El conflicto desatado entre Colombia y Venezuela tras el acuerdo de cooperación militar que Bogotá sostendrá con Washington durante los próximos diez años -donde Estados Unidos instalará bases en territorio colombiano para combatir el narcotráfico- ha seguido siendo un tema de especial interés regional en las reuniones que ha sostenido la Unión de Naciones Suramericanas. El último incidente que ha venido a la palestra en esta materia, es un bombardeo que fue ejecutado por efectivos de las fuerzas militares venezolanas a unos puentes fronterizos en el estado de Táchira, donde -según la información que maneja el régimen de Hugo Chávez- estos puentes eran utilizados por el narcotráfico y contrabandistas para penetrar en Venezuela. Lo cierto es que con esto se está configurando de manera muy negativa un conflicto que ya no parece ser potencial y tiene buenas aspiraciones de transformarse en uno real si no se toman las riendas a tiempo. Todo esto viene en un contexto de declaraciones que Caracas ha seguido manifestando con respecto a que es una amenaza abierta para la revolución bolivariana, el hecho que se instalen bases norteamericanas a sólo kilometros de su país.
Como sabemos, el debate de fondo que se ha instalado a nivel regional -especialmente en el marco del acuerdo de cooperación militar entre Colombia y Estados Unidos- es el hecho que guarda relación con la soberanía de los Estados. Los acuerdos de cooperación militar evidentemente se realizan entre Estados que poseen intereses comunes ya sea por motivos históricos o bien netamente coyunturales.
Como se dijo, resulta llamativo para la actualidad regional todo el debate que se ha instalado respecto a este fenómeno de no cooperación entre países latinoamericanos y las potencias extraregionales. Un fenómeno que a lo menos es contradictorio si consideramos que no solo los sistemas de armas son proveeídos por potencias extraregionales, sino que los acuerdos de cooperación militar (capacitación, ejercicios militares conjuntos) también se firman con ellos.
En cuanto a las bases norteamericanas en América Latina, recordaremos que Hugo Chávez -durante los diez años que lleva en el poder- nunca se pronunció mayormente sobre la antigua base del comando sur estadounidense que anteriormente se encontraba en la base de Manta, una región ubicada al norte de Ecuador. La decisión del Presidente ecuatoriano Rafael Correa de no renovar el contrato de cooperación militar con Estados Unidos, fue gratamente recibido por Venezuela. Con el contexto que se ha generado ahora, hay una oposición a la instalación de estas bases ya que -según el debate que se ha configurado- afecta la soberanía de los Estados. Pero esto va más allá de esas declaraciones, hay un tema de fondo mucho más serio: El que los Estados no estén dispuestos a ceder en sus decisiones soberanas respecto a los acuerdos de cooperación militar que puedan firmar con potencias extraregionales.
A nivel regional me centraré específicamente en los casos de Venezuela y Colombia. El régimen de Caracas ha adquirido una serie de acuerdos de cooperación militar con Rusia, que contemplaban entre ellos la compra de 100.000 fusiles "Kalashnikov" AK-103 y su posterior adquisición de la licencia para la fabricación en territorio venezolano de este tipo de fusiles y su respectiva munición, la compra de al menos nueve submarinos a Moscú, aviones Sukhoi-30, tanques T-72, misiles antiaéreos, en fin, un completo sistema de defensa. Pero ello no ha quedado ahí. También recordaremos que el año pasado, Venezuela realizó ejercicios militares conjuntos con la Armada Rusa en el Mar del Caribe, siendo la primera vez desde el término de la Guerra Fría que la flota rusa navegaba aguas de nuestra región. En esa ocasión, el ejercicio combinado se llamó "VenRus 2008" y contó con la participación de unos 1.700 efectivos rusos que recalaron en el Puerto de La Guaira -en cuatro buques de distintos propósitos- y poco más de 700 efectivos venezolanos de la Marina y la Fuerza Aérea. Ello incomodó tanto a personalidades políticas colombianas en ejercicio como a las en retiro, pero comprendieron perfectamente que Venezuela era soberana para realizar estos ejercicios conjuntos que se enmarcaban en un acuerdo de cooperación que contemplaba futuros ejercicios, ya sea en aguas del Caribe como en otras latitudes.
