sábado, 11 de septiembre de 2010

La influencia de Al Shabaab y el jihadismo en Somalía

El atentado suicida por un coche bomba que fue perpetrado hace dos días en el aeropuerto de Mogadiscio -la capital somalí- fue suficiente para volver a poner en evidencia la pobre preparación y la casi nula capacidad de las fuerzas somalíes para restaurar el orden interno del país. No puede ser de otra forma, ya que para todos los efectos prácticos, Somalía es un estado fallido. Según datos entregados por el conocido informe "The Failed State Index" que elabora anualmente la revista Foreign Policy, Somalía es el Estado más ingobernable del mundo, incluso más que otros de sus vecinos de la región de Africa como es el caso de Sudán, en donde este último -aún siendo conocido por tener dentro de sus fronteras la peor crisis humanitaria del mundo debido a la guerra en Darfur- en la mencionada lista, es el tercer país más ingobernable del mundo. Otros casos conocidos, como los de República Democrática del Congo que se dieron a conocer por las atrocidades cometidas a su población por la "Fiebre del Coltán" -el coltán es un mineral altamente apetecido para la elaboración de equipos electrónicos, especialmente en la telefonía celular, computación y por supuesto en la industria militar- hicieron que en definitiva se diera una guerra interna donde se cometieron violaciones y asesinatos de escalas difíciles de imaginar y que aún así; con todo este país se sitúa en el lugar cinco de la lista.

Por lo tanto ¿qué habría en Somalía para hacerlo merecedor de este triste primer lugar? La respuesta es bastante simple, ya que gran parte de ésta se explica por el terrorismo jihadista que se ha instalado con especial fuerza después de los atentados del 11-S. En menor grado, hay otros factores, como por ejemplo mencionar que para la comunidad internacional, Somalía es el principal país causante de la piratería en el Golfo de Adén donde se realizan secuestros a buques internacionales que transitan estas aguas de la región costera de Somalía. También se explica, porque Somalía -al igual que muchos otros países africanos- es objeto de un conflicto étnico al interior de sus fronteras que se produjo tras el derrocamiento en 1991 del régimen de Siad Barre. Desde entonces, el país se ha divido en "clanes" o subgrupos nacionales que luchan por áreas de influencia. Por supuesto, no podemos olvidar el factor económico, ya que Somalía posee una de las peores tasas a nivel mundial, con una economía que ni siquiera podría considerarse como de subsistencia. En suma, ha dejado una hambruna de escalas bíblicas, con tasas impensables de mortalidad infantil, entre otras cosas. Como podemos ver, el conflicto dentro de Somalía es increíblemente complejo, con muchas aristas cada vez más interconectadas.

Ahora bien, como se mencionó anteriormente; el principal causante de la actual inseguridad en Somalía ha sido el terrorismo. El grupo terrorista más temido e influyente que opera dentro de Somalía es Al Shabaab, que ha reconocido en ocasiones ser un nexo directo del grupo terrorista Al Qaeda para la región de Africa del Este. Los fines de Al Shabaab se pueden reducir en principalmente dos. Primero, derrocar al Gobierno Federal de Transición (GFT) liderado por el régimen islamista moderado de Sharif Sheikh Ahmed, quien es reconocido por la comunidad internacional y la Misión de la Unión Africana para Somalía (AMISOM) que fue desplegada por el bloque africano en marzo del 2007 para intentar controlar las oleadas de violencia en el país. El segundo objetivo de Al Shabaab es que una vez derrocado el GFT, se pueda instalar un Estado integrista donde impere la ley islámica, ley que -para sus intereses- debe ser regada en toda Africa del Este.

En el marco de esos objetivos, las fuerzas de la AMISOM son victimas de constantes asediadas y ataques con coches bomba, lo que se ha traducido en que buena parte de los países de la Unión Africana cuenten con una menor voluntad política para seguir enviando efectivos a la zona. Actualmente, básicamente Uganda y Burundi son los dos países que han demostrado tener la "mayor" voluntad para tratar de controlar esta situación, pero otros como Nigeria, Ghana o Sierra Leona han tratado de frenar una ayuda tan entusiasta, porque están absolutamente conscientes de que controlar a Al Shabaab y al conjunto de problemas que azotan Somalía, no es una tarea fácil. Por otro lado, tenemos a la comunidad internacional que ha decidido estar al margen -o al menos a no tener un protagonismo mayor para controlar esta situación- basándose en el "respeto" a una misión de paz desplegada bajo el Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas.

Lo cierto es que para ningún efecto práctico resultaría imaginable que un conjunto de países -que dentro de su continente aún no han podido erradicar la pobreza extrema- serían capaces de controlar una oleada de ataques terroristas. Para ello resulta fundamental que países con un mayor presupuesto, con un mayor apoyo logístico, pero por sobre todo con una mayor voluntad política apoyen a Somalía para combatir a Al Shabaab que cada día tiene mayor influencia en Somalía. Mal pueden llegar a pensar los países occidentales que dejar que "Africa resuelva los problemas de los africanos" es la solución. Muy por el contrario, en días donde cada vez nos queda más claro que el terrorismo es un fenómeno multidimensional de alcances globales, de igual forma su combate debe ser multidimensional. Para el particular caso de Somalía el tema es más complejo de lo que parece y con justa razón, ya que hemos esbozado que en este país africano, su ingobernabilidad pasa por muchas aristas. Aún derrotando militarmente a Al Shabaab, no se podrían contener otros conflictos al interior del país, como los de carácter étnico o la seguridad en el cuerno de Africa donde está ubicado el Golfo de Adén. Por tanto, es importante dejar claro que la respuesta a este problema no es sólo militar; debe ser también económica, política, social y cultural.

Para ello, es importante que la comunidad internacional, así como los organismos de seguridad regionales, estén plenamente conscientes de que si no se contiene esta amenaza multidimensional a tiempo, se expandirá un conflicto de consecuencias absolutamente insospechadas.