sábado, 26 de junio de 2010

Kirguistán: Algunas claves para entender el conflicto

A mediados de mes, Kirguistán volvió a ser motivo de preocupación luego de que los enfrentamientos étnicos entre kirguises y uzbecos se llevaran a cabo en las provincias de Osh y Jalalabad -dos importantes urbes en el Sur del país- que en su conjunto dejaron como saldo una cifra que ampliamente supera el centenar de víctimas fatales y con aproximadamente unos 80.000 desplazados que han buscado refugio en la vecina Uzbekistán. Con un conflicto que ya ha sido catalogado como "el peor de los últimos veinte años" sería difícil imaginar que esta cifra de víctimas quede estancada.

Los conflictos étnicos en Asia Central nunca han tenido el peso que merecen y esa es la razón por la cual la comunidad internacional no tiende a enterarse de ellos -o más bien a "re-enterarse" hasta que las crisis humanitarias resaltan su lado más oscuro.

Es por ello que en esta columna se revisarán básicamente dos aspectos. En primer término, dar a conocer algunas claves históricas para entender la lógica de un conflicto agudizado desde la caída de la Unión Soviética y en segundo término, dar algunas apreciaciones respecto a cuáles podrían ser los escenarios futuros que le esperan a ese castigado país en vista de que una eventual presencia militar rusa no pareciera tener la misma voluntad que se vio durante los primeros años de la década de los noventa. Ello, porque sencillamente no es compatible con los intereses estratégicos de Moscú, al menos en el corto plazo. Todo lo anterior, será esbozado en las próximas lineas.

Tanto Kirguistán, así como Uzbekistán y Takiyistán, eran antiguas repúblicas de la Unión Soviética, las cuales nacieron como consecuencia de la rupura o división del Valle de Ferganá. Kirguises y uzbecos -que son las dos etnias predominantes en esa región- han convivido armónica e históricamente durante siglos, llegando incluso a compartir sus familias. Ambas etnias hablan turco y comparten la religión musulmana. Los analistas actuales dirían sin embargo que dicha coexistencia estuvo motivada por aspectos económicos, ya que mientras los kirguises eran criadores de ganado, los uzbecos cultivaban la tierra.

La creación de la Unión Soviética y su posterior eje geopolítico de influencia, fue suficiente para dividir el valle de Ferganá y dar origen a esas tres repúblicas bajo la órbita soviética. Esto conllevó a que las organizaciones de vida entre uzbecos y kirguises se modificaran y a que estas etnias tuvieran que emigrar del valle de Ferganá y a repartirse en estas tres nuevas repúblicas. En el caso de Kirguistán, diversos estudios recientes sostienen que la etnia kirguís se impone ampliamente con una representación del 70% de la población, mientras que la uzbeca representa a cerca del 15%. En el aspecto político, cabe destacar que el Presidente de Kirguistán recién fue reconocido como la máxima autoridad política desde 1990, ya que anteriormente a esa fecha, la figura política más relevante de la nación estaba encarnada por el Gobernador del Consejo Supremo, cargo que desde 1936 fue el más importante cuando la actual Kirguistán era conocida como la Republica Socialista Soviética de Kirguistán.

Cuando la desaparición de la Unión Soviética era inminente, trajo consigo que el estallamiento de los conflictos étnicos entre kirguises y uzbecos, volvieran a aparecer. Como consecuencia, el líder ruso, Mijail Gorbachov entendió que para un area de su influencia, era impensable que señales como esas se constataran, especialmente porque ello implicaría que la Unión Soviética -que hasta entonces, aún existía- ya había perdido todo peso político y estratégico en la región de Asia Central. Por ello, se decide enviar una intervención militar para tratar de contener la violencia étnica entre kirguises y uzbecos. En el contexto de aquel entonces, aparece el primer Presidente de Kirguistán, Askar Akáyev quien -después de tres reelecciones y de haber ostentado el poder durante quince años- fue derrocado mediante una revolución, conocida como La Revolución de los Tulipanes. El 2005 luego de la dimisión y posterior huída de Akáyev y sus principales colaboradores a Rusia, se celebran elecciones; resultando ganador Kurmanbek Bakiyev, un destacado opositor kirguís a las políticas de Akáyev.

Sin embargo, el gobierno de Bakiyev estuvo lejos de mejorar en el frente interno. Mostrándose con una política altamente represiva, el estado de violencia siguió presente. Durante su administración, también comienza a crecer la importación y consumo de drogas, principalmente de la amapola que llegaba en forma abundante desde Afganistán.

