sábado, 3 de marzo de 2012

Los comicios presidenciales en Rusia y los próximos desafíos de la eventual administración de Putin

El próximo domingo 4 de marzo se realizarán las elecciones presidenciales en Rusia que determinarán al próximo mandatario que ostentará este cargo hasta el año 2018. Recordemos que desde las modificaciones constitucionales introducidas el año 2008, el mandatario ruso ahora puede optar por un período presidencial de seis años en vez de cuatro -que es lo que regía hasta la administración de Dmitri Medvédev- donde además, no existe un límite en el período de reelección.

Los diversos sondeos y análisis de expertos en la materia dan por sentado el triunfo de Vladimir Putin -ex Presidente ruso en el período 2000-2008 y actual Primer Ministro de la administración de Medvédev- por un amplio margen contra sus cuatro principales contendores. Los sondeos parecen dar un diagnóstico claro: no será necesario un balotaje para el proceso, ya que su nivel de adhesión supera el cincuenta por ciento de las preferencias, llegando incluso -según otros sondeos como es el caso del Centro Levada- al 66 por ciento. Otros sostienen esta contundencia señalando que dos de cada tres rusos, votará por Putin en los comicios de mañana domingo. Sin duda, una victoria arrolladora, pero que aún así, sus rivales electorales le han restado importancia a las encuestas y todos tienen su convicción puesta en batallar con el actual Primer Ministro ruso, la posibilidad de un balotaje.

El perfil político de Putin ya se ha señalado en varios medios, pero que sin duda han generado un nivel de adhesión interesante. Algunos se adhieren por su personalidad, por el poco habitual gusto de actividades que casi ningún político actual se atrevería en mostrar abiertamente. No son pocas las veces donde se le ha visto practicando judo -es cinturón negro en esta disciplina- saliendo de cacería o manejando motos, una de sus debilidades. Otros se han inclinado por la experiencia política que el actual Primer Ministro posee y que generó que durante su administración, Rusia gozara de una estabilidad económica que prácticamente no se veía desde la caída de la URSS. Otro hecho que le generó un gran nivel de adhesión en su momento fue su férrea postura de enfrentar el separatismo checheno y de la situación geopolítica general en la región, especialmente con la situación en Georgia y las eventuales independencias de Abjasia y Osetia del Sur. Otros lo han seguido por su convicción de cómo llevar las relaciones con Europa y Estados Unidos, una relación que a ratos se vio bastante áspera y que incluso hizo despertar fantasmas de la Guerra Fría como cuando Putin amenazó a George W. Bush con apuntar sus misiles a ciudades europeas si Estados Unidos no retiraba el escudo antimisiles que desplegaba en Polonia y República Checa.

En definitiva, todos estos hechos nos hacen preguntar que independientemente de cuánta sea la diferencia con la que Putin se imponga sobre sus contendores en los comicios de mañana, vemos que serán -a nuestro parecer- cinco los desafíos más importantes que Moscú bajo una eventual administración de Putin tendría que revisar en su política exterior.

Primero, su relación con Estados Unidos. Como pudimos ver a grandes rasgos, bajo la investidura de Putin esta fue una relación que a ratos se volvió bastante tensa debido al escudo antimisiles que comentábamos anteriormente y también, por el apoyo que Washington le brindó a Georgia en su negativa para reconocer la declaración de independencia de Abjasia y Osetia del Sur. Recordemos que en este sentido, Washington incluso estacionó en puertos de Georgia a buques de guerra para realizar ejercicios navales conjuntos, lo que Rusia interpreta como una intromisión estadounidense en la región. Por lo tanto, temas propios de la relación ruso-estadounidense, deberían ser uno de los principales ejes que deberíamos observar en una eventual investidura de Putin.

