que sus fines nucleares son exclusivamente pacíficos. En conclusión, tenemos dos posturas irreconciliables y por lo visto, innegociables.

Probablemente a nadie le haya sorprendido que en la Cumbre de Seguridad Nuclear, Estados Unidos usó el tema de Irán para persuadir un nuevo paquete de sanciones económicas ante la república islámica, sanciones especialmente negociadas con dos miembros del Consejo de Seguridad Permanente de las Naciones Unidas que son reacios a aumentar la presión contra Teherán. Estos dos países no son otros que Rusia y China. Tampoco sorprende el hecho que ni Irán ni Corea del Norte -otro de los países bajo presión por sus pretensiones nucleares- hayan asistido a la cita multilateral. Precisamente este hecho fue uno de los argumentos sostenidos por el régimen iraní para afirmar que "los resultados de la conferencia de Washington son conocidos de antemano, y ninguna de sus conclusiones pueden resultar vinculantes para los países que no asisten a ella". Tal y como dice el refrán: "A buen entendedor, pocas palabras".

Por su parte, Francia a través de su mandatario Nicolás Sarkozy, espera que las sanciones sean más severas y que éstas se apliquen por parte de la ONU antes de mayo. Sin embargo, a grandes rasgos podemos apreciar la enorme complejidad del caso y especialmente la solución a éste. Recordemos que Robert Gates -en su calidad de Secretario de Defensa estadounidense- también se pronunció ante la situación de Irán, advirtiendo que "Estados Unidos carece de una política a largo plazo".

Ahora bien, el que Estados Unidos carezca de una política a largo plazo, tiene que ver -entre otras cosas- con sus percepciones reales de amenaza. En ese sentido -y estrictamente por ahora- la potencia norteamericana no ha querido tomar un rol protagónico en el sentido de aplicar la alternativa final, es decir, el uso de la fuerza. Está haciendo lo que personalmente defino como la "política elástica". En buenas cuentas, tratar de "estirar" lo mayor posible este elástico militar, pero que como todo elástico, podría ceder y romperse. En mi opinión, ¿de qué depende que este elástico pueda ceder? De que Irán no sólo tenga acceso a armas atómicas, sino que mediante el perfeccionamiento de tecnologías militares convencionales -ya sean propias o importadas- la república islámica pueda aumentar su rango de alcance balístico. Actualmente, en los temas de defensa sabemos que el régimen de Teherán posee un alcance máximo de 2.000 kilómetros con su misil por excelencia, llamado "Shahab 3". Con una capacidad de transporte de 1.000 kg, este misil perfectamente puede cargar ojivas atómicas, tipo de armamento que si bien los estudios actuales no confirman, tampoco lo descartan. De todas formas, este alcance per se es suficiente para impactar básicamente a Israel, a alguna de las bases estadounidenses en Medio Oriente o incluso a algunos países del Sur de Europa. Sin embargo, esta situación no es tan amenazante como la de un misil intercontinental -o misil de largo alcance- lo que para ello, Irán necesitaría acceder a una tecnología de propulsión y alcance del orden de los 5.000 kilómetros. Ello representaría claramente una amenaza directa a Estados Unidos, ya que ante una situación como esa, estaríamos hablando de un Irán con poder de propulsión de largo alcance.

Para Estados Unidos y sus aliados, si bien Irán es una amenaza potencial -por el momento al menos- no deja de ser una preocupación para sus intereses que la república islámica obtenga el acceso, al menos de alguna de estas dos tecnologías: la nuclear para las ojivas, o la convencional para la propulsión de sus misiles. Para qué hablar si tuviera acceso a ambas.

En base a esto, se están estudiando las sanciones para coercionar a Irán de sus pretensiones. En el caso de Rusia -pese a su escepticismo- probablemente termine apoyando las sanciones, pero con toda seguridad quien hará la oposición mayor a las sanciones, es China; ya que Irán es su tercer proveedor de petróleo. Entre China y Rusia harán el mayor esfuerzo posible, por el que las sanciones no impacten a Irán y si lo hacen, que sea lo menor posible. Así las cosas, Irán difícilmente logre sentir un peso real a las sanciones y menor aún para sentarse a dialogar con Estados Unidos.

En conclusión, ¿qué tenemos con todo esto? Que las sanciones "aumenten", pero que de todas formas, están lejos de coercionar en términos reales a Irán de su programa de enriquecimiento de uranio. Por otra parte, el "elástico" del que hablaba, se sigue estirando hasta que se cumplan una de las dos condiciones anteriormente señaladas y que por último, se ve que con el proceso de complejización en los foros de cooperación subregionales, como es el caso de los focos de cooperación "Sur-Sur", (América Latina/Medio Oriente) probablemente se logren atenuar de forma aún mayor el efecto de las sanciones de las principales potencias occidentales, cosa que hace unos diez o quince años, era impensable dada la interdependencia general del sistema de Estados.

Por ahora, habrá que esperar en qué consiste este nuevo paquete de sanciones, cuáles fueron sus principales puntos de debate y sobre todo qué efectos tendrán -o podrían tener- para coercionar a Teherán y hacer que renuncie definitivamente en su programa de enriquecimiento de uranio.

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