Fue así hasta que las tensiones internas lograron que dimitiera de su cargo en abril de este año. Lo anterior, trajo la sensación de que los conflictos étnicos volvieran a aparecer debido a que durante su mandato los enfrentamientos entre kirguises y uzbecos -si bien seguían presentes- pasaron a segundo plano.

Desde ahí, el Parlamento designa como Presidente interino a Rosa Otunbayeva, una figura política importante en el país. Fue Ministra de Asuntos Exteriores en el gobierno de Akáyev y tuvo una participación importante durante el proceso que consiguió que Bakiyev renunciara a su cargo.

El gobierno de Otunbayeva tiene un serio desafío: promover y consolidar el diálogo entre kirguises y uzbecos, mejorar la institucionalidad interna y disminuir las altas tasas de pobreza que azotan al país.

Prácticamente desde que se inició el conflicto étnico entre kirguises y uzbecos durante este mes, Otunbayeva y una serie de movimientos y políticos kirguises han demandado más presencia rusa en el país. Lo anterior es entendible si consideramos que Kirguistán ha sido un aliado clave para Moscú en el contexto de la década de los noventa. Sin embargo, Rusia actualmente ha manifestado que lo ocurrido en Kirguistán "es un conflicto interno y por ahora Rusia no ve las condiciones para formar parte en su resolución". En otras palabras, el régimen de Otunbayeva tendría por ahora más posibilidades de tener apoyo en organizaciones regionales o internacionales, más que desde la propia Rusia. En el Kremlin se entiende que actualmente no están las condiciones para mantener un eje de influencia en Asia Central en momentos donde hay prioridades mucho más preocupantes cerca de sus propias fronteras, específicamente con la lucha que Rusia sigue manteniendo con los separatistas chechenos, ingushes y daguestanes que han sido mencionados en una columna anterior.

Si bien a Moscú le preocupa que el conflicto étnico se extienda en la región, no velará por un papel protagónico más allá de las ayudas simbólicas que pueda prestarle al país. En rigor, con los envíos de ayuda humanitaria o bien, con la participación de efectivos militares para proteger sus bases aéreas.

China también ha manifestado su preocupación y es lógico al saber que el gigante asiático también tiene sus propios conflictos étnicos entre los han y uigures en la provincia de Xinjuang. Lo que pase en Kirguistán para los intereses chinos es clave, ya que las emigraciones masivas de kirguises y uzbecos -al propagarse por Uzbekistán y el resto de los países de la región- es un claro motivo de preocupación para Pekín, ya que su combate con la etnia uigur es un conflicto básicamente étnico-religioso. Los uigures al ser de religión musulmana, verían concentrado su apoyo al recibir más etnias que fortalezcan y legitimen su posición religiosa. Por lo tanto, es natural que China también se vea preocupado por ello.

En resumen, dos importantes paises del Este -como en estos dos casos- ya han manifestado su preocupación, pero no han dado directrices de intervención, por lo que no debería extrañar que se logre una tenue intervención conjunta con Naciones Unidas o bien, reforzar los apoyos ya existentes con el organismo multilateral.

Rusia ha comprendido que la geopolítica global para los países de Asia Central no está en condiciones de operar mientras que en el Cáucaso la situación se encuentre tensa. Sería irrisorio pensar en un desvío de bienes económicos, materiales y humanos para países como Kirguistán, porque ello no haría más que bajar la guardia rusa en el frente checheno, un importante enclave que controla los principales oleoductos entre el Mar Caspio y el Cáucaso.

Por lo tanto, Rusia -y también China- tendrán que esperar con atención qué medidas conjuntas tomará el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Mientras en Asia Central está por destaparse una verdadera olla a presión, kirguises y uzbecos siguen siendo los grandes perdedores del conflicto.

sábado, 5 de junio de 2010

El unilateralismo israelí: Encuentros y desencuentros en la política mundial

El principio del unilateralismo ha intentado ser definido por varias décadas en la política mundial. Dentro del amplio espectro que podemos tener para definir el unilateralismo, consideraremos como ad-hoc el planteado por Antonio Manrique de Luna, el cual sostiene en la publicación "El unilateralismo en las relaciones internacionales" que el principio del unilateralismo supone "un comportamiento que adoptan ciertos Estados con la finalidad de imponer a los demás miembros de la Sociedad Internacional sus intereses, valores y principios, sin importar que para lograr ello tenga que vulnerarse el principio de la igualdad jurídica entre los Estados".