Segundo, la relación de Moscú con Europa, la cual, podemos observar básicamente en dos agendas: la de seguridad y la energética. En el caso de la primera, surge para muchos como consecuencia de la relación entre Rusia y Estados Unidos. Ya observamos que algunos países europeos -especialmente los de la OTAN- vieron con preocupación la escalada de la tensión entre Rusia y Estados Unidos (respecto al escudo antimisiles) y cómo esta situación podría afectar la seguridad hemisférica bajo la amenaza de que Putin haya amenazado con apuntar misiles hacia ciudades europeas. En el aspecto energético, recordemos que han surgido diversos incidentes en la relación entre Rusia y Europa respecto al abastecimiento de gas. Rusia es un abastecedor clave de este combustible hacia el viejo continente. El año 2006 surgió un impasse en la relación de Rusia con Europa cuando el primero cortó el suministro de este energético debido al no pago desde Ucrania por estos servicios. La situación termina afectando a toda Europa debido a que gran parte de los gasoductos pasan por Ucrania. El año 2009 -cuando Putin ya era Primer Ministro de Rusia- amenazó con la misma práctica. Por lo tanto, la situación energética europea -o más bien, la dependencia energética- de este combustible, es algo que debiese despertar escepticismo en momentos donde el invierno cada vez se recrudece más en el continente y el gas resulta ser un paliativo importante para los efectos del frío polar.

Tercero, la relación e intensificación de los lazos con el BRIC, un término acuñado el año 2001 por el economista Jim O´Neill del grupo Goldman Sachs para hacer referencia a un selecto grupo que reúne a las principales potencias emergentes dentro de los próximos años, las cuales son Brasil, Rusia, India y China. Este es un aspecto importante a trabajar, especialmente cuando en el último tiempo se ha visto en términos generales una mayor sintonía de Rusia con los demás miembros de bloque en temas como la seguridad regional, el manejo y crecimiento de las economías de este grupo o en temas de cómo debiese tratarse el calentamiento global, un tema donde el BRIC resalta como bloque absolutamente clave en esta materia, recordando que casi la totalidad de estos países fueron considerados en la eventual declaración no vinculante que emanó de la Cumbre de Copenhague en diciembre del año 2009 . También por la inclusión a este grupo de futuras potencias emergentes donde ya Sudáfrica es un miembro reconocido -incluso ya considerado para que ahora el grupo se llame BRICS- o donde incluso pueden haber más países que integren el bloque como México, Turquía o Indonesia lo que dependerá de su comportamiento como potencias emergentes para los próximos años.

Cuarto, la situación geopolítica en Europa del Este, en especial con los separatismos en la región del Cáucaso. Aquí Chechenia resulta ser un elemento clave que Moscú considera como prioritario para consolidar su seguridad nacional y hemisférica. Si bien Putin ha sido de una línea particularmente dura en su lucha contra el separatismo checheno, ha sido precisamente uno de los Presidentes más golpeados por este flagelo cuando en septiembre del 2004 sucedió la Masacre de Beslán, con más de 300 muertos -más de la mitad de ellos, niños- lo que en consecuencia, le generaron numerosas críticas a su gestión de ese conflicto en particular.

Finalmente, la postura de Rusia respecto a la situación actual en Medio Oriente luego de todo el revuelo que ha generado la "Primavera árabe". Algunos señalan un cambio de actitud que Putin ha tenido durante la campaña presidencial respecto a su tradicional postura de no intervención extranjera en los asuntos que le competen -por ejemplo- a la actual situación en Siria. Mencionamos esto último debido a que Rusia y también China -que habían sido acusados por Occidente de cooperar con el régimen de Al Assad al no permitir la imposición de sanciones- ahora se han visto más abiertos con la entrada de ayuda humanitaria. Los opositores a Putin en la contienda presidencial y los medios británicos se han ocupado de resaltar este último aspecto. Sin embargo, independiente si haya un cambio de postura o no, lo cierto es que Rusia tendrá un papel importante junto a China en enfrentar cómo se va a configurar el balance de fuerzas en los países afectados por la primavera árabe, pero también en temas que despiertan preocupación regional como la relación de Irán con el mundo occidental, pero también del país persa con Israel.

Rusia como un país clave para el funcionamiento y el balance de poder internacional tendrá a nuestro parecer estos cinco importantes desafíos que debería atender con especial atención en una eventual administración de Putin. Algunos de los elementos que hemos esbozado son mirados con escepticismo por parte de algunas potencias en vista de los precedentes que existieron durante el mandato que tuvo el actual Primer Ministro ruso entre el 2000 y el 2008, pero sin ninguna duda, serán interesantes de ir revisando a medida que evolucionen los hechos. Lo único que al parecer queda claro, es que Putin tiene el camino pavimentado para la presidencia de su país.

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