Colombia no se ha quedado atrás, ya que desde el año 2000 se ejecuta el "Plan Colombia" que contempla la cooperación militar entre Estados Unidos y el país cafetero para combatir el narcotráfico. En términos bastante ambiguos a mi juicio se refiere al monto del acuerdo que es cercano a los 8.000 millones de dólares, pero no estipula específicamente qué pertrechos o acciones se llevarán a cabo para combatir al narcotráfico, así como también quedan suspicacias si el acuerdo militar se quedará limitado al narcotráfico o si bien, puede exportarse al campo militar más formal.
Por otra parte, Colombia ha adquirido tanques AMX-30 a España y ya había manifestado su interés por comprarle a Chile los Leopard 1-V que serían dados de baja al entrar las nuevas flotas de Leopard 2A4 que se instalarían en diversos destacamentos a lo largo de nuestro país.
Por lo tanto, la voluntad que se tiene a ambos lados de la frontera colombo-venezolana, es que se tiene la plena convicción de no renunciar a acuerdos de cooperación militar que cada uno ha firmado con potencias foráneas y que de cierta forma en cada uno de esos casos han penetrado el espacio sudamericano. Mientras Bogotá trae a fuerzas norteamericanas a su territorio, Caracas invita a los rusos a realizar maniobras militares. El "equilibrio de poder" es algo que bien diagnosticó Hans Morgenthau en un marco de Guerra Fría, pero en la actualidad no hay hechos concretos que nos hagan pensar que esta práctica pueda terminar. Los intereses de Venezuela y Colombia son mutuamente excluyentes y no debería sorprendernos que este foco de tensión se siga manteniendo en el norte de Sudamérica.
Lo clave de esto, es cómo poder encauzar la tensión bajo el alero de instancias de integración como la UNASUR. El canciller ecuatoriano Fander Falconí ya había anunciado que el próximo viernes se reunirían en Quito los cancilleres y ministros de defensa del organismo regional para tratar los nuevos focos de tensión por el que pasa la región. La UNASUR como proyecto recién está aprendiendo a caminar, pero también sería beneficioso para la región mostrar una verdadera voluntad política para poner paños fríos en estas tensiones que pueden desencadenar en consecuencias devastadoras.
¿La próxima reunión en Quito quedará en el mismo estado que la anterior? Esperemos que no sea así.
Como sabemos, el debate de fondo que se ha instalado a nivel regional -especialmente en el marco del acuerdo de cooperación militar entre Colombia y Estados Unidos- es el hecho que guarda relación con la soberanía de los Estados. Los acuerdos de cooperación militar evidentemente se realizan entre Estados que poseen intereses comunes ya sea por motivos históricos o bien netamente coyunturales.
Como se dijo, resulta llamativo para la actualidad regional todo el debate que se ha instalado respecto a este fenómeno de no cooperación entre países latinoamericanos y las potencias extraregionales. Un fenómeno que a lo menos es contradictorio si consideramos que no solo los sistemas de armas son proveeídos por potencias extraregionales, sino que los acuerdos de cooperación militar (capacitación, ejercicios militares conjuntos) también se firman con ellos.
En cuanto a las bases norteamericanas en América Latina, recordaremos que Hugo Chávez -durante los diez años que lleva en el poder- nunca se pronunció mayormente sobre la antigua base del comando sur estadounidense que anteriormente se encontraba en la base de Manta, una región ubicada al norte de Ecuador. La decisión del Presidente ecuatoriano Rafael Correa de no renovar el contrato de cooperación militar con Estados Unidos, fue gratamente recibido por Venezuela. Con el contexto que se ha generado ahora, hay una oposición a la instalación de estas bases ya que -según el debate que se ha configurado- afecta la soberanía de los Estados. Pero esto va más allá de esas declaraciones, hay un tema de fondo mucho más serio: El que los Estados no estén dispuestos a ceder en sus decisiones soberanas respecto a los acuerdos de cooperación militar que puedan firmar con potencias extraregionales.