La definición anterior podríamos aplicarla al conflicto vivido durante esta semana en Medio Oriente, a propósito del ataque israelí realizado por una unidad de comandos para asaltar una flota de seis barcos conocida como la "Flotilla de la Libertad", la cual transportaba -según medios de prensa- a cerca de 750 personas con ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, territorio que actualmente es controlado por Hamas, un movimiento radical palestino que resultó vencedor en las elecciones legislativas del 2006, dándole control en el Parlamento con 76 de los 132 escaños y que por ende, se posiciona como un grupo con una base de apoyo político relevante entre la población palestina.

Pese a que este acontecimiento mundial se sigue desarrollando, nos centraremos en los aspectos más emblemáticos, tales como el principio de la "guerra preventiva" -que marcó la agenda internacional desde la investidura de George W. Bush- y cómo países como Estados Unidos y ahora Israel, han ejecutado dicho principio basándose en nociones de autodefensa. También nos centraremos en la condena internacional que ha despertado este acontecimiento en una gran mayoría de países, pero donde vemos que Estados Unidos no ha querido mostrar un enérgico rechazo a esta práctica, que a todas luces es una abierta violación al principio del Derecho Internacional, que se revisará más adelante. Por último, se hará una reflexión futura sobre los temas que debería instalar este acontecimiento en la arena global, para que así, se eviten nuevos hechos que terminen con víctimas fatales, como fue este lamentable caso.

Desde los atentados del 11S, el gobierno de George W. Bush instaló el concepto de la "guerra preventiva", la cual se refería fundamentalmente a una estrategia encargada de atacar quirúrgicamente un espacio donde se estuvieran planeando ataques o agresiones en contra del territorio nacional pudiendo así, desactivar cualquier hipótesis de amenaza tanto real como potencial. Esta estrategia, por las proridades internacionales que se vivían en medio de los atentados del World Trade Center, no tuvieron posibilidad alguna de ser analizadas desde el campo jurídico y moral, de tal forma; que se adoptó de facto como una regla legítima para algunos Estados, en pos de preservar sus intereses nacionales y su seguridad tanto interna como externa.

Para el caso que nos convoca, hay que mencionar claramente que este principio fue utilizado por el gobierno de Benjamin Netanyahu. El "factor sorpresa" era fundamental para impedir que los barcos recalaran en el puerto de Gaza, ya que por supuesto, Israel tiene la completa convicción de que los fines humanitarios de estos buques esconden objetivos mucho más oscuros y que tienen que ver específicamente con el aprovisionamiento de armas a Hamás. Para comprender la complejidad del caso, sería necesario remontarnos a los motivos que desencadenaron la Operación "Plomo Fundido" entre diciembre del 2008 y enero del 2009, donde Israel -también bajo un principio preventivo- decidió invadir la Franja de Gaza y aplicar una "política de cerco y aislamiento" después de que cayeran en territorios israelíes una serie de misiles Kazaam lanzados desde el norte de Gaza por milicianos de Hamas.

Para Israel, estos misiles no podrían haber sido elaborados por los propios palestinos y que por lo tanto, este armamento y tecnología, venía importado desde el exterior. En declaraciones que fueron recogidas en 2008 por Sallai Meridor -el entonces actual embajador de Israel en Estados Unidos- fue mucho más tajante al referirse en este aspecto, donde señaló que “lo que usted ve en Gaza es producto de Irán, los terroristas fueron entrenados en Irán , son abastecidos por Irán, la tecnología para fabricar los cohetes de corto alcance es iraní. Obviamente el resultado para Hamas tendrá un impacto en Irán”. En otras palabras, Israel ya tenía un precedente para desconfiar de cómo ingresaba armamento a la Franja de Gaza, pero no solo por vías marítimas, sino que también terrestres, específicamente en la frontera con Egipto. En la Operación militar israelí que culminó en 2009, siempre fue una piedra angular que se impidiera el acceso de armas a la Franja de Gaza y que sea garantizada internacionalmente, pero para la lógica de Tel Aviv, esto nunca se cumplió. El debate actual de este tipo de operaciones está en la legitimidad y en los principios tanto jurídicos como morales en que descansan las nociones de la legítima defensa. Al respecto, hay que señalar que claramente Israel ha transgredido estos principios, al menos por las siguientes tres razones.

Primero, porque el asalto israelí fue realizado -según algunos medios de prensa- a 68 millas náuticas de la Franja de Gaza. Los principios internacionales que ordenan la "Convención del Mar" -específicamente en su Artículo 3º- sostiene que las aguas territoriales de un Estado se extienden hasta las doce millas náuticas (22,2 km) medidas desde sus costas. El espacio marítimo fuera de esas doce millas naúticas, no son consideradas como aguas territoriales.

