sábado, 12 de marzo de 2011

Terremoto en Japón y el debate sobre la energía nuclear

A estas alturas, ya es conocido por todos el devastador terremoto de 8.9 grados en la escala de Richter que afectó a Japón durante la jornada del 11 de marzo. Al parecer, esta fecha ya no sólo será recordada por los atentados en el Metro de Madrid.

Al ver los principales medios de comunicación -incluyendo también los videos y las secuencias adjuntas que mostraban cómo el tsunami generado tras el terremoto arrasaba con vehículos, casas y edificios en Onahama, en la nortina provincia de Fukushima- nos muestra cuán devastador fue este terremoto y posterior tsunami que según los estudios preeliminares del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia (INGV), habría desplazado casi diez centímetros el eje de rotación de la Tierra.

Los efectos también se hicieron sentir en el área industrial del país nipón. Algunas plantas nucleares y refinerías de petróleo habían cerrado tras el sismo, mientras que una importante industria siderúrgica ardía en llamas y era mostrada en la prensa local. También cerraron algunos aeropuertos y los servicios de trenes suspendieron sus viajes. Algunas importantes empresas de electrodomésticos como Sony, cerraron seis de sus fábricas tras el terremoto según los reportes de la agencia de noticias, Kyodo. Las alarmas de un riesgo de emisiones de radioactividad nuclear fueron probablemente las que más procupación trajo no sólo para Japón, sino que para la comunidad internacional. La misma agencia Kyodo informaba que el nivel de radioactividad en la planta nuclear de Fukushima 1 aumentó mil veces por encima de sus niveles normales. Esto, tras presentarse una falla en el sistema de refrigeración de la planta.

La empresa que opera la planta admitió que es posible que ya se hayan registrado pérdidas radioactivas a raíz de los daños causados por el terremoto.

El primer ministro japonés, Kan Naoto, amplió a diez kilómetros a la redonda la zona de evacuación en torno a la planta. Se calculaba que tres mil personas han salido de la zona. La falta de electricidad prolongada también retrasó la liberación de vapor dentro del reactor que se tenía planeada para aliviar la presión, la cual se elevó, dentro de uno de los reactores a 1,5 veces el nivel considerado normal. Todos los efectos que especialmente han originado en materia nuclear este lamentable terremoto -incluyendo la posibilidad de que nuestro país albergue este tipo de energía en el futuro- será el tema del que nos ocuparemos en esta columna.

Los japoneses bien conocen de plantas nucleares y terremotos. Le informamos al lector, que precisamente Japón es el país que posee la planta nuclear más grande del mundo, pero no es la de Fukushima, descuide. Se trata de la planta nuclear de Kashiwazaki que -de todas formas- es operada por la misma empresa de generación eléctrica y nos referimos a la compañía Tokio Electric Power Company (TEPCO).

Quisiera que retrocedamos un par de años, específicamente al 2007, donde en julio de ese año, hubo un terremoto de 6.8 grados Richter que paralizó por completo las actividades del complejo nuclear de Kashiwazaki. Se suponía que las estimaciones técnicas post-terremoto hablaban de que éste complejo nuclear retomaría sus funciones al año de ocurrido el sismo, una vez que los trabajos de reparación hayan concluido. Equivocados se encontraban los técnicos, ya que a los dos años siguientes, se pudo reparar apenas uno de los siete reactores nucleares que operan en esa planta. Las pérdidas de aquel entonces se estimaban aproximadamente en 5,6 mil millones de dólares sólo para el año 2007.

Aunque parezca increíble, la planta nuclear de Kashiwazaki está construida a sólo 15 kilómetros de una falla tectónica. En esos años ello ha causado una seria pérdida de confianza de los nipones en sus autoridades. La Corte Suprema en Tokio -basándose en estudios del Instituto Nacional Avanzado de Ciencia Industrial y Tecnología- rechazó las denuncias de organizaciones ciudadanas que reclamaban que el terreno era inadecuado para instalar reactores. “No hay falla y no hay nada que pueda causar un terremoto”, fueron las resoluciones de la Corte.