A nivel regional me centraré específicamente en los casos de Venezuela y Colombia. El régimen de Caracas ha adquirido una serie de acuerdos de cooperación militar con Rusia, que contemplaban entre ellos la compra de 100.000 fusiles "Kalashnikov" AK-103 y su posterior adquisición de la licencia para la fabricación en territorio venezolano de este tipo de fusiles y su respectiva munición, la compra de al menos nueve submarinos a Moscú, aviones Sukhoi-30, tanques T-72, misiles antiaéreos, en fin, un completo sistema de defensa. Pero ello no ha quedado ahí. También recordaremos que el año pasado, Venezuela realizó ejercicios militares conjuntos con la Armada Rusa en el Mar del Caribe, siendo la primera vez desde el término de la Guerra Fría que la flota rusa navegaba aguas de nuestra región. En esa ocasión, el ejercicio combinado se llamó "VenRus 2008" y contó con la participación de unos 1.700 efectivos rusos que recalaron en el Puerto de La Guaira -en cuatro buques de distintos propósitos- y poco más de 700 efectivos venezolanos de la Marina y la Fuerza Aérea. Ello incomodó tanto a personalidades políticas colombianas en ejercicio como a las en retiro, pero comprendieron perfectamente que Venezuela era soberana para realizar estos ejercicios conjuntos que se enmarcaban en un acuerdo de cooperación que contemplaba futuros ejercicios, ya sea en aguas del Caribe como en otras latitudes.
Colombia no se ha quedado atrás, ya que desde el año 2000 se ejecuta el "Plan Colombia" que contempla la cooperación militar entre Estados Unidos y el país cafetero para combatir el narcotráfico. En términos bastante ambiguos a mi juicio se refiere al monto del acuerdo que es cercano a los 8.000 millones de dólares, pero no estipula específicamente qué pertrechos o acciones se llevarán a cabo para combatir al narcotráfico, así como también quedan suspicacias si el acuerdo militar se quedará limitado al narcotráfico o si bien, puede exportarse al campo militar más formal.
Por otra parte, Colombia ha adquirido tanques AMX-30 a España y ya había manifestado su interés por comprarle a Chile los Leopard 1-V que serían dados de baja al entrar las nuevas flotas de Leopard 2A4 que se instalarían en diversos destacamentos a lo largo de nuestro país.
Por lo tanto, la voluntad que se tiene a ambos lados de la frontera colombo-venezolana, es que se tiene la plena convicción de no renunciar a acuerdos de cooperación militar que cada uno ha firmado con potencias foráneas y que de cierta forma en cada uno de esos casos han penetrado el espacio sudamericano. Mientras Bogotá trae a fuerzas norteamericanas a su territorio, Caracas invita a los rusos a realizar maniobras militares. El "equilibrio de poder" es algo que bien diagnosticó Hans Morgenthau en un marco de Guerra Fría, pero en la actualidad no hay hechos concretos que nos hagan pensar que esta práctica pueda terminar. Los intereses de Venezuela y Colombia son mutuamente excluyentes y no debería sorprendernos que este foco de tensión se siga manteniendo en el norte de Sudamérica.
Lo clave de esto, es cómo poder encauzar la tensión bajo el alero de instancias de integración como la UNASUR. El canciller ecuatoriano Fander Falconí ya había anunciado que el próximo viernes se reunirían en Quito los cancilleres y ministros de defensa del organismo regional para tratar los nuevos focos de tensión por el que pasa la región. La UNASUR como proyecto recién está aprendiendo a caminar, pero también sería beneficioso para la región mostrar una verdadera voluntad política para poner paños fríos en estas tensiones que pueden desencadenar en consecuencias devastadoras.
¿La próxima reunión en Quito quedará en el mismo estado que la anterior? Esperemos que no sea así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario