domingo, 8 de noviembre de 2009

Las expectativas de Copenhague

El 7 de diciembre se realizará la Cumbre de Medioambiente en Copenhague, organizada por Naciones Unidas para reducir las emisiones de dióxido de carbono por parte de sus Estados miembros. Esta cumbre viene a reemplazar el Protocolo de Kioto firmado en 1997 donde los Estados se comprometían a reducir estas emisiones contaminantes. Sin embargo, este último acuerdo multilateral se caracterizó por su baja eficiencia; por lo que esta nueva cumbre ha despertado muchas expectativas en una serie de movimientos pro-ambientalistas para coercionar y comprometer a los Estados con acciones más concretas para reducir los efectos del calentamiento global.

Por cierto, esto viene en momentos donde tenemos a varios países dando opiniones muy ambiguas con respecto a asumir posiciones concretas en torno a la forma y al plazo de cómo disminuir sus emisiones de dióxido de carbono. Ya lo había comentado en una columna anterior, cuando mencioné que el gobierno de Barack Obama había mostrado la intención de reducir sus emisiones de CO2, pero que hasta ahora no hay avances sustanciales en la materia. Por lo tanto, las acciones en materia de compromiso medioambiental -y no solamente desde Estados Unidos, sino que desde varios países del orbe- han caminado más mal que bien.

Por su parte, el viernes pasado la Unión Europea ya había ofrecido con destinar 74 mil millones de dólares a los países en desarrollo para que se adapten a las nuevas tecnologías y así logren disminuir el efecto invernadero. Así lo aseguró el Presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso.

Por lo pronto ya hay una campaña mundial por buscar la forma de reducir la cantidad de CO2 en la atmósfera que es conocida como "La campaña de los 350" (en referencia al número de partes por millón, que es la unidad de medida para determinar el grado de presencia de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre)

Con 350 ppm, se estima que se puede -al menos- detener el efecto del calentamiento global en términos de poder paliar los efectos de las sequías y las inundaciones que han sufrido una serie de países en Africa, América Central y algunos de América del Sur, como es el caso de Venezuela y Ecuador.

Actualmente, nos encontramos en una tasa de 385 ppm -que ya es considerado peligroso- y la urgencia por combatir esto, nace porque una serie de expertos en medioambiente encabezados por el científico de la NASA, James Hansen hicieron un estudio en el año 2003 donde determinaron que el incremento de partes por millón de CO2 en la atmósfera, está creciendo a una tasa cercana de 2 unidades por año.

Ello implicaría que si las cosas siguen un curso sin tomar medidas concretas para los próximos cien años, tendríamos una presencia de CO2 superior a 550 ppm, haciendo que la temperatura global aumente desde 3,5 a 4 grados. Las consecuencias serían devastadoras, ya que la presencia de hielos sería nula y el abastecimiento de recursos acuíferos se vería dramáticamente reducida, incluso en lugares como Los Andes, Los Himalayas y otras montañas rocosas que proveen de agua a cientos de millones de personas.

Lo que el grupo de expertos recomienda, es que se pretenda en un plazo de 20 a 25 años disminuir a un nivel cero, la dependencia del carbón como combustible; generar un sistema de cobranza para países con un alto índice de emisión de CO2 y mejorar las prácticas agropecuarias que utilizan combustible en sus sistemas de regadío.

Ahora bien, volviendo a la moción que proponía la Unión Europea con respecto a donar estos 74 mil millones de dólares, la organización supranacional no ha mencionado la forma, el plazo, la metodología ni cuán comprometido estará cada uno de sus Estados miembros en donar recursos para combatir estos efectos. Aunque el Acuerdo de Copenhague de diciembre sea exitoso en términos de obtener medidas concretas para reducir las emisiones de CO2, ninguno de los países miembros de la Unión Europea estará obligado a donar antes del 2013 ningún tipo de recurso económico. En buenas cuentas, lo que ofrece la Unión Europea es -hasta ahora- sólo una declaración de su voluntad para sumarse a la causa en la búsqueda de reducir el CO2 a nivel global, sin dar mayores detalles de qué, cuándo ni cómo lo hará.

Uno de los países clave que jugará en la disminución de CO2 como es de esperarse, es Estados Unidos, porque el gigante del norte es el que emite un cuarto de las emisiones a nivel mundial y que por supuesto, comprometerse a un acuerdo de esta naturaleza implicará que tenga que entrar en un gasto increíblemente alto en modificar sus tecnologías productivas que hasta ahora son dependientes en buena parte por petróleo y carbón, precisamente dos combustibles que emanan una alta cantidad de dióxido de carbono.

Por lo tanto, el gobierno de Barack Obama en diciembre tendrá una buena oportunidad para demostrar que el mandatario estadounidense es merecedor del Premio Nobel que posee. En ese sentido, el mundo tendrá sus ojos puestos en Copenhague dentro de pocas semanas para ver qué sucede en esta materia.

1 comentario:

  1. Espero por el bien de todos que exista una voluntad real y fuerte de cambiar las cosas. Si seguimos en puras reuniones y nada de acciones pronto no tendremos mundo.

    Excelente columna

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