En algunos casos es más económico cerrar una planta nuclear antes que repararla. Las centrales nucleares de Hamaoka -próximas a Tokai- son un ejemplo de esto, ya que en principio debían estar preparadas para soportar terremotos de hasta 8,5 grados. Esto obligó a cerrar un par de reactores en 2001 y 2004 asumiendo una pérdida de casi dos mil millones de dólares antes que asumir una inversión sobre los 3 mil millones para repararla. Cuando se trata de estas magnitudes de dinero las tentaciones empresariales para falsear los datos, y presentar por seguro lo que no lo es, es manifiesta. En 2003, 17 plantas de la TEPCO debieron cerrar cuando se descubrió que los informes de seguridad fueron falsificados. Así las cosas, no debería extrañarnos que actualmente la planta de Fukushima y que -como hemos señalado- es operada por la misma compañía de generación eléctrica, siga la misma lógica de operación.

Los ejemplos históricos que ha tenido Japón en materia sísmica y nuclear, debiese hacernos repensar seriamente si estamos preparados como país para asumir en nuestra matriz energética una energía -valga la redundancia- como la nuclear. Concordamos en que la matriz energética no puede sustentarse únicamente en las termoeléctricas a carbón que operan actualmente en nuestro país; pero barajar la opción nuclear -basándonos en casos como los de Japón- realmente nos debiesen hacer un llamado al alto y evaluar todos los costos y beneficios que nos traería este tipo de energía. En septiembre del 2010, el Senador de la UDI, Hernán Larraín manifestaba lo siguiente: “siendo detractor de la energía nuclear hoy soy un convencido que todos los resguardos tomados y el avance en esta materia son varios los países que han experimentado la instalación de centrales atómicas en sus respectivos países, como Argentina, Brasil, Estados Unidos, Francia, China, entre otros, y por lo tanto nosotros debemos tomar la decisión”.

Salvo Estados Unidos, ninguno de los países que cita el Senador, son Estados que en el mediano plazo hayan sido afectados por grandes terremotos como los de Chile o Japón. Especialmente los estadounidenses conocen bien el manejo de material nuclear y que ni aún así, los haría inmune a los efectos de un terremoto o un eventual tsunami para sus plantas nucleares. Es respetable si estamos a favor o no de la energía nuclear. Naturalmente todos tendremos nuestros argumentos, pero lo cierto es que debemos basarnos en los hechos concretos y en este sentido, las lecciones nucleares de Japón -país que al igual que el nuestro es propenso a caer en sismos- debiese replantearnos que no sólo en nuestro país no contamos con la preparación técnica, el marco institucional adecuado, ni la cultura social que necesitamos para enfrentarnos con madurez a los embates de la escasez energética. Las autoridades chilenas en el futuro o alguna empresa responsable de las plantas -como el caso de TEPCO en Japón- ¿estarían dispuestas a asumir las millonarias pérdidas como las que citábamos al inicio de la columna? ¿Quiénes se responsabilizarían por las fugas de material radioactivo? ¿El culpable sería finalmente la empresa responsable de la planta nuclear por no responder con los estándares de seguridad o las autoridades responsables de instalar el debate y preparar el marco institucional para asumir una energía de este tipo en el futuro? Evidentemente el tema es de largo debate, pero creemos que la matriz energética nacional no debiese contar con energía nuclear, al menos hasta que no exista en el futuro alguna medida eficaz de enfretar los embates sísmicos, aunque claro, también por nuestra especial geografía, el tema es más delicado aún. Creemos que la salida va por la energía eólica, que según estudios internacionales, Chile sería uno de los pocos países que pueden explotar este tipo de energía en su máxima capacidad. También podría ser la energía mareomotriz, ya que Chile posee una de las costas más extensas del mundo.

Alternativas existen, hay que evaluarlas seriamente, en el mismo nivel en que debemos analizar si la energía nuclear es nuestra solución.