Segundo, porque al tener en cuenta que el asalto israelí se hizo por medios aéreos y navales -se insiste, fuera de las aguas territoriales- constituyen bajo el Artículo 101 de la misma convención, una práctica de piratería. Citando el primer inciso del artículo señalado, sostiene que una práctica de piatería constituye “todo acto ilegal de violencia, detención o depredación cometidos contra un buque o una aeronave en alta mar o contra personas o bienes a bordo de ellos que se encuentren en un lugar no sometido a la jurisdicción de ningún Estado".

Tercero -y más relacionado con aspectos del Derecho Internacional Humanitario- sale a la palestra nuevamente la crisis humanitaria en la Franja de Gaza. En medio de todo este complejo panorama, el mundo vuelve a constatar que para todos los efectos prácticos, la situación de Derechos Humanos al interior de la Franja de Gaza, es un verdadero ghetto. Con casi un millón y medio de habitantes -según datos estimados por el ACNUR para julio del 2008- y en un territorio como Gaza que tiene cerca de 350 kilómetros cuadrados, la densidad poblacional es de escalas bíblicas, específicamente de 4.118 habitantes por kilómetro cuadrado.

En parte, estos tres principios han despertado una oleada de críticas internacionales, pero no sólo de países antagónicos a Israel, sino que también desde sus aliados estratégicos claves, como es el caso de Turquía. Teniendo en cuenta que el asalto israelí se hizo principalmente al buque de bandera turca "Mavi Marmara" -donde resultaron muertos al menos nueve activistas de esa nacionalidad- esto ha dañado irreparablemente las relaciones entre Israel y el régimen de Ankara. Sería interesante dejar claro que previo a este incidente, Turquía era un aliado militar clave para Israel, específicamente el mayor aliado musulmán para el régimen de Tel Aviv. Estos dos países tenían convenios para transferencias tecnológicas en materia de defensa, tenían tratados para la compra y venta de armas y realizaban ejercicios militares conjuntos. Luego de este incidente y en buena hora, todo ha decidido cancelarse.

Como se ha visto, si bien algunos países aliados de Israel han exigido "castigos" por parte de Naciones Unidas, Estados Unidos no parece tener la misma voluntad. Para Washington, Israel ha sido y es parte integral de su política exterior, un aliado clave en Medio Oriente y su principal plataforma de influencia en esa lejana región. Uno de los tantos ejemplos de esta importancia estratégica que representa Tel Aviv para el gigante del norte, podría ser que Israel es uno de los dos países junto con Reino Unido, que se les tiene permitido tener oficinas al interior de la CIA. Probablemente no haya un ejemplo más claro de la importancia que tiene el país hebreo para Washington ya que si comparten información de inteligencia, secretos militares y otros tipos de información, revela a todas luces la importancia que tiene este país para el gobierno estadounidense. En ese sentido, sería muy raro suponer que Estados Unidos mantenga una posición y una política coercitiva contra un aliado clave para sus intereses estratégicos.

Todo lo anterior, abre el debate para una serie de medidas que deberían tomarse.

En primer término, eliminar el principio del unilateralismo en la política global. La noción de "legítima defensa" se ve vulnerada cuando un Estado no la sigue enmarcada en los principios jurídicos y morales que rigen en la política internacional, bajo el alero de las Naciones Unidas.

En segundo término, instalar la necesidad de llegar a un acuerdo para evitar la política israelí de cerco y aislamiento en la Franja de Gaza. Según documentación del Comité Internacional de la Cruz Roja "las cantidades de bienes que ahora entran en Gaza son muy inferiores a lo necesario para satisfacer las necesidades de la población. En mayo de 2009, entraron en Gaza sólo 2.662 cargas de camión, lo cual supone una disminución de casi el 80 %, respecto de las 11.392 cargas de camión cuya entrada se autorizó durante el mes de abril de 2007, antes de que Hamas tomara el poder en el territorio". Desde el 2009 -que fue la base de ese estudio en el marco de la Operación Plomo Fundido- la situación humanitaria hasta la fecha, no ha cambiado en lo más mínimo. El objetivo de las fuerzas isralíes en su política de cerco, es generar actualmente un repudio desde los propios palestinos hacia Hamas, para así deslegitimar sus incentivos de lucha. Esta estrategia no ha sido conseguida -y que muy por el contrario- lo que ha generado este ataque, no ha hecho más que fortalecer la posición de Hamas entre los palestinos.

Por último, Tel Aviv debe comprender que estas estrategias no conseguirán frutos en el largo plazo. Si bien desde el 2008 han debilitado a Hamas en lo militar, están lejos de hacerlo en el campo político. El gobierno de Netanyahu debe asimilar que este conflicto no se verá dirimido por la fuerza de las armas, sino que por la voluntad y la legitimación política de los intereses en disputa.